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Gaudí, descabezado

Los propietarios de los edificios del arquitecto actúan de forma descoordinada, a falta de un organismo común de gestión

José Ángel Montañés
Una de las puerta de La Pedrera en la que puede verse la placa con el reconocimiento de la Unesco.
Una de las puerta de La Pedrera en la que puede verse la placa con el reconocimiento de la Unesco. Joan Sánchez

Antonio Gaudí y su obra son únicos. Lo saben en la ciudad de Barcelona donde cuentan con seis edificios creados por él que gozan del máximo distintivo al que puede aspirar un bien cultural: ser Patrimonio de la Humanidad. En 1984 obtuvieron este galardón La Pedrera, el Parque Güell y el Palau Güell y en 2005 la Casa Vicens, la cripta y fachada del Nacimiento de la Sagrada Familia y la Casa Batlló. Una lista a la que se suma la cripta de la Colonia Güell en la vecina Santa Coloma de Cervelló y que dan a Gaudí el pedigrí de ser uno de los arquitectos más reconocidos del mundo, superado solo por otros genios como Le Corbusier que cuenta desde 2016 con 17 trabajos inscritos. Estos edificios y los otros construidos por Gaudí en esta ciudad (Colegio de las Teresianas, Torre Bellesguard y Pabellones de la Universitat de Barcelona) recibieron más de diez millones de visitas en 2017, siendo uno de los mayores atractivos de Barcelona y generando pingues beneficios a sus propietarios. “¡Quién tiene un gaudí tiene un tesoro!”, dijo hace poco uno de los responsables de uno de estos edificios, pero los intereses de los propietarios y gestores de la obra del genio son dispares: desde entidades económicas hasta fundaciones, pasando por universidades y la iglesia, algo que hace que ponerse de acuerdo para gestionar de forma conjunta este patrimonio sea casi imposible.

Turistas haciendo cola delante de la casa Batlló.
Turistas haciendo cola delante de la casa Batlló.Joan Sánchez

En julio de 2016 el Diari Oficial de la Generalitat recogió la creación y regulación del Consejo para el Fomento y la Difusión de la Obra de Gaudí presidido por el consejero de Cultura y 23 vocales, entre los que estaban representantes de 14 edificios de Gaudí, tres de la Generalitat, tres de los ayuntamientos de Barcelona, Reus y Riudoms. Entre los objetivos que perseguían los firmantes del manifiesto suscrito seis meses antes en Mataró en la Nau Gaudí, la primera obra del arquitecto, estaba el intercambiar experiencias para aumentar el conocimiento del arquitecto y mejorar su gestión, además de crear una red para facilitar el estudio y promover su visita. Desde entonces han organizado tres seminarios internos sobre gestión turística, rehabilitación, nuevos usos e imagen de Gaudí y de su obra. “Sirve para encontrarnos y compartir experiencias, problemas y soluciones, hablar de proyectos, sumar y buscar sinergias”, explica Marga Viza, directora del área de Cultura de la Fundación Cataluña-La Pedrera que gestiona la Casa Milà del paseo de Gràcia.

El consejo, que solo se ha reunido en tres ocasiones ha creado, en noviembre de 2016, el portal Gaudí, una herramienta poco operativa por la escasez de información que aporta, más allá de describir los edificios y contar su historia. Pero no ha conseguido trabajar en red y crear un pase para visitar los edificios de forma conjunta con un beneficio. “No interesa porque todos quieren conservar su cuota de mercado”, asegura un experto en patrimonio. Esto hace que una familia estándar de cuatro personas que quiera conocer a Gaudí de primera mano ha de contar con un presupuesto mínimo de más de 540 euros, con precios que van desde los 5 euros de los Pabellones Gaudí hasta los 29 de la Sagrada Familia, la más cara.

Dos fundaciones registradas

En 1995 Miquel Roca (CiU)llevaba en su candidatura como alcaldable de Barcelona la creación de una Fundación Gaudí que velara por la obra del arquitecto. Roca perdió frente a Pasqual Maragall y del tema ya no se volvió a hablar. Con todo, existen dos fundaciones Gaudí registradas: una en 2000 por el Ayuntamiento de Riudoms y otra en 2004, impulsada por arquitectos de la Universitat Politécnica de Catalunya de la órbita de la cátedra Gaudí. De las dos, apenas se conoce actividad.

Los edificios reconocidos por la Unesco de Barcelona (los siete de Gaudí y los dos de Lluís Domènech i Montaner: el Palau de la Música y el Hospital de Sant Pau) tampoco han encontrado la forma de coordinarse y no cuentan con un organismo que los unifique como ocurre con ejemplos como el Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España creado en 1993 que aglutina a 15 ciudades e impulsa el Ministerio de Cultura. La última vez que se reunieron fue en 2014 convocados por la Generalitat, el interlocutor entre los edificios y la Unesco. En ese caso se trataba de responder a unos formularios con especificaciones técnicas y prácticas que la Generalitat presentó de forma conjunta al tratarse de un solo reconocimiento: “Obras de Gaudí”, la respuesta tuvo que ser solo una.

Que estos edificios trabajan de forma dispar queda patente por el hecho de que solo la Casa Milà cuenta con una placa normalizada que explica el reconocimiento del edificio y el porqué: “Inscrito en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco por su valor patrimonial excepcional” que puede verse en las dos puertas de acceso. El resto si muestran el logo de la Unesco lo hacen sin explicar su importancia. “La placa es un sello de distinción de pertenecer a un lobby patrimonial importante”, explica Viza, que remarca que “el reconocimiento es un privilegio y un prestigio, ya que reconoce unos valores culturales que hay que conocer, estudiar e interpretar y difundir y comporta la obligación de velar por preservarlo y transmitirlo a las generaciones futuras”.

Desde hace años hay quien reclama la creación de una fundación que gestione este valioso patrimonio. Es el caso del experto gaudiano Luis Gueilburt que ya en 2002, coincidiendo con el Año Gaudí, lanzó esta idea y la ha reivindicado desde entonces en varias ocasiones. “Se trataría de una entidad al estilo de la Fundación Dalí que velara por los intereses del arquitecto que contara con un grupo de expertos independientes que valoren la autenticidad o no de una obra ante una duda o la incidencia de un proyecto de intervención en un edificio de Gaudí”. Pero entonces, explica Gueilburt, ya le dijeron que no interesaba “porque cada uno trabajaba de forma independiente”. Y así continua.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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