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OJO DE PEZ

Manjar de tribu por WhatsApp

La receta de un plato tradicional autóctono cabe en un mensaje de 35 palabras

Un manjar, un plato, sobrevive por los siglos si se soporta en una receta básica porque está impreso en el disco duro colectivo del litoral.
Un manjar, un plato, sobrevive por los siglos si se soporta en una receta básica porque está impreso en el disco duro colectivo del litoral.A.M.

Una idea de los pequeños placeres rituales de los insulares, una receta sumaria de un plato tradicional de la cocina autóctona de transición del verano al otoño, cabe en un WhatsApp de 35 palabras, apenas. Cierta cocina pública actual a la moda, sus devotos, exégetas, divulgadores, popes y gurús, parece que requiere ámbitos de exhibición personal para la ciencia, apostolado, la escuela y el negocio de los predicadores.

Un manjar, un plato, sobrevive, por los siglos, año a año, si se soporta en una receta básica y porque está impreso en el disco duro colectivo de los individuos, del litoral en este caso. La presentación de la lampuga amb prebes debe entrar en un mensaje flash, concreto y descriptivo, casi como son las lápidas estelas mortuorias de los primeros pobladores, con escritura.

Las lampugas —una pesca cuantiosa, revoltosa— están dibujabas y narradas por los clásicos relatores del Mediterráneo, figuran en piedras, libros, frescos y mosaicos de más de tres mil años atrás. Pero en este entorno occidental, en Mallorca especialmente, es donde se suele adorar este pescado en la mesa, sin ser el mejor bocado del mar, ni mucho menos.

Un amigo debe poder ofrecer a otra persona cómplice que le interpela curiosa los detalles sobre esta comida casi inevitable entre nativos, pesca de temporada fugaz, apenas dos meses largos. A través del WhatsApp en diez rayas se apunta como se corta el cuerpo acerado, de plata y oro como una hoja de espada.

Sin misterio, se sala, enharina (o no) y las porciones se pasan por la sartén. Lacónicamente se indica como debe quedar su carne y la hortaliza que viste la lampuga. Se han de freír por separado los dos únicos ingredientes de la dicha ‘lampuga con pimientos’ y unirse con el aceite saboreado por el vegetal.

Los pimientos rojos, gruesos, maduros, rotos a mano, sin cuchillo, caramelizados en una sartén —cubierta—, sin quemazones de su piel, no son una guarnición, son el envoltorio, sustancial. Plato rápido, barato, que puede tomarse recién hecho o frío.

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El mensaje anuncio, privado, cordial, suele acabar bien: el plato es un gran matrimonio de matices, una pareja gastronómica de hecho que se explica en el tenedor con su contraste, la carne frita no es muy fina pero si muy sabrosa y curiosa.

La lampuga (resplandor, relámpago) llega a la costa con la temperatura alta del mar y los temporales agosteños del estío. La pesca —al alba y al ocaso— sucede también cuando se da el pleno de la cosecha total de los pimientos rojos (fritos o asados, otra posibilidad). Así nace, en los ciclos naturales y el clima, La Cocina. Comida de temporada, del mercado, anudada en la memoria familiar, privada, en las caras y las manos de quien guisó y comió contigo aquel plato, que mostró los detalles y resolvió las preguntas que ahora no siempre sabes responder.

Las recetas básicas sobre los hechos inmediatos, comida lógica de tribu que se expresa en los detalles de la identidad territorial, cultural, por necesidad. Los recetarios no deberían ser prospectos de medicina o resumen de apuntes de una programario informático.

Desde Malta hasta Hawai pasando por Túnez, Sicilia, Florida, o Japón hay decenas de preparaciones tradicionales y exclusivas de cada uno de los ámbitos donde consideran—como en Mallorca— que la lampuga o dorado son peces propios y exclusivos de sus aguas.

Giovanna, desde Sencelles, fue la persona que deseaba preparar a su pareja el pescado mallorquín mítificado. El manuscrito, no dictado ni tecleado en el ordenador, cupo en una sola pantalla de teléfono. Y se agregó también que con la lampuga se pueden hacer fideos, arroz seco, cocinarla al horno, a la plancha, a la sal, comerla en crudo en carpaccio, cebiche o a la japonesa.

Ante la falta de guías autóctonas libres —no una lista de apariciones retribuidas, compradas— fluye la prescripción privada, no comercial ni interesada —retribuida— de una lista de de productos locales, transcomidas tradicionales y restaurantes con referencias, tradición y eficacia.

El crédito de un prescriptor de comidas, de recetas de cocina, queda en entredicho en 40 palabras. La divulgación del producto, su elaboración precisa y abierta debe ajustarse al criterio del consumidor comensal los contenidos necesarios.

Tras la recomendación del mensaje WhatsApp —breve, encapsulado— la pescadera del Cantàbric de Palma facilitó el material para la clase práctica: una lampuga mediana y un rojo pimiento de Montuiri del huerto de su hijo, sin química.

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