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Barcelona, ciudad de cooperativas

En 2017 se crearon 61 nuevas nuevas cooperativas, el doble que dos años antes. La economía social y solidaria representa el 7% del PIB barcelonés

Josep Catà
Carlota Freixenet y Mar Redondo, dos de las tres socias de la cooperativa La Carbonera.
Carlota Freixenet y Mar Redondo, dos de las tres socias de la cooperativa La Carbonera.Albert Garcia (EL PAÍS)

Hacía veinte años que el barrio de Poble Sec no contaba con una librería. Había papelerías, quioscos o galerías en los que se vendían libros, pero desde que se jubilaron los últimos libreros en el barrio no había ningún lugar amplio en el que hojear todo tipo  de libros, pedir recomendaciones o pasar la tarde decidiendo en qué páginas se iba a perder uno. Hasta que el verano pasado se iniciaron las obras en un local de la calle de Blai, y los vecinos empezaron a hacerse preguntas. Era una cooperativa que vendería libros y que se llamaría La Carbonera. El detalle de que fuese una cooperativa no era menor: los tres socios que la crearon quisieron primar la responsabilidad social, los puestos de trabajo dignos y el objetivo de tejer complicidades con los vecinos y otras entidades del barrio. Esto último fue inmediato: "El barrio nos acogió muy bien desde el minuto uno, nos presentamos a todos los vecinos, y por ejemplo el catálogo de infantil y juvenil lo hicimos con los más jóvenes del barrio", explica Carlota Freixenet, una de las impulsoras del proyecto.

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La Carbonera es una de las cooperativas que han surgido en los últimos años y que engrosan un sector, el de la Economía Social y Solidaria, que está en un momento dulce en Barcelona. Aunque en la ciudad la tradición cooperativista es amplia, estas empresas han avanzado con fuerza a raíz de la crisis, y se reivindican como una respuesta ética ante el escenario que dejó la recesión. En Barcelona hay más de 4.700 iniciativas que trabajan con los criterios sociales y solidarios: priorizar las necesidades de las personas por encima del lucro y primar la contratación indefinida, la paridad, la sostenibilidad, el cambio social y la presencia en el territorio. Estas empresas representan ya el 7% del PIB barcelonés y el 8% de la ocupación. De todas estas iniciativas, 861 son cooperativas, un modelo que está en auge: solo en 2017 se crearon 61, el doble que en 2015.

"Fue una decisión puramente política, casi de militancia, creímos que hacer una cooperativa era la mejor manera de crear algo", recuerda Freixenet sobre los inicios del proyecto que impulsó con dos socios más. "Lo que defiende la Economía Social y Solidaria es que se pueden hacer las cosas de manera distinta, sin buscar la plusvalía que buscan otras empresas: el trabajo que haces tiene que servir para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y para estar cerca del territorio", argumenta. "La Economía Social y Solidaria te hace pensar de otra manera, también como consumidor", concluye Freixenet, que recuerda que, para las obras del local, la limpieza y otras necesidades, también recurren a otras cooperativas.

De parado a cooperativista

Entre las nuevas cooperativas, un perfil recurrente es el de la persona que quedó en el paro a raíz de la crisis y que después ha montado una empresa social. Uno de los proyectos que Barcelona Activa ha subvencionado con el programa Impulsem El Que Fas es una cooperativa de servicios de limpieza en el barrio de Sant Antoni, que además ofrece servicios de canguro para niños o acompañamiento a la gente mayor. La cooperativa Propis i Propers ha sido puesta en marcha por vecinos en paro mayores de 45 años como Rafael Martínez. "La cooperativa la formamos algunos parados de larga duración y también gente joven, que no hay mucha en el barrio". La presidenta de la cooperativa, Arantxa Comamala, explica que el proyecto nació para generar solidaridad entre los vecinos, especialmente entre los jóvenes atrapados en la precariedad laboral y las personas en el paro. De momento, gracias a la subvención de Barcelona Activa, han podido contratar a dos personas y empezar las tareas de difusión.

Con cooperativas de crédito como Caixa d'Enginyers, cooperativas agrarias, de consumidores (como la papelería Abacus o el cine Zumzeig) o de vivienda, como por ejemplo La Borda, el mapa de la ciudad muestra una red consolidada. Pero el auge en los últimos años ha sido considerable, y en algunos casos es una respuesta a modelos polémicos de la llamada "economía colaborativa". Una de las últimas en crearse ha sido Mensakas, una cooperativa de mensajería que surgió de exrepartidores de Deliveroo y que pretende hacer una competencia "ética y con puestos de trabajo dignos" a plataformas como Glovo, la propia Deliveroo o Uber Eats. "Nuestro objetivo es que todos los trabajadores tengan contrato indefinido y que también nos sirva para autoorganizarnos", explicó uno de los impulsores de la iniciativa, Oriol Alfambra, en la presentación del proyecto.

Impulso de la Administración

Ante este auge, las Administraciones se han puesto las pilas y han empezado a impulsar subvenciones y programas de incubación y aceleración de empresas. Cuando La Carbonera fue a Barcelona Activa para pedir asesoramiento, la redirigieron a Coòpolis, una entidad que promueve la economía social. Ahora Coòpolis está en un proceso de transformación hacia una macroincubadora de cooperativas que recibe el impulso del Ayuntamiento y la Generalitat.

El Gobierno de la alcaldesa Ada Colau se ha mostrado especialmente activo en las políticas de fomento de este tipo de proyectos. "La causa del auge de las cooperativas se debe a un doble factor: el cambio generacional, con personas que vienen con otras ideas más del mundo de la colaboración, y el cambio de mentalidad propiciado por la crisis, con personas que buscaron reinventarse en puestos de trabajo más coherentes y de más responsabilidad social", explica Álvaro Porro, comisionado de Economía Social y Solidaria. Una pista de la importancia que ha cobrado este modelo económico es el protagonismo que se le ha dado en el último salón sobre emprendimiento BizBarcelona.

El esfuerzo de las administraciones es claro. En poco tiempo, Barcelona ha abierto 30 programas de formación diferentes por los que han pasado 1.200 participantes al año; se han creado dos puntos de asesoramiento personalizado, uno para formar nuevos proyectos y otro para fortalecer otros ya existentes, que acompañan a 200 empresas al año; y se abrirán dos equipamientos especializados en incubación de cooperativas y empresas sociales, entre ellos el nuevo Coòpolis.

El apartado de la financiación también se ha activado, con varias líneas con las que el Ayuntamiento puede llegar a cubrir el 80% de los proyectos. Entre subvenciones a economía de proximidad y a economía social, la administración local desembolsa cada año seis millones de euros.También hay abiertas ayudas con los préstamos que dan Coop 57 y Fiare, y una iniciativa relacionada con el micromecenazgo: por cada proyecto que consiga objetivos de financiación en la plataforma goteo.org, Barcelona Activa dobla la cifra. A pesar de las dificultades, Porro destaca el valor que tiene la Economía Social: "Es más resiliente, durante la crisis ha destruido menos puestos de trabajo y ha creado ocupación más rápidamente que la economía convencional". "Al crear una cooperativa y pedir un crédito con gente que te asesora, te haces muchas preguntas y no es fácil, pero el resultado es increíble: una gran red de vínculos y sinergias con otros proyectos en el territorio", afirma Freixenet.

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Sobre la firma

Josep Catà
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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