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La tuberculosis se estabiliza en Barcelona tras años de caída

El 2017 se cerró con 267 diagnósticos, algo más que en 2016 (260) pero menos que en 2015 (280)

Radiografía que muestra infiltración alveolar debido a la tuberculosas.Vídeo: Getty
Jessica Mouzo

La tuberculosis se resiste a desaparecer en Barcelona. La enfermedad, que mantenía una tendencia a la baja, lleva algunos años estancada con una tasa por debajo de los 17 casos por 100.000 habitantes de la ciudad. El 2017 se cerró con 267 diagnósticos, algo más que en 2016 (260) pero menos que en 2015 (280), oscilación no significativa a efectos epidemiológicos. Pese a los buenos resultados del Programa de Prevención y Control de la Tuberculosis desplegado hace 30 años, la complejidad social de los casos explica su estabilización.

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Expertos y responsables de salud pública buscan ahora la fórmula que permita mejorar la lucha contra la enfermedad tras los éxitos cosechados desde los años 90, cuando el aumento de los controles y la vigilancia intensiva consiguieron reducir la tasa de la dolencia en la ciudad un 75%.

La tuberculosis es la enfermedad infecciosa que ha causado más muertes en el mundo, por encima incluso del sida. Aunque sigue siendo un marcador de desigualdades sociales —se conoce como una enfermedad “de pobres” porque afecta especialmente a colectivos vulnerables en riesgo de pobreza—, los países más desarrollados no se libran de su azote. En Barcelona, los inmigrantes en exclusión social y las personas sin hogar siguen siendo las principales víctimas de la enfermedad. “El número de casos sigue siendo muy importante, pero en los últimos años estaba disminuyendo y ahora se ha estabilizado. El perfil al que afecta más no ha variado: gente más vulnerable desde el punto de vista social, con indigencia, adicciones a drogas, alcoholismo…”, señala el doctor Joan Pau Millet, director médico de Serveis Clínics, un centro de la red sanitaria pública especializado en el tratamiento de tuberculosis en personas en riesgo de exclusión.

La Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB) desplegó hace tres décadas un modelo de abordaje que ha conseguido reducir la incidencia pero todavía está lejos de las cifras que marca la Organización Mundial de la Salud (OMS) para entrar en fase de preeliminación, menos de 10 casos por 100.000 habitantes. Quedan cuentas pendientes: atención intensiva a los grupos de riesgo, programas de cribado y diagnóstico precoz.

Los expertos admiten que esa “estabilización” en los casos, que ha reducido el nivel de desaceleración de los últimos años se debe a la complejidad de los casos. “El programa de control de la tuberculosis está funcionando muy bien y por eso el número de casos estaba disminuyendo, pero esta disminución se ha estabilizado porque hay una gran necesidad y porque tenemos personas que vienen de países con alta carga de tuberculosis y pueden desarrollarla aquí”, apunta Millet. Coincide Jesús Ospina, médico de la unidad de Tuberculosis de la ASPB: “Hay mayor complejidad social por la situación en la que viven, su historia personal. Hay mucho estigma, tienen miedo y eso dificulta, por ejemplo, el estudio de los contactos”, una de las estrategias de la ASPB para detectar precozmente infecciones en el entorno de un paciente.

Los epidemiólogos ponen el acento también en la reducción del retraso diagnóstico que, en Cataluña, estaba alrededor de los 52 días en 2016. En la ciudad de Barcelona este retraso era menor. “Esta desaceleración podría ser un a causa de la crisis y la precariedad, pero las estructuras de control están funcionando. También puede estar relacionado con el cambio de flujo migratorio. Hay que mantener la guardia respecto a la sospecha de casos. Hay que coger el bisturí y afinar qué perfil está sufriendo más la enfermedad para volcar los recursos económicos y sanitarios”, agrega Millet.

Agentes comunitarios

Un papel fundamental para atajar el retraso diagnóstico y atender los casos vulnerables está en manos de los agentes comunitarios de salud, una herramienta más del programa de control de la tuberculosis de la ASPB. Sayid Abdelkarim, natural de Sudán, lleva una década entre los agentes comunitarios de la ASPB, una figura que trasciende las funciones de un simple traductor.

“Hacemos acompañamiento y seguimiento, les explicamos qué es la tuberculosis, que tiene cura…”, matiza. “Es una figura fundamental para paliar, no solo los problemas de comunicación, sino para aproximar el paciente a la enfermedad y al sistema y para romper barreras”, agrega Millet.

25 años con las tuberculosis más pobres

Serveis Clinics cumple este año un cuarto de siglo. El centro, concertado con el CatSalut, atiende los casos de tuberculosis con mayor complejidad social y aquellos que han desarrollado resistencia a los fármacos. “Ofrecemos los pacientes posibilidades de tratarse y decubrir todo el espectro de necesidades sociales. Aquí encuentran el apoyo sanitario y social que necesitan”, apunta Joan Pau Millet.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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