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“El silencio era atronador. Lloré muchas veces”

Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, relata en una entrevista con este diario cómo vivió las primeras horas y días después del atentado

Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, este mes de julio en el Ayuntamiento.Vídeo: Gianluca Battista | EPV
Àngels Piñol

El sábado, dos días después del atentado, quise pasar otra vez por La Rambla para ver cómo estaba y hablar con los quiosqueros. Quería saber cómo se sentían. Era muy temprano. Despisté un poquito a los escoltas y les pedí que me respetaran y me dejaran caminar sola. Me acompañaron a cierta distancia. Era un momento de dolor. El silencio seguía siendo intenso. Y de repente se me acercó un enfermero que era vecino del paseo. Me explicó que estaba en el momento del atentado y que pudo ir a ayudar a las víctimas. Nos abrazamos y estuvimos llorando juntos. Solos. No le conocía. Es de los momentos más intensos que recuerdo. No le he vuelto a ver.

Cuando ocurrió, estaba en una casa rural cerca de Ripoll. La primera persona con la que hablé fue con Puigdemont; la segunda, Carmena"

Cuando ocurrió el atentado, estaba en una casa rural cerca de Ripoll (Girona), en medio del campo. Mi bebé tenía cuatro meses y estaba apurando mi baja maternal y disfrutando de una semana de vacaciones con mis hermanas y los niños. No tenía cobertura para las llamadas, pero sí para los datos. De repente, me empezaron a entrar mensajes de que estaba pasando algo grave en La Rambla. Mi comisionado de seguridad me avisó de que era un atropello grave y que apuntaba a atentado. Llamé inmediatamente a los escoltas y, cuando entré en el coche, se confirmó. Dejé a la familia y tal cual iba vestida me fui a Barcelona. La primera persona con la que hablé fue con el president Puigdemont. Y, la segunda, Manuela Carmena, la alcaldesa de Madrid. Me buscó inmediatamente y me dijo: 'Ada, lo que tú quieras. Si soy útil, vengo'.

Llegué a Barcelona y fui directa a la Conselleria de Interior, donde estaban los mandos policiales, Puigdemont y el conseller de Interior Quim Forn. Los tres ofrecimos una primera comparecencia. Sabíamos la magnitud del atentado, pero quisimos primero dar un mensaje de tranquilidad y de que Barcelona no se dejaría ganar por el terror. El objetivo era ser rigurosos y no dar cifras hasta no tener certezas. Hubo un momento en que temimos que fuera peor en cuanto al número de víctimas mortales. Había muchos heridos graves en los hospitales.

No habíamos recibido prealertas. Querían atentar en la Sagrada Familia. Improvisaron en La Rambla"

El terrorista seguía huido. Berlín, París y Londres habían sufrido atentados y Barcelona es una ciudad internacional de mucho renombre. Nos podía tocar y estábamos en alerta 4 sobre 5 desde hacía tiempo. Pero no habíamos recibido ninguna prealerta. Solo avisos falsos y de poca credibilidad. Y aun así reforzábamos la seguridad. Eso pasó con la Sagrada Familia, el icono más reconocible de Barcelona. Pero no con La Rambla. Luego se descubrió que querían atentar en el templo. Eso lo supimos después: hubo una explosión en Alcanar, no les salió bien e improvisaron en La Rambla.

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Esa noche, entre las 24.00 y la 1.00, después de las reuniones en Interior y el Ayuntamiento, fui a La Rambla. Quería estar con los servicios de emergencia que llevaban horas de muchísima tensión. Hablé con los Mossos, la Guardia Urbana, Bomberos, médicos. Fue bastante impresionante: me detallaron el trayecto de la furgoneta. Aún había víctimas en el suelo aguardando al juez. Recibimos entonces el mazazo del atentado en Cambrils. Y, por primera vez y en medio de esa situación tan dolorosa e intensa, me llamó Mariano Rajoy. Hablamos un momento. Le transmití la voluntad de coordinarnos al máximo.

Qué grande es esta ciudad que en los momentos difíciles, se crece, saca lo mejor de sí y olvida las tonterías. Me he reenamorado de ella para siempre"

La situación política no era fácil y la tensión institucional se notó un poco al principio. El Ayuntamiento y la Generalitat fuimos enseguida a una y el Estado tardó un poco en incorporarse. Supe que en la Delegación del Gobierno hubo reuniones paralelas y llamé para que dejaran de hacerlas y que hubiera unidad por el bien de Barcelona. El delegado del Gobierno, Enric Millo, sí que había participado en los encuentros con nosotros y los mandos pero existieron reuniones en la Delegación. Di el mismo mensaje de unidad a Puigdemont y Forn.

