En busca de árboles peligrosos en El Retiro
El parque afronta tareas de poda y evaluación de daños tras el temporal de viento y lluvias de la semana pasada
“¡Cuidado, ahí va!”, exclama un operario subido a una grúa mientras corta con una motosierra la rama de un pino piñonero. Dos personas que observan la escena retroceden un paso. Esta será la actividad que los madrileños pueden ver a través de la verja del parque del Retiro hasta, al menos, el próximo domingo. El recinto permanece cerrado mientras decenas de trabajadores se afanan en reparar los daños en el arbolado y en evaluar su estado tras el temporal de viento y lluvia de la semana pasada.
Aparte de recoger las ramas caídas y cortar aquellas que podrían caer en cualquier momento, los jardineros tienen que realizar un chequeo a más de 19.000 árboles repartidos en 125 hectáreas del parque. “Es muy peligroso, no podemos dejar entrar a nadie. Muchos árboles se han movido y es seguro que tendremos que quitar más de uno”, explica una jardinera.
Para estimar la probabilidad de que un árbol pueda caerse, hay que comprobar el grado de inclinación de la copa o la existencia de grietas en torno a la base del tronco. Los ejemplares con más riesgo de caída son marcados con un precinto atado al tronco. “En unos días está previsto que vuelva a haber viento, y hay que comprobar cómo responden los árboles afectados”, explica.
El pino que el 24 de marzo mató a un niño de cuatro años mientras patinaba cerca de la puerta de Reina Mercedes sigue en el mismo sitio donde se cayó, junto al restaurante Florida Park. El 21 y el 22 de marzo se había realizado una inspección que acabó con 21 árboles talados por riesgo de caída. El que mató al pequeño no fue uno de ellos. Inés Sabanés, delegada de Medio Ambiente, aseguró que los expertos no habían encontrado anomalías en el ejemplar.
Los jardineros consultados en el parque apuntan a una posible combinación de factores que provocaron el desenlace fatal. “Llovía sobre mojado, la tierra estaba saturada de agua y muy suelta. Si encima hacía ese viento... es posible que se cayera por eso”, sugiere uno de ellos. Aquel día, los vientos soplaban a 70 kilómetros por hora.
“Esto no es una ciencia exacta. Había otros que tenían muchas más probabilidades de caerse, y no lo hicieron”, lamenta la jardinera. No muy lejos de donde habla, la entrada de Reina Mercedes se ha convertido en un improvisado altar con velas y ramos de flores. Una lona blanca pintada reza: “Descansa en paz, pequeño”.
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