Como Jonás, en el vientre de La Pedrera
Los responsables del edificio de Gaudí incorporan efectos de luz y sonido a la visita para potenciar la idea de que la naturaleza inspiró de forma rotunda al arquitecto
En el relato bíblico Jonás fue engullido por una ballena después de que sus compañeros de viaje lo arrojaran por la borda pensando que él era el culpable de la tormenta que se había desatado y que hacía peligrar la vida de todos en ese barco. Después de tres jornadas viajando en el interior del enorme pez, el animal lo arrojó a la costa y Jonás se salvó de una muerte segura. Antonio Gaudí creó una arquitectura en la que los elementos de la naturaleza (animal y vegetal) son omnipresentes. Para rematar La Pedrera, su última obra civil donde condensó todos sus conocimientos y experiencias, creó en la buhardilla un espacio sin columnas ni paredes a base de arcos de ladrillo que reproducen el interior de un enorme pez que serpentea siguiendo la fachada exterior de este impresionante y único edificio. Si hasta ahora la experiencia era la de pasear dentro de este esqueleto de animal, a partir de ahora, la sensación será mucho mayor después de que los responsables del edificio, la Fundación Catalunya La Pedrera, ha incorporado a la visita, para hacerla más sugestiva e inmersiva, el uso de elementos de luz y sonido que permiten incluso oír la respiración y el latido del enorme corazón de la ballena y su movimiento dentro de un enorme mar.
Se trata, en definitiva, de aumentar la vinculación de este edificio —reconocido por la Unesco en 1984 como Patrimonio de la Humanidad— con la naturaleza y hacer sentir al visitante como si fuera un auténtico Jonás dentro de un enorme animal marino.
El año pasado el edificio de Gaudí recibió la visita de 1,2 millones de personas, siendo siempre uno de los que más trasiego de gente, la gran mayoría turistas, recibe en Barcelona a lo largo del año. “La idea no es aumentar la cifra, porque ya estamos cómodos con este millón, sino seguir siendo atractivos hacia los visitantes con nuevos alicientes”, explicó ayer Marta Lacambra, directora general de la institución. Y por eso, coincidiendo con las labores de repaso general del edificio que se realizan siempre a comienzos de año en las que se pintan paredes y repasan barandillas y pequeños defectos del uso cotidiano de esta mole de piedra, se ha llevado a cabo un cambio en la instalación eléctrica de parte del edificio, y se han puesto en marcha una serie de iniciativas para mejorar la visita.
Ayer por la mañana, los visitantes que recorrían el edificio y paseaban por la gran orografía natural que es el terrado, se sorprendían al comprobar que las chimeneas con forma de guerrero parecían haber tomado vida e incluso hablaban y recitaban con voz grave y profunda. Si prestaban atención podían reconocer los versos de Lord Byron, Luis de Góngora, Joan Maragall o Jacinto Verdaguer sobre estos personajes mitológicos que son los gigantes.
También podían escuchar en cuatro de los badalots, las enormes esculturas que protegen las escaleras de acceso al terrado, la naturaleza en ebullición, mediante un efecto sonoro que reproduce la tierra, el agua, el aire y el fuego en plena efervescencia, como si lucharan por salir al exterior e inundar la bella terraza que corona el edificio.
También podían ver ya proyectados los dos audiovisuales donde queda clara de dónde sacó toda su inspiración el arquitecto: las flores que decoran la pintura mural de las dos entradas; la vegetación fosilizada que ha acabado dando forma a escaleras y barandillas; las palmeras que se han transformado en columnas o las cuevas con estalactitas que se han transformado en caprichosos techos de yeso que decoran cada uno de los pisos y dan forma a los techos más impactantes de la ciudad.
Ala de un insecto
En un edificio en el que todo parece tener vida, lo primero que sorprenderá al visitante es comprobar cómo la cubierta metálica de la escalera del patio de la calle Provença, por donde bajaban a la calle los dueños del edificio que vivían en el piso noble de la casa (de solo 1.323 metros cuadrados) y que ha sido restaurada, es una inmensa ala de un insecto que parece moverse de forma acompasada (mediante focos de luz), en un lugar en el que el color de las paredes (azules, verdes y encarnados) contrastan con la sobriedad de las tres fachadas de piedra desnuda del exterior.
“A veces los edificios son mudos. Éste habla mucho y creíamos que para acabar de hacer un homenaje a la obra de Gaudí teníamos que poner de relieve algunos de sus inspiraciones y pensamientos. Es un edificio que respira naturaleza”, explicó Eudald Tomasa, del Grup Transversal que está detrás de las novedades y mejoras que han representado una inversión de 600.000 euros.
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