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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El Leviatán

Cataluña anímicamente ha desconectado prácticamente por completo de España

Cristian Segura

Hace meses que esperaba el 1 de octubre con angustia. Muchos conciudadanos querían que llegara el día para participar con alegría o con la euforia de la rebelión y de sentirse parte del colectivo. Mi angustia era porque veía posible que estas personas ilusionadas sufrieran la violencia policial. Preveía que los catalanes se encontrarían con lo que un amigo define estos días como “el Leviatán”, la bestia que Dios utiliza para castigar a sus hijos: el uso de la fuerza por parte del Estado.

El pecado principal de los hechos del 1 de octubre es la intervención policial. Enviar al 60% de los antidisturbios de España a Cataluña consiguió lo contrario a garantizar la seguridad pública, disparó la tensión y dejó a cientos de contusionados. El resultado: en mi entorno, eminentemente conservador, prácticamente todo el mundo fue a los centros de votación del 1-O; incluso conozco a votantes de Ciudadanos que participaron. Cataluña anímicamente ha desconectado prácticamente por completo de España.

España ha evolucionado mucho en los últimos 30 años, también el autogobierno de Cataluña. Vivimos en unas condiciones de bienestar envidiables para la mayoría del planeta. Pero hay un problema catalán que viene de lejos. Mi abuelo era un hombre de mucho orden; a principios de los noventa, siendo yo un niño, me dijo —lo recuerdo al pie de la letra—: “España solo tiene futuro si se convierte en un Estado federal”. Yo a duras penas sabía qué quería decir “confederal” o el modelo suizo del que me hablaba. Pero todo aquello que me dijo mi abuelo, y que mucho antes dijeron otros, parece más vigente que nunca.

El independentismo quería empujar al Gobierno central a un callejón sin salida y este ha caído en la trampa. Aunque también podría ser que el PP aceptara el envite para mayor satisfacción del nacionalismo español. Artur Mas aseguró el pasado febrero que “debemos tener un esquema de movilización organizada que haga muy difícil al Estado impedir el referéndum o que sea enorme el precio que tenga que pagar para impedirlo. Quim Arrufat, en septiembre de 2016, afirmó que había que llevar la consulta “hasta como mínimo hacer entrar en contradicción antidemocrática al Estado y que tenga que recurrir a algún tipo de fuerza legal o fuerza bruta [...] Para que tenga que reprimir, si quiere reprimir, hasta las últimas consecuencias”. La unilateralidad del referéndum y de la ley de desconexión, a partir de un parlamento fracturado, fue un atentado al Estado de derecho y a la base de la democracia. Así ha sido escrito en el Financial Times, Die Zeit, The Economist, Le Monde... En la misma proporción los diarios internacionales exigen diálogo y detener la vía policial, y muchos ven en una consulta pactada la clave para salir del camino al abismo. “Entramos en la dimensión desconocida”, valoró Mas en 2012; “territorio desconocido”, reafirmó Carles Puigdemont en su investidura. Algún día deberíamos también preguntarnos si la convocatoria de la jornada electoral, cuando ya estaba desarticulado su funcionamiento y garantías básicas, fue responsable mantenerla.

El independentismo ha puesto en jaque al Estado y ahora buscará rematar la partida tensando más la situación. ¿Huelga indefinida? ¿Declaración unilateral? Tensar puede suponer que el Estado suspenda la autonomía, recurra al 155 y detenga al Govern. Todo esto dispararía el apoyo al independentismo y, según desea la Generalitat, forzaría la intervención de la Unión Europea. Y aquí es donde la ansiedad resurge, porque es donde los catalanes se encontrarán cara a cara con el Leviatán: es muy difícil que los grandes poderes europeos reconozcan la unilateralidad, porque eso estarían haciendo si aceptan que hay que intervenir. La Comisión Europea insistió ayer en que es un problema interno de España y que la Constitución debe respetarse, lo mismo que el Foreign Office británico. El primer ministro belga ha criticado la acción policial. ¿Puede ser que esté preocupado por si los flamencos se plantean romper Bélgica unilateralmente? Los escoceses, con el Brexit en marcha, también podrían plantear lo mismo.

El Leviatán, por muchas portadas de diario, manifiestos y ONGs que lo critiquen, no se detiene si sus intereses y el sistema están amenazados. El Gobierno alemán, si considera que hay que someter a Grecia, la somete; si el presidente francés tiene que declarar el Estado de emergencia en la banlieue, lo declara. Si Mariano Rajoy decide que una revuelta hay que detenerla, lo hará. Es el poder más cruel, el de los grandes Estados.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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