El chapapote irrita al teatro
El público se enzarza a favor o en contra de la zarzuela ‘Maruxa’ que tiene el ‘Prestige’ como telón de fondo
Escribía Rosalía de Castro, matriarca de las letras gallegas, que “lugar más hermoso no hubo en la tierra” que su “Galicia encantada”. Estos versos abren Maruxa, obra que acaba de bajar el telón en el Teatro de la Zarzuela. Lo ha hecho renovada, con la intromisión de un elemento que ha escandalizado a parte del público: el chapapote.
Maruxa es una égloga pastoral ambientada en Galicia que, como señala Paco Azorín, director de escena de la adaptación, tiene un libreto simplón —dos pastores que se quieren— y una música soberbia, firma de Amadeo Vives. “Son dos pastores tontos que no saben ni leer, no me parece representativo del pueblo gallego en ningún caso”, expone Azorín. El director ha hilado el relato de los pastores, que ya no son tan tontos, con el del hundimiento del barco Urquiola, en 1976, frente a las costas de A Coruña, accidente que provocó una marea negra. En la Maruxa de Azorín decenas de voluntarios, vestidos con los monos blancos asociados al Prestige, corren entre el público para poder limpiar Galicia y su dignidad.
“No hemos venido a ver política”, resonó en el teatro en una de las primeras representaciones. “Yo no he pagado para ver chapapote”, gritó una mujer el pasado fin de semana desde uno de los palcos. El público se ha enzarzado, en más de una ocasión y en pleno espectáculo, en contra y a favor de la renovación de la obra justo en esta escena. Azorín argumenta que su pretensión no es hablar de política: “La política se hace en el Congreso y en los escenarios se hace cultura; quiero hablar del pueblo gallego, de la fortaleza inmensa que demuestra ante las tragedias que lo asolan año tras año, porque antes del ‘Prestige’ estuvo el ‘Andros Patria’, el ‘Mar Egeo’… por no hablar de los incendios”.
Los abucheos e insultos se han repetido “una o dos veces por semana”, pero según apunta Azorín, siempre ha sido una parte “minoritaria” del público, al cual califica de “inmovilista” por no aceptar la modernización de la zarzuela. “La carga dramática de Maruxa es insuficiente en el siglo XXI, es insufrible, así que hay que levantar nuevas estructuras escénicas, renovar los textos que sí cuentan con una gran música, que hay muchísimos, para que el género siga vivo”. Añade que estas personas se “desacreditan a sí mismas”, ya que se han escuchado insultos tan graves como “asesinos” hacia los actores, que permanecieron estoicamente sobre el escenario sin desafinar una nota. “Ellos están muy convencidos de lo que están haciendo”, asevera el director, que apoya su afirmación en que Borja Quiza, barítono protagonista, es gallego y además recogió chapapote.
Durante la disputa que el público mantuvo, la gran mayoría de los asistentes aplaudieron con fuerza para aplacar el ruido de las reprobaciones y pidieron en repetidas ocasiones respeto para los actores. Azorín se queda con este gesto de apoyo: “No ha dejado indiferente a nadie y eso es una maravilla”.
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