Se agotaba 1985, solo había dos canales de televisión, así que buena parte de la gente se preparaba para comer las uvas en familia, viendo en La 1 al dúo humorístico Martes y 13 que, de manera hilarante, emulaba una llamada telefónica a un programa de radio presentado por la famosa periodista Encarna Sánchez, en el que unas empanadillas, cuyo destino era un cuartel de Móstoles, eran las protagonistas.
Yo tenía 4 años y no me acuerdo de verlo, pero sí de haberlo escuchado los 33 posteriores en algún momento. Lo que jamás pensé es que existirían y sí y, además, están donde tienen que estar: en Móstoles.
En la localidad hay algunas patentadas (esto es real), certámenes organizados por una escuela de hostelería y hasta una feria dedicada a tal manjar. Y luego está Ángel Godino Baena, que las prepara siguiendo la receta familiar en el bar Gobana, un negocio con solera y con una planta baja en la que tienen pinchadiscos y no djs y en donde suena más La Década Prodigiosa o El Consorcio que trap. Es de ahí, de siempre, por eso tiene una casa de esas bajitas, con gallinas y un huerto que aguanta los extremos climatológicos mesetarios, en el núcleo del Municipio que, por superar las 200.000 personas, es el más poblado de Madrid, tras la capital.
A veces, parece que el conglomerado de bloques de los 60 y los 70 -en los que, sobre todo, se juntaron extremeños, andaluces, castellanos y manchegos- que es hoy la “Costa Marrón” (Móstoles, Leganés, Getafe, Fuenlabrada y Alcorcón), no tenía historia antes de la llegada de estos. Y no es real. Móstoles es un lugar que se enorgullece de su participación en la Guerra de la Independencia española y que la recuerda en su callejero, sus estatuas y sus escenificaciones públicas que ponen en valor, con mucho arte, cada mayo, el importante papel de sus alcaldes, Andrés Torrejón y Simón Hernández, por haber firmado el bando redactado por Juan Pérez Villamil, figura destacada de la época, que circuló por toda la Comunidad para alentar a los habitantes a sublevarse contra los franceses y a acudir "al socorro de Madrid y demás pueblos".
En la zona céntrica, aún hay personas que, cuando hace bueno, sacan la silla a la puerta de su vivienda y alargan las tardes hasta que se quedan casi sin luz. Son las que saben que "ese es de la Tere", y "esa, de la Pilar". Ángel es el hijo de Matilde y le conoce muchísima gente, tanto es así, que este mes de septiembre, en las fiestas, una de las peñas más longevas de la localidad, la Barbacana, le entregó un premio por su compromiso con su tierra y por mantener y rescatar tradiciones que el paso del tiempo, la desidia inconsciente y la cercanía a la gran ciudad estaban enterrando. Quizá lo celebró sirviendo sus empanadillas riquísimas, las que pudo probar y aprobar Millán Salcedo (uno de los miembros de Martes y Trece) , quien llegó a visitar su establecimiento.
Lo interesante, lo bonito es que las hace exactamente igual que las que preparaban los domingos los labriegos, con el fin de aprovechar las sobras del cocido… madrileño, por supuesto.
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