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LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una de mejillones, con Pla

Aperitivo en la fonda l'Estrella con lectura en voz alta de textos del autor

Carles Geli
Josep Pla, a la derecha, y Sebastià Puig, 'l'Hermós', tomando un aperitivo.
Josep Pla, a la derecha, y Sebastià Puig, 'l'Hermós', tomando un aperitivo.

El puñetero mejillón escapa por tercera vez; eso sí, medio desmontado ya. ¡Qué se creía! Pero en su cobarde y suicida plongeon desde lo alto del largo mondadientes me bautiza el pantalón beige con un anaranjado lamparón de escabeche de aúpa. Menudo vermutito. Que me esté peleando un aún caluroso sábado de septiembre con el pastoso y biodegradable molusco es culpa, de nuevo, de la funesta manía de leer. “En totes les coses de la vida es pot fer el boig. En la cuina, mai". ¡Ahí está mi Josep Pla! Vale: lo dice quien podía pasarse el día sin comer si la criada Mercè, en los años 50, debía ausentarse del mas; o el que aguantaba la jornada con una tortilla de espárragos trigueros, o dos huevos fritos (comida), o un tazón de leche y una tostada (con suerte, con un pellizco de queso, gran cena). “Les meves possibilitats d’absorció alimentària han estat sempre molt precàries”, confiesa quien, por otro lado, en casa comía de pequeño pollo con langosta (“plat perillós”) y de la cocina solo le interesaba “l’eficàcia”: “El luxe, en el menjar, com en tot, em deprimeix”. Ya somos dos.

“Se trata de fer agafar gana… de leer a Pla”, promete la joven que se presenta con la algo pomposa adscripción al Servicio Educativo de la Fundación Josep Pla. Consiste la cosa en leer en voz alta unos textos del autor y comentarlos ante un vermut. Al arrancar, con prisa prusiana, están cuatro parejas de esas que parece que han pasado el rubicón de toda sorpresa en la vida y fluyen por las remansas aguas de prejubilaciones que hay que llenar con experiencias diversas.

El rincón, con sus cojines y demás, tiene un punto chill-out, curioso contraste con la arquitectura del patio interior medio cubierto y ventanas flamígeras, vestigios de la primigenia Fonda Estrella de Palafrugell, de 1605, “bona fonda, neta de robes i de cuina mengívola i honesta (…) hostal arreglat: pensió completa, tres pessetes”, leeremos después en Pla. Sigue en activo la posada y ahora unos jóvenes resucitan su patio y antigua cuadra (“de rendiment” por los carreteros que paraban) abriendo el bar y programando cosas acordes con los cojines.

Como convocado por la tramontana (“una força que sembla que hi podrieu penjar l’abric”) del fragmento d’El meu poble con el que empieza la actividad llega, elegante polo rojo, gafas de sol que no se sacará y moreno de toda la vida, “el senyor Sunyer… que va conèixer Pla”, como le saluda la guía. La cosa promete porque, además, ya se han solicitado las bebidas y la teca aterriza rauda. Soy, digamos, trending topic: pedí vermut negro. Un homenaje tácito a Pla: descartados un brut nature o un blanc de blancs del Loire que siempre recomendaba, éste no sé si es Martini, pero al autor de El que hem menjat le encantaban los cocktails con él. Y si no, le seducía el gusto de los aperitivos italianos, “amarg, que és el gust de l’existència, i els seus colors són els de les il·lusions més persistents i irrealitzables de la vida”.

Los textos van pasando y nadie, pudor menestralillo, se atreve a tocar nada. El señor Sunyer será el primero, peleándose con la rodaja de naranja y la aceituna del vermut. Abierta la veda, es evidente que conocía a Pla: ataca las anchoas, debilidad del escritor. Pero esas no las hubiese aprobado el murri de Llofriu porque tendían a ese “peix salmorrat” que ya aborreció en los últimos años de su vida (“Ara són indefectiblement immenjables, pèssimes”), lejos de esas de Cadaqués, para él las mejores, que lucían aquel “color caoba rogenca aquilotada”, sabor y aroma “essència de peix”, en boca “suau i llisquent”.

Cuesta seguir las lecturas, de un Pla más bien planito, pese al esfuerzo de los asistentes por buscar la supuesta entonación del gran escritor, voz para mí siempre jamás vinculada a la del actor Alberto Closas. Las maletitas de los huéspedes del hostal en su arrastrada fricción con las piedrecitas de la cuadra dificultan ese diluirse, esa calma, ese mimetizarse en el paisaje que propone ahora en Un viatge frustrat, nunca mejor titulado, un texto que acaba padeciendo una inopinada banda sonora a partir de una joven que se contorsiona y canta a los afónicos acordes de un guitarrista con cola de caballo. La cuota del cojín, sin duda.

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He perdido ya el hilo porque hago un marcaje gastronómico a Sunyer, que ensarta un mejillón; contraataco, pero pobremente, con una aceituna: él está mejor posicionado en la mesa. Derrota total porque la elección del molusco no es menor: Pla cree que son superiores de una manera “òbvia i assegurada” al caviar, las ostras y el foie-gras, eso sí, si son de roca y “plens i de bona mida”; los mejores, los de la costa de Torroella y los del norte de Cap de Creus.

La guía también picotea mejillones, si bien desconoce el sibarítico ranking de Pla, como lo de las anchoas o el vermut o si el uso del triunvirato de adjetivos era genuino del escritor o moda generacional: igual hay clases de refuerzo en el Servicio Educativo... Ya no sé en qué momento de la deshilachada tertulia, Sunyer se pregunta por qué no se reedita la Historia de la Segunda República española. Como lleva las antiparras, no calibro la malicia o inocencia de la pregunta ante un libro que Francesc Cambó pagó, en el que Pla plasmó toda su bilis antirrepublicana y que su editor Josep Vergés eludió en las obras completas.

Languidece la charla entre el ya desacomplejamiento ante los platillos y un ir picoteando también por anécdotas planianas, todas del enigmático Sunyer: que si su cocinera se llamaba Lola, que si solo le hablaba de tú a su hermano Pere y a Vergés o que sus ahorros los tenía en Suiza y no en Portugal como se rumoreaba porque “de los portugueses no se fiaba”. ¿Cómo lo sabe? Lo de los dineros me lleva al triste cálculo de dividir los 10 euros de la actividad por lo consumido, qatariana ratio de la que me aleja un soplo de la guía: el enigmático contertulio es Frederic Sunyer, pariente de Pla, expresidente del patronato de la fundación del escritor y exalcalde de Palafrugell.

El meu ideal culinari és la simplicitat, sempre amb un determinat grau de substància”, recuerdo de Pla con una mueca: el hielo también ha maltrecho mi vermut.

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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