_
_
_
_
_

Los vecinos de centro se levantan contra la jungla de la carga y descarga

La agresión denunciada por dos mujeres por parte de un repartidor en el barrio de Chueca evidencia una situación que los residentes describen como insostenible

J. A. Aunión

Una mujer de 33 años describe una de las situaciones más violentas que ha sufrido en su vida. Fue hace tres semanas, en el barrio de Chueca, cuando increpó a un repartidor de bebidas que se había subido a la acera con el camión tapando casi por completo la puerta de su tienda. Entre insultos del hombre –“Eres una egoísta de mierda”, “quién va a querer entrar en tu tienda de mierda”— la tensión fue subiendo hasta que lanzó a sus pies una caja de botellas vacías —quedaron todas rotas en el suelo— en el momento en que ella intentó hacer una fotografía de la matrícula. La mujer no quiere dar su nombre por miedo al agresor, que acabó golpeándola en un costado al empujar contra ella valla metálica, según la denuncia que hizo después en la Policía. Tampoco quiere darlo la vecina de 59 años que la ayudó enfrentándose al repartidor, que le tiró el móvil de un manotazo y amenazó con atropellarla cuando se puso en medio de la calle para intentar retenerle hasta que llegaran los municipales.

Más información
Los hosteleros piden que sus clientes puedan aparcar en el centro en Navidad
Brigada vecinal antifolletos

Este es probablemente uno de los casos más extremos de los problemas de convivencia que generan continuamente en el centro de la ciudad los repartos a los numerosos comercios de la zona, lo que se conoce como carga y descarga. La mezcla no puede más explosiva: calles estrechas en las apenas caben dos coches y los camiones tienen que subirse continuamente a la cera simplemente para avanzar o girar; espacios reservados para la descarga que unos consideran muy escasos y otros demasiado abundantes (compiten con el resto de plazas de aparcamiento); repartidores que trabajan a destajo; vecinos cada vez más hartos…

Lo cierto es que un paseo cualquier día por los alrededores del mercado de San Antón con la ordenanza en la mano (por las calles de San Marcos, Augusto Figueroa, San Bartolomé, Barbieri, Libertad…) debería hacer sonrojar a cualquiera. Porque, sin esforzarse mucho, el paseante verá cómo se incumplen una tras otra las normas que dicen, por ejemplo, que los vehículos solo pueden efectuar las labores de carga y descarga en las plazas reservadas, a no ser que no haya una a menos de 100 metros, en cuyo caso se puede dejar “al borde de la acera o en lugares donde no se produzca perturbación en la circulación y, en ningún caso, la interrupción de la misma”. Tampoco las que dicen que “las mercancías se cargarán y descargarán por el lado del vehículos más próximo al bordillo de la acera o por la parte trasera” y que “en ningún caso se almacenarán en el suelo”. El vídeo que acompaña a este texto da buena cuenta de todo ello.

Pero, sobre todo, las vecinas que prefieren no dar su nombre por miedo muestran una sonrisa de medio lado al escuchar la siguiente línea de la ordenanza: “La carga y descarga se efectuará con el máximo cuidado, procurando evitar ruidos y cualquiera otra molestia a los vecinos, a los peatones o a otros usuarios de la vía”.

“Es tal la intensidad de vehículos de mercancías que circulan por un barrio, un barrio de calles angostas y sin apenas espacio físico, que las consecuencias para los vecinos están empezando a ser inadmisibles: daños en el viario y mobiliario público (pavimento y aceras hundidas, bolardos y señales arrancados); daños en los edificios (algunos elementos de las fachadas han sido arrancados al caso de los camiones); incluso algunos vecinos han sido agredidos físicamente por ciertos energúmenos”, dice Esteban Benito, portavoz de la Asociación de Vecinos de Chueca.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Una portavoz del Ayuntamiento habla de una “situación temporal”, por la remodelación de algunas calles del barrio que está sobrecargando otras, pero que se irá “normalizando” cuando terminen los trabajos. “En todo caso, los agentes de movilidad están al corriente e intentan facilitar las operaciones de carga y descarga en los horarios establecidos y minimizando en lo posible las molestias para los vecinos”, añade, recordando a su vez que las denuncias de este año por temas de carga y descarga (33.299 en toda la ciudad) son casi las mismas en el mismo periodo del año pasado (34.859).

Actividad comercial junto al mercado de San Antón, en Chueca.
Actividad comercial junto al mercado de San Antón, en Chueca.ÁLVARO GARCÍA

Sin embargo, los vecinos se quejan de la pasividad tanto de los agentes de movilidad (un ejemplo de la cual pudo comprobar este periódico el pasado miércoles por la mañana) como de la policía municipal. Además, extienden los problemas a todo el centro. “Hoy mismo [en referencia al jueves pasado] he tenido que llamar al 092 porque un camión estaba descargando botellas, con todo su ruido, a las 6.15 de la mañana en una zona como esta que es de máxima protección acústica”, se queja Saturnino Vera, de la Asociación de vecinos de La Latina y compañero de Benito en la Coordinadora de Asociaciones de Vecinos de Centro. Chueca, recuerda Vera, también es zona de especial protección acústica.

El empeoramiento en los últimos años de las condiciones de trabajo de los repartidores tampoco ayuda a mejorar la situación. Javier Navarro, de la federación de transportistas autónomos Uniatramc (vinculada a UGT), dice que una reforma legal de 2013 desprofesionalizó en la práctica el sector, fomentando una competnecia imposible. "Las jornadas de estos autónomos se hacen interminables ya que para mantener el contrato con tu cliente debes aceptar lo que te imponga, tanto en materia económica como en número de horas de trabajo y desgaste del vehículo". Esto no justifica en ningún caso, recuerda Esteban Benito, que los repartidores se salten las normas, ni mucho menos, que se ponga en peligro a los vecinos o, como ha ocurrido, que se les llegue a agredir.  

El Consistorio insiste en que las cosas mejorarán cuando todo el centro sea un área de prioridad residencial bajo el nombre de Área Central Cero Emisiones, previsiblemente a partir de mediados del año próximo. Entonces, la entrada de vehículos de no residentes estará restringida y los de carga y descarga tendrán un horario estipulado mucho más fácil de controlar: de 8.00 a 13.00 horas o hasta las 15.00 si se trata de vehículos no contaminantes.

Juan Carlos Mora, de la Asociación de Vecinos de Letras, donde están en vigor desde hace años restricciones similares por ser Área de Prioridad Residencial, asegura que, a pesar de ello, continúan los problemas. Por las numerosas descargas que se producen “a casi cualquier hora” y por un exceso de espacios reservados “que no usa nadie”. “Sin en mi barrio, que es el que mejor está, la carga y descarga es un caos, no me quiero imaginar cómo será en los demás”, dice Mora.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_