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El Centro Cultural de Terrassa logra ser autosuficiente tras un recorte del 40% de los fondos

Tras la desaparición del apoyo económico de las cajas de ahorro, la fundación celebra sus 35 años con una ambiciosa programación de danza

Fachada del Centro Cultural de Terrassa.
Fachada del Centro Cultural de Terrassa.Cristóbal Castro

Con la desaparición de las cajas de ahorros y sus Obras Sociales, entidades y centros que dependían de ellas tuvieron que aprender a caminar solos y ser autosuficientes. Uno de los que empieza a salir a flote tras la desintegración en 2010 de Caixa Terrassa es el Centro Cultural de Terrassa, que cumple 35 años. La negociación en los costes de los espectáculos y la reducción de la plantilla han sido claves para contener los números rojos. Para celebrar el aniversario, el centro apuesta por una ambiciosa programación de su punto fuerte: la danza.

La antigua Obra Social Caixa Terrassa se rebautizó como Fundación Especial Antigua Caixa Terrassa, que gestiona, como entonces, tres equipamientos: el Centro Cultural (donde se realizan espectáculos de teatro, danza y música, además de exposiciones), los talleres Fupar (de integración de personas con discapacidad) y la residencia de ancianos la Llar.

El Centro Cultural ha tenido que aplicarse para cuadrar sus cuentas y gestionar una reducción del presupuesto del 40%, que ha pasado de los 2,4 millones en 2009 (último año como Obra Social Caixa Terrassa) hasta los 1,4 del año pasado. Uno de los retos con los que deben lidiar sus responsables es la gestión del déficit, que este año se eleva a 300.000 euros (el 20% de su presupuesto). Durante la etapa de la Obra Social, era Caixa Terrassa la que insuflaba anualmente una inyección de líquido adicional para corregir los números rojos, según explica Josep Ribera director general de la Fundación Cultural Privada Caixa Terrassa.

Actualmente el Centro Cultural se financia con fondos propios —básicamente de la venta de entradas y del alquiler de espacios—, así como del patrocinio del BBVA, que supone el 15% del presupuesto. Y es que a pesar de la desaparición de las Obras Sociales, el banco no se ha desentendido completamente de la financiación de estos proyectos y en 2017 aportó 2,2 millones a la Fundación Antiguas Cajas Catalanas, que agrupa los equipamientos culturales y sociales de las desaparecidas cajas de Sabadell, Terrassa y Manlleu, que se fusionaron en 2010 en Unnim para acabar integradas en el BBVA tres años más tarde. El acceso a las subvenciones de la Generalitat les resulta casi imposible por ser una fundación que gestiona una entidad privada.

Para sobrevivir, la fundación tuvo que reducir casi a la mitad de la plantilla —que pasó de 18 a 10 personas— y recortar los costes de los espectáculos. “Ahora se negocia mucho más con las compañías. Antes probablemente cobraban demasiado, sabían que era la caja la que pagaba y que había dinero, pero con la crisis también han tenido que adaptarse”, explica el director de la fundación. Ribera asegura que este periodo de estrecheces económicas no ha afectado la actividad cultural. “Puede que hagamos más actividades ahora. Podíamos haber convertido esto en un casal, pero optamos por mantener la calidad de los espectáculos”, incide.

El Centro Cultural acoge desde conciertos sinfónicos a exposiciones, espectáculos de circo y programas pedagógicos. Pero su punto fuerte es la danza. De hecho, el egarense es el único equipamiento privado en Cataluña que ofrece una temporada estable de danza. Lo hace desde el inicio del centro, así que este año celebra su 35ª edición con un catálogo variado de diferentes estilos de danza, desde el clásico al contemporáneo, pasando por el flamenco.

La temporada arranca el 3 de febrero con una de las compañías contemporáneas más populares de América, Alvin Ailey II, y además contará con producciones exclusivas como Carmina Burana de Maria Rovira y con figuras de primer orden como la estrella del Bolshoi, Ivan Vaisilev. También actuará el Ballet de Catalunya, una compañía de reciente creación residente en el mismo Centro Cultural.

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