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Crónica
Texto informativo con interpretación

Investirás con dolor

Un Parlament sin Gobierno llega a un punto de saturación por falta de materia prima: ni controla, ni tiene sentido que legisle para que nadie ejecute

Manel Lucas Giralt
La bancada independentista en el Parlamento  este jueves.
La bancada independentista en el Parlamento este jueves.M. Minocri

El pleno de este jueves —cuarto en quince días— recordaba a uno de esos funerales en que la concurrencia está pendiente del último chiste y el último cotilleo del pariente y pasa del muerto y la ceremonia. No me extrapolen el símil, no digo que el Parlament esté difunto sino que la atención estaba más puesta en la periferia que en el interior del hemiciclo. Normal. Un Parlament sin Gobierno llega a un punto de saturación por falta de materia prima: ni puede controlar, ni tiene mucho sentido que legisle para que nadie ejecute. Total, quien más quien menos andaba por los pasillos especulando sobre investiduras e investibles. Sin mucho convencimiento, porque este Gobierno viene a ser como un curso de inglés a principio de año: todos nos proponemos empezarlo pero pasan los días y se queda en proyecto.

La investidura está lastrada por el protocolo, la retórica y la emotividad. Bueno, y por el juez Llarena. El acuerdo al que llegó Junts per Catalunya con una ERC todavía noqueada por el resultado electoral impone un nombre de la lista de Puigdemont, empezando por Puigdemont. Admitir que cumplir el deseo sigue siendo complicado, incluso después del zasca de la justicia alemana, cuesta dolor, contrición, modestia y sobrellevar las acusaciones de traidor, que van desde un tuit hasta una pintada en la sede del partido.

En público, Junts per Catalunya retoma la candidatura de Jordi Sánchez, pero en los corrillos se habla de Elsa Artadi, de Marc Solsona —alcalde de Mollerussa—, de nombres más extemporáneos si cabe (alguno obligaría a renunciar al escaño a seis diputados, no por razones judiciales sino para hacerle sitio). A falta de certezas, los periodistas se sumergen en una kremlinología nostrada y millenial: que si Artadi lleva días silenciosa, que si sacan a Marc Solsona en rueda de prensa… Pero mientras la CUP rechace investir a nadie que no sea Puigdemont, este siga en el extranjero, y Toni Comín no renuncie a su acta de diputado, no hay caso. A no ser que el protocolo, la retórica y la emotividad se reserven para los homenajes y conmemoraciones, y se ponga sobre la mesa un candidato de Esquerra. Que tal vez seguiría sin tener los votos de la CUP, pero podría provocar el o la abstención de los comuns, y tal vez del PSC (me llamó la atención la larga conversación de escaño entre Eva Granados, portavoz socialista, y Sergi Sabrià, de ERC: me sale el kremlinólogo nostrat que llevo dentro).

Pero en realidad, casi nadie sabe nada. Hay diputados que pasean por el Parlament tan desconcertados como un koala viendo una película de Lars Von Trier: “Que me digan con qué programa haremos gobierno, yo he recorrido el país hasta el último día defendiendo unas cosas y luego no se ha cumplido nada”.

Mientras tanto, en el hemiciclo, Ciudadanos trata de que no pare la fiesta, The Show Must Go On, con iniciativas clónicas de pleno a pleno. Su más reciente obsesión es el presidente del Parlament, Roger Torrent. Claro, a falta de gobierno, Torrent es la máxima autoridad autonómica, ¿a quién darle caña, si no? Arrimadas le acusa de partidismo, y el resto de partidos, menos el PP, le saltan a la yugular a ella. Con especial saña la socialista Granados: ante una posible repetición de elecciones, el PSC anda “A la busca del área metropolitana perdida”.

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