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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Feminizar la justicia

La protesta de las mujeres, autoorganitzada, impregna las redes de testimonios y se suceden lecturas públicas de la sentencia de Pamplona

Mercè Ibarz
Concentración en Barcleona contra la sentencia de la Mandada.
Concentración en Barcleona contra la sentencia de la Mandada.Joan Sánchez

En 2004 fueron los SMS, ahora han sido los tuits y los whatsapp. Entonces, llamaban a protestar ante las sedes del PP que estaba mintiendo sobre el 11M; ahora, a poner en cuestión a unos jueces. No estoy en Twitter pero como si lo estuviera, por el teléfono móvil me han llegado estos días, sin parar, los mensajes y convocatorias por la sentencia del tribunal que ha juzgado a los violadores de La Manada (así se califican ellos mismos en mensajes de whatsapp: dicen que 'se van a violar', según corre por la red). La misma autoorganización y el mismo eco, una llamada urgente.

En cuestión de horas, tras las manifestaciones, se organizó una lectura pública de fragmentos de la sentencia en la librería barcelonesa Calders para este lunes. La montaron la librera Isabel Sucunza, la poeta Laia López Manrique y la profesora Olga Jornet. Solo comparable al efecto de las palabras de los jueces entre los muros de la librería fue el silencio en la sala. Vergüenza, incredulidad. Y la densidad de la protesta, su carácter nutritivo. Me lo cuentan, y lo veo y lo siento. Clamor un día y silencio el otro. Clamor para hacerse oír, silencio para acompañar al estupor y salir reforzados. Mujeres y hombres, heteros y gays y bis, y lo que sea. A nadie se le ocurrió aplaudir al final. Las lecturas seguirán en otras librerías en los próximos días.

Más. El viernes, la periodista y novelista Cristina Fallarás pone en marcha una etiqueta en twitter de testimonios, #cuentalo. Cuando escribo, tiene efecto internacional y sigue en aumento. Atreverse a contarlo, a decirlo. Dando la cara. Las autoridades e investigadores de todo tipo deberían dar un vistazo, si es que no lo hacen ya, a ese hashtag, a esta lista de la infamia. Algunos constituyen un género en sí mismo, los tuits de 'lo cuento yo porque', sintetiza la escritora y diputada al Parlament Jenn Díaz: “Érem jovenetes, 16 anys. La van violar tres escòries sortint de la discoteca on sempre anàvem. Ho explico perquè ella no pot, es va tirar al tren fa cinc anys. Proveu de viure amb una salvatjada així” (Gemma Ruiz, periodista y novelista).

Las muertas hablan. Las que siguen vivas, abren sus corazas. No siempre ha sucedido fuera de casa, al contrario. Estos terrores familiares afectan en España a uno de cada cinco menores, la mayoría niñas.

Todo esto surge de muy hondo. Al igual que pasó este otoño en Cataluña entre los soberanistas de a pie, las mujeres desbordan cualquier jerarquía que se quiera hacer con ellas, sean partidos o gobiernos. Y seguirá, todo parece indicar que seguirá. ¿Se hará cargo alguien, desde las instituciones, de que la protesta y la indignación no van a encerrarse en casa sin más? Es lo que he entendido estos días, del jueves pasado a este mismo lunes. Primero pensé que la realidad de la sentencia se comía el 8M y un día del libro de 'feminismo renovado'. Hasta que empezaron los mensajes de convocatorias y las protestas.

Lo que pide este clamor es feminizar la justicia, no dar la espalda a las mujeres, integrar en la interpretación de las leyes la mirada femenina, los terrores del cuerpo femenino en una sociedad machista. Para limar el sexismo cotidiano. En el tribunal de Pamplona los jueces eran tres y uno es una mujer. Tampoco vio violación. Sería bueno conocer sus argumentos, pues esta es una sentencia apabullante en varios sentidos: juzga con más rigor e intensidad a la víctima que a los agresores y el voto particular que pide la absolución ocupa buena parte del escrito; de las 371 páginas, 237 están dedicadas a las razones del juez Ricardo González para pedir la absolución.

Los tipos juzgados tienen ahora unos treinta años. Uno es militar y otro guardia civil. Un guardia que precisamente se ocupaba de casos de violencia de género. El mismo que despojó a la adolescente (18 años) de su teléfono móvil (ninguna autoridad militar ni de la guardia civil ha dicho ni pío desde el feroz ataque). Tienen otro juicio pendiente por otra denuncia de violación, pero su sentencia ha sido leve. Es lógico concluir que la mirada masculina más agria y machista domina nuestras leyes de violencia de género y su aplicación. No en balde puede hablarse de 'cultura de la violación': afecta a instituciones básicas como la familia y la justicia no lo desconoce.

El clamor de las mujeres es ahora mayor que el 8M. Aquel día demostró la alegría de tres generaciones en las calles, las jóvenes en primer lugar y con hombres acompañando. Desde el 26A, día de la sentencia de La Manada, el clamor es enfurecido y suma energías: de la rabia, de la furia, del hartazgo.

Mercè Ibarz es escritora y profesora de la UPF

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