Viajes de agua, las venas ocultas de Madrid
Bajo la ciudad transcurren cientos de kilómetros de galerías de canalización que los árabes comenzaron a implantar en el siglo IX y que surtieron de agua a los madrileños hasta el XIX
El subsuelo de Madrid está surcado por cientos de kilómetros de galerías ocultas que, por su importancia histórica, bien podrían ser las venas de la ciudad. Son los viajes de agua, el sistema de canalizaciones para recoger acuíferos subterráneos que los árabes trajeron desde Persia a aquel Mayrit del siglo IX y uno de los motivos que en 1561 impulsaron a Felipe II a trasladar la capital de España a esta ciudad por la abundancia de las reservas de este líquido. Los 124 kilómetros de viajes de agua que se estima que permanecen bajo el asfalto estuvieron en funcionamiento hasta finales del XIX -algunos, hasta el XX-, si bien muchos están deteriorados por las obras que los han anegado o destruido. El Ayuntamiento está restaurando ahora una parte del viaje de agua de Amaniel, que podrá visitarse a partir de final de año.
Quien pasee por la plaza de Puerta Cerrada, junto a la plaza Mayor, habrá leído el mural que, sobre la fachada de un edificio, define a Madrid: “Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son”. La frase trata de definir Mayrit, el asentamiento musulmán que dio lugar a la capital; su segunda parte habla de los muros primigenios que repelían las flechas, mientras que la primera señala que se estableció en la zona del Palacio Real por ser un terreno con facilidad para obtener aguas subterráneas. De hecho, la palabra Mayrit -origen de Madrid- hace referencia a estos “cursos de agua”, según historiadores como Jaime Oliver Asín (‘Historia del nombre Madrid’) y Juan Cortés (‘Mayrit. Guía ilustrada del Madrid medieval’).
Tal y como explica el Ayuntamiento, “el Manzanares no fue la principal fuente de agua de Madrid debido a que el asentamiento se encontraba a gran altura respecto al río, y que sus aguas no eran aptas para el consumo”. Por ello, se optó por un sistema de abastecimiento que buscaba los acuíferos y, por medio de galerías subterráneas, captaba las aguas de infiltración y las llevaba hasta las puertas de la ciudad, finalizando en las fuentes públicas. Las zonas de captación de agua se localizaron en el sector nordeste de Madrid, en las cercanías de los pueblos de Fuencarral, Chamartín, Canillas y Canillejas. Estas zonas debían estar a una mayor altitud que la villa, permitiendo que el agua discurriera por gravedad hasta el centro de la ciudad, según se lee en el informe municipal ‘Geología, Geomorfología, Hidrogeología y Geotecnia de Madrid’.
“Madrid se ha abastecido de los viajes de agua durante diez siglos, pero los más antiguos están machacados por las obras que se han hecho en el centro, que han destruido las galerías más antiguas”, explica Luis Díez, ingeniero y experto en estas canalizaciones por su labor en la asociación de vecinos de San Nicolás - Dehesa de La Villa. “Sin embargo, quedan huellas bajo muchas calles de Madrid. Por ejemplo, en 1983 se hizo una obra en la plaza de los Carros y apareció uno que podría ser islámico”, añade.
Las necesidades de la Corte
De aquellos primeros túneles queda poco. Los que permanecen proceden en su mayoría del siglo XVII cuando, con la llegada de la Corte, aumentaron las necesidades de agua de la ciudad, se repararon antiguos viajes de agua de la época árabe y se construyeron otros para abastecer a los madrileños. Los cinco viajes de agua más importantes son los de Amaniel, la Castellana, Abroñigal Alto, Abroñigal Bajo y la Alcubilla. A estos habría que sumar otros menores como los de Segovia, Caños del Peral, Caños de Leganitos o Fuente del Berro, entre otros. En 2009 apareció uno de ellos en las obras de un aparcamiento de la calle de Serrano, de casi tres metros de altura interna y realizado en ladrillo. Mientras la mayoría de estos conductos tenían titularidad municipal, el de Amaniel tenía la peculiaridad de ser privado: pertenecía a la Casa Real y daba servicio a Palacio Real y servía además para que la Corona pudiera dar concesiones de agua a conventos y nobles.
Es precisamente este último el que podrá verse en unos meses. El Ayuntamiento de la capital ha invertido 323.000 euros para acondicionar un tramo de unos 240 metros del conocido como viaje de Palacio, que atravesaba la Dehesa de la Villa, cuyas obras están ahora en marcha (la entrada está en el parque del paseo de Juan XXIII). Se espera que los trabajos concluyan en octubre y, un poco más adelante, la instalación pueda ser accesible con visitas guiadas para explicar este patrimonio de la ciudad. De hecho, en 2002, la Unesco recomendó declarar los viajes de agua como patrimonio de la humanidad, si bien por ahora solo ha otorgado este reconocimiento a varios ‘qanat’ iraníes, precursores de los madrileños, ya que los de la capital española nunca han sido puestos en valor.
El tramo de Amaniel que podrá visitarse cumple con las características de este tipo de construcciones: tiene varias galerías de ladrillo por las que cabe una persona, con pozos de ventilación y de acceso, además de hornacinas en las paredes para colocar luminarias. Los túneles llegan hasta la Dehesa de la Villa, pero están seccionados por los cimientos de edificios contemporáneos. En ese parque quedan todavía chimeneas de ventilación de este viaje del agua, denominadas capirotes y formadas por una gran pieza de granito de forma piramidal.
Este sistema de canalizaciones comenzó a decaer cuando se creó el Canal de Isabel II, en 1851. “A partir de aquella fecha, se comienzan a embalsar las aguas del río Lozoya para llevarlas a Madrid y el nuevo sistema va sustituyendo poco a poco al anterior”, explican desde el Canal. Sin embargo, varios de estos viajes estuvieron en funcionamiento hasta bien entrado el siglo XX y algunos mantienen un cierto uso: según el Ayuntamiento, el parque histórico de La Fuente del Berro se riega todavía con el agua procedente del viaje de agua que lleva su mismo nombre, mientras que el agua del viaje de Amaniel llena la instalación hidráulica ornamental ubicada en los jardines públicos de la avenida de Juan XXIII. Cuando se abra al público el viaje de Amaniel, la ciudad recuperará una parte de su historia oculta.
Ideas para salvar la memoria de las conducciones
¿Qué más se podría hacer para recuperar los viajes de agua? “Lo primero, tratar de localizar el origen de todos ellos, a través de la documentación y los planos antiguos”, explica Luis Díez, ingeniero y miembro de la asociación de vecinos San Nicolás-Dehesa de la Villa.
“Luego habría que ver cómo están las conducciones, que seguro que hay algunas en buen estado, documentarlo todo para que cualquier obra que se haga en Madrid sepa si va a tocar un viaje de agua y, por último, poner en valor todos los tramos que se conozcan, con carteles informativos en la superficie”, añade Díez.
“Una idea muy bonita sería volver a poner fuentes donde acaban estos viajes de agua, como recordatorio de que, en su momento, estuvieron surtidas por estas conducciones. De hecho, la Cibeles estaba surtida por un viaje de agua”, concluye el experto. Luis Díez impartirá una charla sobre el tema el 8 de septiembre, a las 18.30, en la librería Traficantes de Sueños (Duque de Alba, 13).
Además, según el Ayuntamiento, los viajes de agua son “bienes patrimoniales con protección específica y con una regulación jurídica y urbanística, comprendidos en el Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos de la Comunidad de Madrid, por lo que cualquier intervención en ellos requiere de autorización específica por parte de la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad”.
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