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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El chivo expiatorio

La portavoz del grupo de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Madrid sostiene que el equipo de Manuela Carmena es un mal gestor de lo público

Si en la reunión anual de vecinos de su bloque, el presidente de la comunidad le dijera que las cuentas del año cerrarán con un saldo favorable de 18.000 euros, seguro que todos los asistentes se mirarían contentos.

Hasta saber después que las prometidas obras de reparación de la cubierta por las que el presidente ya les había subido la cuota el año pasado, tampoco se realizarían este. Y que tampoco se sustituirían las luminarias tradicionales por unas LED, más eficientes.

Salvando la distancia, así es como está gestionando Manuela Carmena la ciudad de Madrid. Un presupuesto basado en cobrar mucho y gastar en poco más que en nóminas y servicios ya concertados por el Ayuntamiento, incluidos los contratos menores para afines y más afines.

En inversiones y mejoras, las que necesita Madrid, no. La mayoría quedan en un grandilocuente anuncio y en una nota de prensa. ¿Han visto ustedes alguna de las 4.000 viviendas públicas prometidas?

Así generan superávit los malos gestores de lo público. No porque hagan más (o al menos lo mismo de siempre), exigiendo un menor esfuerzo a los contribuyentes, sino a base de aumentar drásticamente la recaudación desde 2015. De los 4.400 millones previstos ese año a los 4.900 proyectados en 2018. Si en paralelo, además, se estrangula el gasto, pues producimos un excedente que estaría mejor en el bolsillo de los madrileños.

Y es que tras más de 2.000 modificaciones presupuestarias que vuelven locos a los técnicos, Madrid ejecutó solamente el 27% de las inversiones previstas en 2016; sin contar que a 30 de septiembre de 2017, estamos en un 18,7%.

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El señor Montoro es el responsable de las normas de estabilidad presupuestaria, e incluso de una interpretación de las mismas que puede no gustar a todos. Pero no se le puede atribuir este desaguisado presupuestario.

No es Hacienda la que ha decidido mantener el IBI en el tipo actual y dejar sin efecto el acuerdo del pleno de rebajar los inflados valores catastrales de Madrid.

Ni es la que deja sin resolver los recursos de los ciudadanos contra el cobro de plusvalías por transmisiones de inmuebles hechas a pérdida.

Ni se dedica a recaudar multas, que a 30 de septiembre llevaban acumulados 60 millones más de todo el importe previsto para 2017.

Tampoco quien ha dejado pendiente de construir escuelas infantiles y centros culturales, o de sufragar suministros a familias en situación de vulnerabilidad.

Ni fue quien decidió comprar por 104 millones —y sin acuerdo de pleno— el edificio de Alcalá 45, el 28 de diciembre de 2016, para saltarse a propósito la regla de gasto.

La única persona que reunía las facultades para esto y para llevar a Madrid a este callejón de difícil salida es el concejal de Hacienda, Carlos Sánchez Mato.

Y aun así, sigue al frente del Área Hacienda, impertérrito.

Como siguen al frente de otras concejalías y distritos ediles reprobados por el pleno municipal.

Y Carmena, atenazada, seguirá diciendo que su equipo es estupendo, y que la culpa de todo es del Gobierno, que nos roba.

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