El imán de Ripoll no dio muestras de fanatismo en la cárcel
Interior dice que estuvo bajo vigilancia y que se la retiraron a mitad de condena
Reconstruir la vida y obra del presunto cerebro de los atentados de Barcelona y Cambrils, Abdelbaki es Satty, es un reto pendiente para los investigadores. Está fuera de dudas que, como imán de Ripoll (Girona), fanatizó a los jóvenes —incluidos varios menores de edad— que acabaron perpetrando los ataques. Pero no está tan claro cuándo ni de qué forma se radicalizó él mismo.
La mayoría de expertos cree que vivió ese proceso hace más de una década, cuando frecuentaba la mezquita Al Furkán de Vilanova (Barcelona), dirigida por un hombre próximo a Al Qaeda que fue procesado por enviar a muyahidines a combatir en Irak y Afganistán. Ese hombre, así como el resto de acusados, fueron finalmente absueltos; algunos, por cuestiones formales. Otros matizan, sin embargo, que la radicalización de Es Satty pudo producirse (o reactivarse) más tarde, entre 2010 y 2014, durante su estancia en prisión, pese a que no diera muestras de ello.
Las cárceles, coinciden los expertos, son “un caldo de cultivo” en esos procesos, pues facilitan el contacto entre presos y sus relaciones de jerarquía y dependencia. También existen mecanismos para detectarlos que, en el caso de Es Satty, se activaron parcialmente.
El futuro imán de Ripoll fue objeto de seguimiento para “contrastar si existía o no un proceso de radicalización”, según Instituciones Penitenciarias. Esa supervisión, sin embargo, se interrumpió a mitad de condena (septiembre de 2012), después de que los equipos de evaluación de la cárcel de Castellón I “no apreciaran evidencias de un proceso de radicalización ni muestras de fanatismo”, según las mismas fuentes.
121 kilos de hachís
Es Satty fue detenido y enviado a prisión en 2010 por intentar introducir en España, desde el puerto de Ceuta, 121 kilos de hachís en el interior de una furgoneta. Nunca aceptó la condena —culpó a tres hermanos marroquíes de obligarle a hacerlo, aunque los tres fueron absueltos— y en prisión remitió diversos escritos a la fiscalía y al Defensor del Pueblo alegando que había sido víctima de una injusticia.
En la cárcel de Castellón, Es Satty fue incluido en el Grupo C, que según Instituciones Penitenciarias incluía a los presos a quienes había que “realizar un seguimiento y contrastar” si eran objeto de un proceso de radicalización. Otras fuentes penitenciarias subrayan, en cambio, que esa categorización no existió sino hasta 2014. En 2011, solo había medidas de especial seguimiento para internos incluidos en los FIES (Ficheros de Internos de Especial Seguimiento). Instituciones Penitenciarias, sin embargo, subraya que es Satty nunca estuvo clasificado ni en FIES ni en primer grado, sino solo en régimen ordinario.
En cualquier caso, Es Satty “fue excluido” de ese seguimiento en septiembre de 2012, por lo que durante los dos años siguientes (salió de prisión en abril de 2014, tras cumplir la pena) no estuvo bajo ese control. Eso siempre según Instituciones Penitenciarias, porque otras fuentes sostienen que ese seguimiento no pudo producirse.
La normativa actual incluye en el grupo C a los internos que, “sin estar implicados en delitos de terrorismo, presentan indicios de fanatismo islamista, en situaciones de frustración personal o exclusión social, particularmente vulnerables para su captación y radicalización”.
Las fuentes consultadas desmienten, en la línea de Instituciones Penitenciarias, que Es Satty se radicalizara en prisión. Y rechazan, en particular, las informaciones publicadas que apuntaban a que mantuvo contacto allí con Rachid Aglif, alias El Conejo, uno de los miembros de la célula yihadista responsable del 11-M. Aglif fue condenado a 18 años de cárcel por colaboración con organización terrorista y tráfico de explosivos. Niegan el contacto entre ambos, sobre todo, porque mientras que Es Satty estaba interno en Castellón I, El Conejo lo estaba en Castellón II.
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