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Espalter 6, otra historia de expulsiones en el Raval

Los vecinos de un bloque de pisos denuncian que el fondo que ha comprado el inmueble les acosa para que se vayan

Alfonso L. Congostrina
Vecinos y miembros de asociaciones del Raval denuncian acoso inmobiliario
Vecinos y miembros de asociaciones del Raval denuncian acoso inmobiliarioMassimiliano Minocri

La historia del edificio número 6 de la calle Espalter del Raval no es especial. No es singular, ni siquiera excepcional. La historia del número 6 de la calle Espalter del Raval es el reflejo de lo que viven a diario decenas de vecinos de la capital catalana, sobre todo en el distrito de Ciutat Vella. Un fondo de inversión ha comprado el edificio de ocho pisos donde conviven vecinos en una de las zonas más degradadas de la capital catalana. Pocos quieren vivir a escasos metros de narcopisos, drogadictos, prostitución y mala vida. En un edificio pared con pared con la miseria y el dolor que se le ha antojado a aquellos que mueven los hilos de la especulación inmobiliaria. A Mari, Mohammed, Fátima o Marian hace meses que nadie les cobra el alquiler. Los antiguos dueños del número 6 de Espalter vendieron hace un año el edificio a un fondo inversor. El nuevo propietario se ha negado a renovar los contratos de alquiler. No les cobra pero, a cambio, les envía visitas de individuos, “matones”, que les ofrecen dinero siempre y cuando abandonen sus hogares. Los actuales dueños tienen otros proyectos para unos pisos situados a 400 metros de la Rambla. Proyectos relacionados con la reforma, el lujo y, seguramente, la especulación y el turismo. Proyectos para los que necesita deshacerse de unos lastres en forma de vecinos combativos que no lo van a poner nada fácil.

“Nos están expulsando, nos echan a todos y todo para convertir Barcelona en el parque temático de Europa”, denunciaba ayer Mari Lupiañez. Ella vive en uno de los áticos de este edificio de cuatro alturas sin ascensor.

En primavera del año 2017 se acabó el contrato de alquiler a todos los vecinos del edificio menos a una inquilina, Ángeles. “La inmobiliaria que administraba la finca nos dijo que el bloque estaba en venta y pactó con nosotros dejarnos seguir viviendo —sin abonar las mensualidades de unos 400 euros que costaba cada piso— a cambio de estar disponibles para enseñar el inmueble a arquitectos o aparejadores”, recuerda Lupiañez. Tras varias visitas, en julio del pasado año, una sociedad compra el edificio, denuncia a los vecinos e inicia el proceso de desahucio. “Fue entonces cuando empezaron las amenazas. Yo tengo tres hijos y no tengo trabajo. Si me echan de aquí no sé donde voy a ir”, se queja Mohammed, del 3º 1ª. Los vecinos se pusieron en contacto con diferentes asociaciones como Acció Raval o Stop Desahucios y denunciaron los hechos en la oficina de vivienda del Ayuntamiento de Barcelona.

Ángeles lleva medio siglo viviendo en el edificio. Su contrato es indefinido y la estrategia de la entidad fue diferente: “Vino un abogado y me ofreció dinero y cambios a pisos de Cornellà o Ciutat Meridiana. Yo me negué y empezaron los insultos. Llegaron a decirme que era una pordiosera”.

El pasado diciembre, Maria Dolores y Juan perdieron el juicio y el juez dictó una orden de desahucio que ha sido aplazada al 21 de julio. Marian perdió el pasado 7 de junio su juicio. Todos conocen lo que les espera.

En abril, cuatro estudiantes okuparon uno de los pisos, que llevaba cuatro años vacíos, para ponerle palos en las ruedas a las pretensiones de los nuevos propietarios. Ya han recibido varias visitas poco amables.

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