El río poético de Lluis Solà obtiene la Lletra d’Or
"La poesía es dialogar con uno mismo, y que eso tenga sentido en algún lugar es una locura, es pedir mucho en el mundo de hoy", afirma
“Las posiciones que tomas en la vida te atan, aquello que has hecho la moldea de tal manera que si pretendes luego, en un determinado momento, romperlo o no seguir con esa coherencia, implica que te desconoces a ti mismo”. Queda poca gente tan respetuosa y honesta a sí misma y, en consecuencia, con los demás, como el poeta Lluis Solà (Vic, 1940), que, claro, lo ha traducido en su obra. También quedan pocos galardones donde se premie a libro publicado, no haya dotación (más allá de un pin con la letra griega Phi, que simboliza el equilibrio), cuyos jurados no puedan superar los 50 años (momento en que han de cooptar a su sucesor) y que la editorial que ha publicado el volumen solo tenga el compromiso de corresponder con una fraternal comida al homenajeado y sus valedores, donde se le entrega la piececita, obra, desde hace tres generaciones, de los joyeros Capdevila. Así, de coherencia a coherencia, recibía ayer Solà el Lletra d’Or al mejor libro de 2016 por su Poesia completa (Edicions de 1984).
“Esa actitud te da una lógica, una amplitud vital, unos fundamentos que hoy son difíciles de encontrar”, le duele admitir a Solà. Viene a cuento porque desde que tiene conciencia poética, allá por 1958, nunca se ha presentado a un premio con dotación económica: “En los años 60 y 70, en un panorama en el que la normalidad no existía, una manera de luchar contras ello era esta, no vivir de premios sino de la edición del libro”, sostiene bajo una notable cabellera blanca y unas negras cejas como sus gafas. Lo asegura feliz porque el premio a un libro de 1.050 páginas le hace pensar que “quizá todo no está perdido, que el diálogo que para mí es la poesía igual funciona un poco”. Sostiene que para escribir poesía “o hay que ser muy inconsciente o tener mucho coraje porque en primera instancia la poesía es dialogar con uno mismo, y que eso tenga sentido en algún lugar es una locura, es pedir mucho en el mundo de hoy”.
Parece que Solà sólo publica cuando tiene una necesidad vital, como muestra, por ejemplo, que su primer libro, Laves, escumes, de 1975, contenía libretas redactadas durante 15 años; y ahora ha agrupado su obra añadiéndole la que escribió desde 1998, 42 libros nuevos. “La poesía es epocal, está atenta a aquello que vemos y escuchamos en el momento...”. ¿Y qué escucha ahora? “Para vencer su miedo, Goethe paseaba de noche por el bosque y se echaba al suelo boca abajo; yo lo hice para vencer el mío para combatir mi aversión al ruido, intenté ir bajo un puente cuando pasaba el tren: de día, paseo por el campo, y por la noche, por la ciudad: necesito tranquilidad para trabajar mis poemas”. Versos de una precisión formal y de una preocupación por la vida moral notables, cercanos en el tono vital al Beckett y al Handke que ha traducido.
“Mi poesía es un río que enlaza con otros los de Verdaguer, Maragall, Vinyoli, March... Quiere dar movimiento, aportar vida, servir de espejo de aquello que no entendemos”, dice quien tenía la ilusión, cuando empezó, de que “estaría bien que entrasen en el diálogo apenas dos personas, de que escucharan mis textos de verdad”. La edición de la Poesia completa casi ha agotado sus 1.100 ejemplares.
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