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“Mira la que hemos armado”

Madrid celebró por vez primera en su historia el Orgullo Mundial, que atrajo a 2,3 millones de personas

La activista Boti G. Rodrigo en la plaza de Pedro Zerolo.
La activista Boti G. Rodrigo en la plaza de Pedro Zerolo.Victor Sainz
Pablo León

Boti G. Rodrigo (Madrid, 1945) ha sido muchas cosas en su vida. Pero por encima de todo, ella es activista: “Nunca he hecho nada con tanta ilusión. Me conmueve pelear por lo que soy”. Su primera lucha fue contra su nombre. “María Dolores sonaba muy triste”, cuenta, “en clase había una niña a la que llamábamos Boti, pero a ella no le gustaba. Un día nos dijo que no la llamásemos así. ‘¿Entonces el nombre queda libre?’, pregunté”. Boti es lesbiana, luchadora por los derechos del colectivo LGTBI+ —“el de la diversidad sexual, de género y familiar”, apunta—, y el pasado 28 de junio fue una de las responsables de recibir, rodeada de miles de personas, el World Pride; el Orgullo Mundial, que por primera vez se celebraba en Madrid y que, según datos del Ayuntamiento, atrajo a 2,3 millones de personas y dejó un impacto económico de 115 millones de euros de gasto directo. “Fue muy emocionante hablar al mundo”.

“Madrid ha dado este año un ejemplo de auténtica lucha por la libertad, la diversidad y la visibilidad”, describe el evento, que se celebra cada cuatro años en una ciudad diferente del mundo. Habla tomando un café en la Plaza de Pedro Zerolo, “la plaza de mi amigo”, matiza Boti, que ha ejercido de presidenta de la Federación Española de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). Este año, España celebraba también 40 años de la primera manifestación que reclamaba derechos para el colectivo y la capital fue elegida sede del Orgullo Europeo. Era la primera vez que la misma ciudad acogía ambos eventos.

“Hace cuatro décadas un puñado de activistas salieron a la calle contra las leyes fascistas y pidiendo derechos. Desde entonces, mira la que hemos armado y todo lo que hemos revuelto este país. En España hemos alcanzado cotas de libertad inimaginables”. Boti mira atrás en el tiempo y recuerda que no fue hasta 1978 cuando se despenalizó la homosexualidad. “Muerto el dictador, con la Constitución promulgada, con una amnistía a los presos políticos… nosotras seguíamos perseguidas y en las cárceles. Nadie hizo nada. Fuimos nosotras mismas las que conseguimos la libertad”.

Boti G. Rodrigo, con Pepón Nieto, Cayetana Guillén Cuervo y Topacio Fresh, durante el pregón del Orgullo Mundial celebrado en Madrid el pasado julio.
Boti G. Rodrigo, con Pepón Nieto, Cayetana Guillén Cuervo y Topacio Fresh, durante el pregón del Orgullo Mundial celebrado en Madrid el pasado julio. Kike Para

Pasa por su mente el efervescente activismo de los años ochenta, la pandemia y estigmatización social que conllevó la epidemia de SIDA de esa época y el resurgir del colectivo, “como un ave fénix”, en los noventa. Así llega a 2005, cuando el Gobierno de Zapatero aprobó la Ley de Matrimonio igualitario. Y reseña 2012, cuando el Tribunal Constitucional rechazó el recurso del Partido Popular contra esa norma. “El PP nos tuvo años en la cuerda floja. Si hubieran podido, nos hubieran echado para atrás”, apunta Boti. Ella se casó amparada por esa norma. Luego se divorció.

“En la época de Aznar en la Moncloa, un representante del Gobierno nos reunió: ‘Puedo ofrecerles una ley de parejas tan amplia como ustedes quieran si renuncian a la palabra matrimonio’. Dijimos que no, que queríamos los mismos derechos que el resto de ciudadanos, que queríamos el matrimonio”. El representante gubernamental acabó la reunión diciendo que eso nunca se iba a conseguir: “Salimos, nos miramos y nos echamos a temblar: habíamos renunciado a algo real por una utopía. Decidimos que teníamos que pelear por ese sueño. Al poco nos reunimos por primera vez con Zapatero”.

Esa ley colocó a España en una posición privilegiada dentro del colectivo LGTBI+. “Eso fue consecuencia de la lucha, y la ley allanó el camino para acoger el World Pride 2017, que ha sido ejemplar. Las siguientes ciudades van a tener muy difícil superar lo que ha sido Madrid porque la ciudad entera ha estado volcada con el Orgullo. A la multitudinaria manifestación, celebrada el 1 de julio, fueron Manuela Carmena (Ahora Madrid), alcaldesa de Madrid y, por sorpresa, Cristina Cifuentes (PP), presidenta regional. Era la primera vez que un representante de los populares de ese nivel acudía a la cita.

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“El Orgullo es un lugar simbólico. Un espacio donde mi colectivo se siente representado. Es el día de la lucha, pero como la vivimos nosotros, con alegría. Mi colectivo ha sido perseguido, maltratado y asesinado. Seguimos siendo atacados y, sin embargo, no dejamos de sonreir con la esperanza de que todo eso se va a superar. Eso es el Orgullo: luchar con la alegría de saber que vamos a cambiar el mundo”

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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