Apología del grafiti
El artista urbano Spok Brillor expone su obra por primera vez en una galería de su ciudad natal. En sus obras utiliza neones de edificios míticos abandonados como los Cines Madrid
La primera vez que a Félix Reboto (Madrid, 1979) le pagaron por pintar un grafiti fue por decorar una puerta de un restaurante con la imagen del Hombre con la mano en el pecho de El Greco. Le pagaron 5.000 pesetas, todo un tesoro para un chaval de 14 años. Dos décadas más tarde su alter ego, Spok Brillor, expone su obra en solitario por primera vez en su ciudad natal y lo hace en una galería de arte, la Kreisler (Hermosilla, 8). El concepto que aúna las obras que cuelgan de las paredes es la apología del grafiti como obra de arte. "No voy a caer en el tópico de decir que está de moda ahora, pero creo que ahora por fin sí que está reconocido y una muestra de ello es que alguien como yo exponga su obra en una de las galerías con más solera de Madrid", explica sentado en un sofá mientras en la sala contigua los visitantes contemplan su trabajo.
Su mirada se compone de muchos momentos Stendhal (maravillarse ante obras de arte), como explica él. Instantes en los que un rincón o una calle le transmite algo que capta con la cámara de su móvil y luego transmite a su pintura con toques oníricos, surrealistas y futuristas. En algunos de sus cuadros la realidad se desdobla. Las escenas se acercan más a lo que podría ser una alucinación que a lo tangible. Muchas de sus composiciones se desarrollan en la noche, "la nocturnidad es algo inherente al grafiti por eso me gustan más representar esa hora, es mucho más fácil pintar un foco de luz en una escena oscura", señala el autor.
En esta muestra y por primera vez, el artista madrileño expone piezas en las que incluye neones. Incluso aquí ha tratado de buscar la parte poética al buscar su materia prima en locales míticos abandonados como los Cines Madrid y la tienda Fajas Ruiz. "Es un nuevo camino que me ilusiona porque sé que me queda mucho por explorar en este sentido. También me gusta el concepto, el hecho de que coges algo abandonado y lo vuelves a hacer brillar", apunta.
400 ISO es el título que sirve de paraguas a este proyecto y que tiene varios significados. Representa por una parte la relación entre la fotografía y las pinturas de Spok Brillor y también es una especie de código secreto de los grafiteros de los años 90. "Cuando pintábamos por la noche colocábamos la cámara con un ISO (función que permite equilibrar la cantidad de luz que entra) 400 porque te permite obtener imágenes de alta sensibilidad sin que se viera el grano", explica.
Muchas de esas estampas reflejan la ciudad de Spok Brillor, su "refugio emocional", y así vemos su visión de lugares como Callao, la plaza de los Mostenses, la calle San Bernardo o incluso las paradas de metro con los lugares que representan algo significativo para él. "Pero hay mucho mundo por descubrir, cuantos más estímulos mejor", afirma este artista que ha viajado por todo el mundo gracias a su trabajo.
ISO 400 permanecerá en la galería Kreisler hasta el 3 de octubre.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.