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El deporte, un arma para ganarle la partida al “sinhogarismo”

Más de 200 sin hogar participan en la primera edición del programa de actividades física-deportivas para personas sin hogar

Cuatro de las 200 personas que han participado en el proyecto deportivo de inclusión para personas sin hogar.
Cuatro de las 200 personas que han participado en el proyecto deportivo de inclusión para personas sin hogar.Inma Flores
Julio Núñez

Balones de fútbol, baloncesto y voleibol, además de otras múltiples actividades físico-deportivas, han sido las principales armas con las que más de 200 personas han jugado, y luchado, para ganarle la partida al "sinhogarismo". Este ha sido el objetivo del proyecto de integración para personas sin hogar que la Federación de Entidades y Centros para la integración y Ayuda de Marginados Red (FACIAM) y el Área de Cultura y Deportes del Ayuntamiento han llevado a cabo durante los últimos 12 meses. “Es un programa inédito con buenos resultados. La idea era que estas personas salieran del centro y entraran en un espacio comunitario. Hacer una actividad como puede hacer cualquier ciudadano para normalizar y mejorar su situación”, afirma María Elena Ayuso, secretaria técnica de FACIAM. 

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Encarnación Bomaho, de 39 años, llegó a España desde Guinea Ecuatorial con 12 años junto a su abuela para estudiar. Consiguió sacarse el graduado y un curso de auxiliar de enfermería, pero hace un año su vida dio un vuelco: su abuela murió y no logró superar su marcha. “Desde ese día me puse tan mala que caí en la coca. Pensaba que no tenía a nadie que me quisiese y aguantase. Dejé el trabajo que tenía de camarera. Llegué a dormir en la calle durante semanas”, relata. Ahora cuenta que el programa ha sido definitivo para superar la adicción y le ha cargado las pilas para comenzar a recuperar la vida que tenía antes.

Como ella, una media de 82 personas diarias, en grupos de 10 a 15, ha acudido dos veces por semana (una hora por sesión) a los cinco centros deportivos municipales que han participado en la iniciativa (Hortaleza, Triángulo de Oro, Moscardó, Vicálvaro y Gallur). Los usuarios que han participado procedían de nueve centros de acogida (San Martín de Porres, Juan Luis Vives, San Isidro, La Rosa, Comedor Luz Casanova, CEDIA 24 H, Santa María de la Paz, Cáritas Madrid y Albergue San Juan de Dios) ya que, según explica Ayuso, la gente que ha recibido esa primera ayuda llegaba “más relajada y han podido organizar un poco su inestabilidad”.

Los participantes han realizado juegos de cooperación y competitivos, con el objetivo de fomentar los valores del esfuerzo, la superación y el respeto, además de implementar sus habilidades sociales. También, estas actividades les han ayudado a mejorar la concepción de su autoimagen, las funciones cardiovasculares, la coordinación, la movilidad y a fomentar hábitos de vida saludable.

Es el caso de Janer Álvarez, peruano de 64 años, que tuvo que dejar de trabajar en 2009 por un problema en el corazón y, tras perder la pensión, se vio en la calle. “Me apunté a esta actividad en cuanto me enteré. Me lo paso genial, hago amigos y, además, me hace bien para mi problema del corazón”, explica Álvarez entre risas mientras se da pequeños golpes en el pecho.

Las actividades han estado supervisadas por técnicos especializados y monitores de integración social. Jordi Otero es uno de ellos, ayudaba y enseñaba a dos grupos, cada uno con diferentes rangos de edad, por lo que, según cuenta, tenía que adaptar su metodología a cada situación, aunque siempre enfocado todo hacia la diversión. “Como punto de partida, lo importante, es que se lo pasasen bien. Son personas con realidades diferentes, a veces muy duras, por lo que era necesario crear un espacio de seguridad y donde se sintieran a gusto”, explica. Una vez cumplido ese objetivo, comenta el monitor, los participantes mejoraban su autoestima y normalizaban su situación. “Era muy importante romper ese estigma [de exclusión]. No solo lo hacían ellos mismos, sino también el resto de usuarios del gimnasio”, subraya.

El perfil de los participantes (edad, sexo, origen y situación) ha sido muy variado, según fuentes de la organización. “Son muy diferentes entre ellos. Mucha gente cuando piensa en una persona sin hogar se le viene a la mente un hombre de mediana edad, con barba y sentado en una acera pidiendo. La realidad es otra y los motivos que pueden llevar a alguien a quedarse en la calle son muy diversos”, analiza Eloy Santos, coordinador del proyecto.

Miguel Conde, de 19 años, llegó hace varios meses a España junto a su hermana huyendo de la crisis económica de Venezuela. "La inflación era tan abultada que con el sueldo que ganaban mis padres solo les daba para mantenerse ellos solos", comenta. En poco tiempo se le acabaron el poco dinero que trajeron y se vieron obligados a pedir ayuda. “Esta actividad hacía que no me quedara encerrado en el centro y salía más. Me sentía más contento. Conoces a otras personas que tuvieron una situación peor a la tuya y que han conseguido superarla. Entonces te preguntas. ¿por qué yo no puede conseguir? y te da fuerza”, dice Conde, que asegura que su objetivo es encontrar un trabajo para pagarse los estudios de mecánica automotriz.

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