Cambio de época
Paralelismos del momento en la nueva exposición del MNAC sobre las relaciones entre historia y arte
Son días raros para ir a ver exposiciones, y no solo por el clima político. El museo puede estar cerrado por huelga de sus trabajadores subcontratados, o abierto pero con los huelguistas en la entrada. Un conflicto, el de Ciut’art, demasiado oculto desde hace ya dos meses largos. Ahora están cerradas las exposiciones de la Fundación Miró. El Macba, que finalmente ha cambiado de subcontrata, ha perdido hasta 275.000 euros al dejar entrar a los visitantes sin pagar ocho semanas. La nueva empresa pagará mejor a estos trabajadores que se ocupan de la taquilla y vigilan las salas, con estudios superiores la mayoría. Les aumentará más del 30%, imaginemos la miseria anterior (cinco euros la hora o menos desde hace un montón de años, y otras explotaciones). Aún así, la huelga puede volver. Por su parte, el Arxiu Històric de la Ciutat sigue sin abrir, para desespero de todo el equipo y de los investigadores. Una tensión más en la dinámica actual entre cultura y consumo, entre política y cultura.
¿Son objetos perdidos, estos trabajadores? Se me ocurrió la imagen el jueves pasado, día histórico (uno más), en el MNAC, mientras escuchaba a su director, Pepe Serra, y luego al artista Francesc Torres, que ha revuelto los almacenes del museo y extraído de las oscuridades de los sótanos obras y objetos que cuentan lo oculto en la catedral del arte catalán. El resultado es una instalación más de Torres, que trabaja desde hace décadas en la relación entre arte e historia. Es extensa y compleja. Ocupa unas cuantas salas y se titula La caja entrópica. El museo de objetos perdidos. Algo así como ‘Qué nos cuenta el desorden de los objetos perdidos’ desde el almacén de la historia del arte que no los deja ver, pues la exposición va precisamente de las relaciones entre historia y cultura ocultas en el museo por antonomasia del arte catalán. Así como los trabajadores subcontratados nunca serán plantilla laboral, estas obras no tienen trato fijo de exposición (solo se pueden ver hasta el 14 de enero) y aunque saben mucho del museo pocas veces se les pregunta su historia. Ahora algunas han sido restauradas y por fin se ven.
Con todo, la primera impresión que me produjo la muestra fue que Torres ha puesto en escena tantas de las cosas que suceden ahora mismo en la vida política catalana y española. Los políticos se cruzaban cartas, el 155 sacaba la nariz por el horizonte y el artista y comisario termina la exposición con una ciudad de naipes de la baraja española. Muchos bastos. A su alrededor, cabezas de esculturas de la antigüedad y un mortero de la Legión Cóndor en la batalla del Ebro y una bomba (uno de los temas recurrentes en la obra de Torres). Todo enmarcado por una pantalla en la que vemos a Buster Keaton corriendo montaña abajo huyendo de un montón de piedras que ruedan tras él y le persiguen. ¿Lo que creemos saber nos acomete con violencia no prevista cuando vamos al fondo de las cosas? Los paralelismos con el momento histórico de ahora mismo están servidos.
Preparada durante dos años, parece pensada este otoño. Le pregunto a Torres qué anuncia hoy. "Un cambio de época", dice tras pensarlo, "puede que ahora mismo sume esa capa más de tiempo". A remarcar las pinturas de desnudos femeninos que fueron rajadas en 1952, cuando se celebró el Congreso Eucarístico en Barcelona, sin que se sepa cómo y quien lo hizo. Las obras no estaban expuestas sino en los sótanos del museo, entonces en el edificio del Parlament de Cataluña y se cree que el “feminicidio” fue cosa de un grupo de seminaristas. En otra sala de impacto, tantos retratos de Alfonso XIII, uno de Ramon Casas, una muestra de gran vasallaje que habitualmente está en el palacio de Pedralbes y no es muy conocido. Las pinturas de Sert quemadas en la catedral de Vic durante la guerra y una maqueta de las reconstruidas por él mismo después. En el “archivo subconsciente” que compartimos, alega Torres, no podemos ver una obra de arte quemada sin tener presentes las guerras del siglo XX; o las destrucciones del XXI. El retablo medieval de Bernat Martorell casi al completo, con las imágenes de los judíos cuyas caras fueron agredidas ya en su época. Las pinturas de los años republicanos que el museo logró salvar. Las puertas de la Casa Batlló que Joan Ainaud de Lasarte, entonces director del MNAC, rescató de la calle durante la posguerra.
Imágenes surgidas de los sótanos de la historia. Vayan a verla, merece la pena. Por ahora no hay huelga en el MNAC.
Mercè Ibarz es escritora y profesora de la UPF
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