Santi Vila: “En Occidente hay que hacer las cosas ajustadas a la ley”
“2018 debe ser el año de la rectificación, no de la ratificación”, dice el exconsejero de Cultura de la Generalitat
Se apeó del Gobierno catalán horas antes de la votación de la independencia que el pasado octubre acabó con la intervención de la autonomía. Ahora, Santi Vila (Granollers, Barcelona, 1973) llama a una rectificación general del independentismo al tiempo que afea a este movimiento haber vivido más de “sueños” que de “realidades”.
Pregunta. ¿Realmente en algún momento llegó a creer que el proceso culminaría en una Cataluña independiente?
Respuesta. Yo siempre estuve convencido de que en algún momento seríamos capaces de conseguir un referéndum. También he sido consciente de la complejidad de la sociedad catalana y he vivido, perplejo, la incapacidad del Gobierno de Mariano Rajoy para plantear a los catalanes un “queremos que os quedéis” y no un simple “no os podéis ir”.
P. ¿Pensaba que el independentismo frenaría?
R. Yo creía que seríamos capaces de encauzar el conflicto.
P. ¿Por qué no fue posible?
R. Por muchas razones. En el Gobierno de Rajoy, más allá del inmovilismo, en muchos momentos se ninguneó el conflicto. Creían que esto se arreglaría solo. El error fue el inmovilismo y el ninguneo del problema. Analizar el comportamiento desde el punto de vista del soberanismo es más complejo. El soberanismo fue la variante catalana de la respuesta de las clases medias occidentales ante la constatación de que no podían suministrar a sus hijos el mismo nivel de progreso que habían tenido ellos. En EE UU esto se ha traducido en la victoria de Trump, en Italia el Movimiento 5 Estrellas.
P. Entiende pues que el soberanismo es una salida populista.
R. No sé si es populista, pero sí es una respuesta antipolítica. ANC y Òmnium se reivindican distantes de la política convencional. Esto lo hemos visto en otros países occidentales ante la pérdida de Estado del bienestar.
P. Usted intentó que Puigdemont convocara elecciones y no declarase la independencia. ¿Qué falló?
R. Fuimos muchos los que lo intentamos. Y obtuve el compromiso tácito del Gobierno de que no se aplicaría el 155 si se convocaban elecciones. Pero no conseguimos que lo que tácitamente se había pactado Rajoy lo explicitase enviando una señal de confianza a Cataluña. Para nuestra desesperación esto no pasó. También falló que vivíamos en un entorno emocionalmente irrespirable y continuamente alimentado desde las redes sociales. Cuando Puigdemont insinuó la posibilidad de convocar elecciones le acusaron de traidor. Finalmente, es conocido que el socio de gobierno, ERC, endureció muchísimo su oposición a la convocatoria electoral. Primero dijo que lo respetaba pero después viró a una posición más dura.
P. Ahora ERC quiere mostrar una imagen de mayor moderación. ¿Se lo cree?
R. Me alegro de que, poco a poco, todos nos vayamos serenando. Celebro este viaje al centro de ERC, ya veremos si es sostenible en el tiempo.
P. ¿Por qué no dimitió antes? Se aprobó la ley de desconexión con usted en el Govern.
R. Efectivamente, aquel fue el momento más lamentable aunque yo no tuve que votarla porque no era diputado. Durante aquellas semanas intentamos encauzar el conflicto. Yo estaba convencido de que eso acabaría con una convocatoria de elecciones. Al final no lo conseguí. Fracasé y por eso dimití.
P. ¿Le queda credibilidad al independentismo?
R. Todos debemos ser honestos y dar explicaciones. 2018 debe ser el año de la rectificación, no de la ratificación.
P. Empezando por los independentistas, supongo.
R. Efectivamente, y justificar, explicarse por qué decidimos que más allá de la movilización política no se podía seguir. Hay básicamente dos razones. El 1-O confirma que tenemos una sociedad absolutamente dividida. Y luego hay otro elemento y es que la sociedad catalana insistió en que no se estaba dispuesto a llevar la reivindicación política al conflicto social, lo que invalidaba la posibilidad de implantar la independencia.
P. ¿Y habrán aprendido la lección?
R. Creo que sí. El nuevo relato va en esta dirección. Muchos están constatando que, para que un proyecto de estas características se pueda llevar a cabo hay que ampliar muchísimo el apoyo social. Y que en Occidente hay que hacer las cosas ajustadas a la ley. Hubo más ilusión que realismo, más sueño que realidad.
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