No hay verano en Madrid sin piscina
La capital y el resto de la región ofrecen instalaciones acuáticas públicas para todos los gustos: clásicas, para niños y familias, con olas, con espacios nudistas, actividades culturales...
La imagen a la derecha de estas líneas, tomada en 1967 en el Parque Sindical, demuestra que la avidez de los madrileños por disfrutar de las piscinas en verano viene de lejos. Medio siglo después, el entusiasmo se mantiene, pero el número de instalaciones acuáticas públicas a elegir para hacer más llevadero el calor en estas fechas se ha multiplicado exponencialmente. Hay oferta para todos los gustos: desde las piscinas más tradicionales a las que cuentan con espacios nudistas, las que fomentan la lectura o aquellas que tratan de emular una playa. No hay pueblo en la región que no se precie de tener su propia piscina. Solo en la capital, sin contar clubes deportivos, hay 22 instalaciones públicas al aire libre: cuatro son gestionadas por la Comunidad de Madrid y otras 18, por el Ayuntamiento.
Aquella del Parque Sindical, inaugurada en 1958 al norte de la capital, es sin duda una de las históricas; se le conoce popularmente como la playa de Madrid porque hasta allí iban miles de madrileños en oleadas como la de las fotos. Hoy, aunque quizá no tanto como entonces, sigue recibiendo muchísimos visitantes.
Sus dimensiones equivalen a dos campos de fútbol. Solo hay una infraestructura más grande en Europa según la Comunidad, que la gestiona. También se encarga, en Madrid, de las del Canal de Isabel II (avenida de Filipinas, 54; Chamberí), las del Mundial 86 (calle de José Martínez de Velasco, 3; Retiro) y las de San Vicente de Paúl (Pelícano, 4; Carabanchel). El precio en todas ellas es de cinco euros.
En Canal existe un enorme solárium al que se accede por unas escaleras, pero en verano resulta intrascendente. “No hay césped ni árboles que den sombra y eso frena a las familias”, destaca Javier Cuesta, su responsable. Su atractivo radica en que los clientes son jóvenes. Es lo que ha empujado a Berta Guijarro hasta allí. Con un aforo de 550 personas, Canal abre todos los días, pero carece de cafetería porque el concurso quedó desierto, informa un cartel. No se permite comer en la piscina, pero existen unos merenderos fuera de la zona de baño. “Vengo porque está cerca de casa, pero las instalaciones son de lo más corriente”, reconoce Nuria, una usuaria de Canal.
A Mercedes y a su hija, que viven en Vallecas, no les importa cruzarse la ciudad para darse un baño. Van hasta Retiro, donde se encuentran “en muy buen estado” las instalaciones construidas para el Mundial de 1986. Este año, y tras nueve en obras, han reabierto las tres piscinas exteriores. Una de ellas, de chorros, está especialmente diseñada para bebés. A todas se accede recorriendo un estrecho camino en pendiente. Para Rebeca, que tiene dos hijos pequeños, resulta un problema si lleva el carro. A Sara, de 22 años, le ha disgustado la poca profundidad de los estanques. “Está pensado especialmente para familias”, explica Óscar Jiménez, el encargado.
Las piscinas que gestiona el Ayuntamiento abren a las 11.00 y cierran a las 21.00. El precio para adultos es de 4,5 euros. Son apenas unos denominadores comunes, porque la oferta es muy heterogénea. A Carmen le sorprendió encontrar en Villaverde (Plata y Castañar), barrio obrero de la periferia, una infraestructura lujosa con una gran pradera. “Es una buena solución para los que no podemos pagarnos unas vacaciones”, dice. Susana dejó de frecuentar la de Vallecas porque “los bañistas escupían en el agua y faltaba seguridad”. Ahora acude al Lago, en la Casa de Campo, aunque una de sus dos piscinas está cerrada por obras y, con ella, la cafetería y la zona gay-friendly.
En Aluche, las estrellas son las piscinas gemelas, llamadas así porque están unidas. Para quienes solo deseen nadar se ha habilitado la piscina cubierta, contigua a las infraestructuras estivales.
