La participación, una realidad con múltiples lecturas

¿La participación ciudadana es un instrumento válido para construir y diseñar Barcelona?, ¿Es un proceso democrático o es una coartada de los responsables políticos para delegar las decisiones en los ciudadanos? ¿Es una cortina de humo? Las preguntas se las formularon varios de los participantes en el debate Barcelona, Ciutat oberta DeBat a Bat dentro de la Bienal del Pensamiento, que ha organizado el Ayuntamiento de Barcelona y que concluye hoy después de una semana de todo tipo de actividades.

En anteriores sesiones, el foco se puso en las ciudades de Lisboa, Medellín, Dakar o Madrid. En el análisis de la capital catalana se tocaron múltiples aspectos, desde la realidad metropolitana, la evolución de la ciudad, el sentimiento de los barceloneses hacia su espacio vital o cómo afrontar los problemas más graves, especialmente el de la vivienda. “La situación actual con el problema del acceso de la vivienda es de tanta urgencia como la que se produjo en la postguerra con la diferencia de que la tradicional figura del subarriendo, ahora tiene otro nombre que es Airbnb”, afirmó Maria Rubert de Ventós, arquitecta y premio Nacional de Urbanismo( 2004). Como experta, no se mostró muy entusiasta respecto a los procesos participativos “tal vez en algún tipo de proyecto y, desde luego, no cuando se trata de decisiones estratégicas que definen el modelo de ciudad”.

Por ejemplo, cuando lo que se discute es sobre el tranvía: “Personalmente me pareció fuera de lugar que el Ayuntamiento sometiera a consulta el tranvía de la Diagonal, los ciudadanos no son expertos para decidir ese tipo de cuestiones”, apuntó Francesc de Muñoz, profesor de Geografía Urbana de la Universidad Autónoma de Barcelona. Más entusiasta se mostró Maria Sisternas, responsable de Proyectos del área de Hàbitat Urbà del Ayuntamiento de Barcelona en el gobierno de Xavier Trias, uno de las administraciones que estuvo en el ojo del huracán precisamente por la participación. “Es algo que ha venido para quedarse. Es posible que en según que tipo de proyectos haga falta la intervención de técnicos para facilitar y guiar los procesos participativos”, sostuvo Sisternas.

La máxima que fue más o menos asumida es que la cultura tradicional de la toma de decisiones, en manos exclusivamente de la administración, se está modificando a medida que la población se implica más. “Si en los ochenta, en la etapa preolímpica, el centro del debate era la construcción y la arquitectura; ahora el eje gravita sobre las personas y su calidad de vida en la ciudad”, apuntaba el arquitecto y moderador del debate, Josep Bohigas, que ironizaba sobre el tránsito que se ha hecho de lo que calificó de “Barcelonitis” —el entusiasmo de la época olímpica— a una corriente bastante crítica que ha surgido como reacción y que se ha plasmado en una prolija literatura.

En cualquier caso, Bohigas destacaba como hecho positivo y singular el alto grado de implicación del barcelonés en el espacio público: “es una de las ciudades donde se discute, se habla de la transformación. Prueba de ello son las cifras de las jornadas de puertas abiertas de la cárcel Modelo —19.000 personas— o los 2,2 millones que han pasado por el Mercat de Sant Antoni desde que se inauguró”. Siguiendo con esa idea, Bohigas abundó en que es una de las ciudades con más premios de arquitectura, diseño y de reconocimiento a la calidad del espacio público.