Una flor XXL en el Palau
El artista Santi Moix recrea un mundo vegetal de porcelana en una sala del edificio diseñado por Domènech i Montaner
La Sala Lluís Millet del Palau de la Música, conocida como la sala de las columnas, está profusamente decorada porque así lo decidió su creador, el modernista Lluís Domènech i Montaner, que ideó un relieve de flores en las cristaleras que van de lado a lado y se asoman a la terraza. Ha sido en ese contexto y sobre una estructura de andamios donde se ha colocado una gran flor de porcelana realizada por el artista catalán Santi Moix, ciudadano de Nueva York desde hace tres décadas. Desde allí ha trabajado en el que califica como uno de sus proyectos más ambiciosos, la recuperación de la iglesia románica de Sant Víctor de Saurí, en el Pallars Sobirà.
“La flor que ahora se puede contemplar en el Palau es la que coronará el conjunto de la iglesia en el presbiterio”, explicaba el artista en la presentación de la exposición Seurí y formada por 10 obras de Moix, algunas de ellas presentadas en primicia, como la gran flor suspendida en la Sala Lluís Millet. La muestra la completan otras esculturas más pequeñas –que fueron prototipos- y un gran mural en flores de colores que trepan sobre un fondo blanco. La otra pieza singular del conjunto es un mural de grandes dimensiones colocado justo bajo el órgano en la sala de conciertos. Apunta Moix que la luminosidad de las piezas de porcelana y su colorido se pueden apreciar mejor en el Palau que en la iglesia de Saurí porque ésta, románica, no deja entrar mucha luz.
Es la primera vez que el artista catalán trabaja con porcelana: “quería algo fuerte pero que tampoco se impusiera y algo con lo que la gente se sintiera cómoda”, prosigue. Colores, naturaleza son constantes en la obra de Moix que asegura que es fácil reflejar la explosión de flores si se entiende la naturaleza: “se trata de valorar lo que más has querido, la vida del campo”. El pintor reconoce la influencia del imaginario japonés en la representación de las flores que llega a pintar de múltiples formas y con materiales diversos. Por ejemplo, las que trepan por el mural de plafones blancos de la Sala Lluís Millet están hechas con una mezcla que les da color y forma en una fina capa que se puede adherir y despegar de cualquier superficie: “la idea más clara es la de la calcomanía”.
Moix fue renuente, al principio, a aceptar el encargo de recuperar la iglesia de Sant Victor de Saurí. La idea partió de la propia población de la localidad del Pallars, donde el artista veraneó en su niñez y juventud. La iglesia se había deteriorado mucho y la transformación fue planteada como una forma de poner remedio a la decadencia en la que había caído el templo religioso. El proyecto ideado- y prácticamente ya casi acabado- por Moix unía la tradición del románico catalán de la pintura al fresco con una estética contemporánea innovadora. “Acepté al final porque lo interioricé como una forma de devolver la autoestima a la gente de montaña. Hacer que se colaran los colores del valle en la iglesia”, comenta.
Flores que están presentes en gran parte de la trayectoria del artista catalán que en mayo pasado fue el protagonista de otra exposición en la galería Carles Taché en la que la naturaleza fue el leitmotiv. En la presentación de la muestra del Palau, que se podrá ver hasta el 12 de noviembre de forma gratuita con la entrada a un concierto o con la de visita guiada al edificio, hubo quien sugirió que alguna de las piezas se quedara en el Palau. El precedente de ello fue la gran escultura de Jaume Plensa que se colocó en el vértice de la fachada del edificio más cercano a Via Laietana con motivo de una exposición del artista en el Palau en la primavera de 2016 y que, finalmente, quedó allí ubicada tras un acuerdo al que llegó el consistorio y el propio Plensa. Mientras Joan Ollé, el director del Palau sonreía ante la sugerencia, Moix ni confirmaba ni desmentía.
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