“Abrimos las puertas y la convertimos en una más”, indica José Antonio González, director del complejo. Hay quienes, como David, buscan espacios donde quitarse el bañador. En Madrid puede hacerlo en La Elipa (Moratalaz) y en el Vicente del Bosque, Chamartín, que además de reservar zonas donde se permite hacer nudismo, ofrece una excelente vista de las Cuatro Torres y de la ciudad. También hay lugar para la cultura. El 4 de agosto, desde las 11.00 y durante 13 horas, la música conquistará la piscina a la que da nombre el antiguo entrenador de la selección española de fútbol. Es una actividad de los Veranos de la Villa, que los días 22 y 23 del mismo mes llevarán un espectáculo de danza acuática a Palomeras, en Puente de Vallecas.
“En verano tenemos menos demanda en la biblioteca, así que la trasladamos”, explica Nieves Giménez, bibliotecaria de Pinto, mientras coloca libros en unos carritos portátiles de una sala acristalada de la piscina municipal. Hay más de 250 títulos que se renuevan ocasionalmente. Para conseguir un préstamo, solo hay que dejar el nombre y un teléfono. “Es una buena fórmula para fomentar la lectura”, asegura Jesús Sánchez mientras ojea el muestrario con su hijo Diego, de ocho años. Hay previstos cuentacuentos el 20 de julio, y el 3 y el 17 de agosto a las 15.00. Sin embargo, los mayores, que son legión en estas instalaciones, acuden por la grúa, un aparato mecánico que les ayuda a la hora de entrar y salir del agua.
Olas y agua salada
La piscina municipal de Alcobendas también dispone, desde 2005, de una bibliopiscina. En la misma localidad se ubica el complejo de Valdelasfuentes, que cuenta con una piscina de olas y una laguna recreativa con chorros de agua, camas acuáticas y un circuito en el que el bañista solo tiene que dejarse arrastrar por la corriente. “Lo ideal es tomar luego unos baños en su sala termal”, aconseja Javier, un usuario habitual. El complejo deportivo Juan Antonio Samaranch de Torrejón de Ardoz también dispone de una piscina de olas. Pero, si hay una localidad que se rebeló contra los designios de la naturaleza, esa fue Parla. Hace unos años trató de acercar el mar hasta Madrid y construyó una piscina de agua salada con arena en la orilla y bajada descendente. “La gente comenzó a llamarnos Parla de Mallorca”, bromea una bañista llamada Alicia. Entrar cuesta 12,75 euros, aunque los empadronados en la localidad solo pagan la mitad.
Hay quien huye de tanta sofisticación y opta por espacios más tradicionales. Es el caso de José María Poyatos, que frecuenta las instalaciones de la Dehesa Boyal, en San Sebastián de los Reyes. El complejo cuenta con cuatro piscinas de distinto tamaño al aire libre. Una de ellas está especialmente dedicada a los niños. En las de adultos existen vasos de relajación, con jacuzzi y chorros de agua, aunque a Poyatos lo que le convenció fue su entorno natural, que “contrasta con el ritmo frenético de las ciudades”. En Las Rozas, convierten en piscinas de verano a dos de sus cuatro estructuras cubiertas, Navalcarbón y Las Matas. Basta con retirar el techo, acristalado. Elena elige la primera de ellas por el servicio de sombrillas y porque tiene una amplia explanada verde donde jugar con los niños.
Un baño con vistas a la sierra
Paralelo al embalse de Riosequillo, en Buitrago de Lozoya, discurre una de las piscinas más grandes de la región. Tiene forma de media luna y se encuentra en un lugar paradisiaco. En este caso, de la Sierra de Guadarrama. Está prohibido bañarse en el pantano, pero cuenta con una amplia zona de césped, sombras y merenderos donde realizar picnics. Pedro García, su encargado, señala que los fines de semana no cabe ni un alfiler: “Las familias vienen a echar el día porque tenemos restaurante, chiringuito portátil, columpios y pistas deportivas múltiples”.
En pleno corazón del Valle de Fuenfría se encuentra uno de los lugares más emblemáticos del verano en la sierra: las piscinas de las Berceas, en Cercedilla. En julio y agosto, el Ayuntamiento pone a disposición de los usuarios autobuses desde el casco urbano para escaparse hasta este rincón idílico. Otras, como Raquel y sus amigas, encuentran en la piscina municipal de Zarzalejo, un pequeño municipio de la Sierra Oeste, el remanso de paz que les niega la capital. No es su único atractivo: Ángela destaca su chiringuito, donde cocineros colombianos preparan “unas magníficas arepas”.
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