Velas y bañadores
La moda de la 080 Barcelona Fashion se codeó con el mar y los barcos
El añejo patín de vela se mantenía imperturbable mientras pasaban ante él las modelos en bañador, esbeltas como mástiles. No en balde el nombre de la embarcación, grabado a babor, era Tranquil.Preciosa, oportuna y afortunadísima idea abrir 080 en la playa, ayer a mediodía, con dos desfiles de baño, los de Como un pez en el agua (!) y Guillermina Baeza.
La pasarela se instaló haciendo una U sobre la arena en el Club de Patí de Vela de Barcelona, en el Moll de la Marina, junto a decenas de patines varados cuyas velas con el característico delfín flameaban bajo el sol haciendo que los mamíferos marinos saltaran alegremente en el cielo de verano. El club, en cuyas instalaciones se fabrican patines, se enseña a navegarlos y se alquilan, comparte muchas cosas con la moda: el amor a las cosas bien hechas, a la artesanía y sin duda a la belleza. También, en el caso de las colecciones de baño que hemos visto, el amor al agua, al mar y a la playa. Véase esto como el canto al patín de vela de alguien que los ha navegado mucho en Sant Salvador, como contrapeso y lastre.
Empezó con algo de retraso el desfile de Como un pez en el agua, que son Raquel Pérez y Sandra Puig, aunque la espera se hizo muy agradable en las sillas bajo parasoles que te hacían sentir como Von Aschenbach en las playas del Lido y más en compañía de tanta gente bien vestida y guay (incluso se vio un sombrero de paja de Antonio Miró). Una música que parecía un homenaje al fallecido sargento Hartman de La chaqueta metálica acompañó la salida de una modelo negra (escultural sería un pleonasmo) con bañador requetescueto pero calzada con unas contundentes botas de agua de goma. Recorrió la pasarela y compuso —como lo hicieron las que la siguieron, todas con botas de ir a cazar patos— una imagen de fuerte contraste con la multitud en bañador (la vida real, en toda su variedad de tallas y penurias) que disfrutaba de la playa al otro lado de la valla. Y eso que observar a las modelos de cerca en bañador las humaniza mucho: la pequeña marca de la operación de apendicitis, el tatuaje borrado, el apunte de piel de naranja, la irritación del depilado a ultranza en la ingle. Aún así, el desfile atrajo las miradas de los marinos de dos veleros que entraban en puerto y parecieron (uno no es Patrick O'Brian para juzgarlo) orzar de más y estar a punto de embarrancar. La pasarela se animó a tope en la salida final, con el What a feeling de Flashdance.
“La braguita alta”, explicó a este diario al acabar el desfile Raquel Pérez sobre el estilo que viene. “Los tops, deportivos, los volantes se mantienen”. El bañador le puede al bikini por su capacidad de vestir. Y es que “la gente quiere llevarlo también en el chiringuito, en el yate, por la noche”. Como un pez en el agua añade el plus del algodón y el complemento de vaporosos vestidos largos. Las botas, marca Igor, tienen que ver con que “inicialmente pensábamos que desfilaríamos sobre la arena”.
El desfile de Guillermina Baeza creó enorme expectación y costaba más hacerse sitio que en Lloret en agosto. Suerte que no tenías que poner la toalla. La colección muy bonita y, aparentemente, muy ponible, incluyó complementos como pantaloncito dorado, bolsitas de cintura, sudadera corta con capucha y plancha de surf. La presentaron modelos con visera y tacones de aguja. El post desfile permitió socializar. El escritor Jorge Larruy y la diseñadora Conchita Domènech, hijo y nuera respctivamente de Guillermina Baeza y pareja habitual en Formentera (Larruy forma parte del paisaje de Migjorn en su kayak), señalaban que después de lo del anuncio de Estrella Damm en el Pelayo habrá que pedir tanda en la isla. Una isla en la que, por cierto, hay patines a vela...
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