La dimensión del atentado la dio el silencio. Era atronador. Y esa sensación de que el tiempo parecía alargarse. Cada hora parecía un día; cada día parecía una semana; y cada semana, un mes, por tanta intensidad y tanto sufrimiento. La Guardia urbana tiene su comisaría en el corazón de La Rambla. Fue muy doloroso para los agentes. Lo recordaban todo: el silencio, el primer mensaje por radio. Cómo si se les hubiera grabado en el cerebro. Y, pese a todo, te decían: 'Quería estar ahí y en ningún otro lugar para ayudar'. Me impresionó la vocación de los servidores públicos. Muchísimos, de vacaciones, fueron a trabajar. Desde el minuto cero atendieron a las víctimas sin importarles que quizá —se habló de francotiradores— arriesgaban su propia vida.

En un país que ha sufrido tanto por el terrorismo, me ha sorprendido negativamente el insuficiente apoyo que las víctimas reciben del Estado"

Con la respuesta del conjunto de la ciudad, me he reenamorado para siempre de Barcelona. Fue una situación muy estresante: dormí muy poco y del estrés se me retiró la leche y ya no pude dar de mamar a mi bebé. Recibí muchos mensajes de felicitación y también de admiración por ese grito espontáneo de la ciudadanía de No tenim por (No tenemos miedo). Qué grande es esta ciudad que en los momentos difíciles se crece, saca lo mejor de sí misma y olvida las tonterías. Pienso en los comercios, hoteles, taxistas, vecinos. Todos se volcaron. La ola de solidaridad, llenando de flores La Rambla, nos desbordó. Los servicios municipales recogieron, con todo el mimo, cada vela, cada mensaje, cada juguete. Documentaron y fotografiaron 6.000 objetos.

Hubo varios intentos de politizar el atentado con los bolardos y con la guerra de banderas.  Me dolió. Me causó vergüenza por las víctimas"

Pero hay que ser humildes. Siempre hay cosas a mejorar. No avisamos de la operación jaula [cerrar las entradas y salidas de la ciudad] y miles de personas quedaron atrapadas en sus coches en las Rondas. No puede volver a pasar. Y algo más: activamos un servicio de asistencia psicológica, pionero, para atender a los familiares, pero debió prolongarse más en el tiempo. He aprendido mucho. Lamentablemente, en un país que ha sufrido tanto por el terrorismo, me ha sorprendido negativamente el insuficiente apoyo que las víctimas reciben del Estado. Me he reunido muchas veces con los familiares. El padre de Paolo, un chico italiano que murió, me envió un correo porque el Ministerio no le enviaba el certificado confirmando la muerte de su hijo. Llamé al delegado Enric Millo para que lo resolviera.

Hubo varios intentos de politizar el atentado. Uno lo lanzó un alcalde del PP con la falsa polémica de los bolardos. Nadie pidió que los pusiéramos en La Rambla. Y estas decisiones siempre se han tomado conjuntamente en la Junta Local de Seguridad, donde están todos los cuerpos policiales. Tras el atentado en Berlín se nos pidió que en Navidad colocáramos obstáculos en puntos turísticos y lo hicimos. También fue lamentable la guerra de banderas en la manifestación a la que asistió el Rey. Me dolió. Me causó vergüenza por las víctimas. Todas las ideas son legítimas, pero en un momento así es una barbaridad que alguien busque polémicas para sacar rédito político. Es moralmente repugnante.

Todo el mundo es bienvenido a este aniversario pero he pedido a las instituciones que no lo politicen. No hay que personalizar ni en el Rey ni en nadie"

Todo el mundo es bienvenido a este aniversario, pero he pedido a las instituciones que no lo politicen. No hay que personalizar ni en el Rey ni en nadie. Las instituciones debemos ser discretas. El protagonismo es de las víctimas. Nuestro único pensamiento es acompañarlas en el dolor. Para hablar de monarquía o república ya hay muchos otros días al año.

Pienso en aquellos días. Lloré muchas veces. Aquél sábado vi que los quiosqueros estaban en shock. Y al enfermero de La Rambla, que no sé quién es, me gustaría volverlo a ver”.

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