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El número de menores atendidas por violencia de género sube un 50%

La unidad especializada de atención psicológica a adolescentes ha recibido en el primer semestre 106 casos

F. Javier Barroso
Una pareja de jóvenes, el pasado viernes en el parque del Retiro.
Una pareja de jóvenes, el pasado viernes en el parque del Retiro.jaime villanueva
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El número de menores de edad víctimas de violencia machista atendidas por los servicios regionales ha crecido un 50% en los seis primeros meses, según fuentes del Ejecutivo autonómico. En el primer semestre de 2016 las psicólogas recibieron 70 casos y 172 personas —también se atiende a los padres de las adolescentes—, mientras que en el mismo periodo de este año se han disparado hasta los 106 casos y 254 personas. En su mayoría se trata de malos tratos psicológicos, aunque también hay lesiones físicas. En algún caso puntual también se han registrado agresiones sexuales.

El número de casos que ha recibido el programa No te cortes, dependiente de la Unidad especializada de atención psicológica a mujeres adolescentes víctimas de violencia de género, ha ido en aumento. Este servicio se creó en mayo de 2013, cuando estaba en el Gobierno regional Ignacio González. En los últimos siete meses de ese año, acudieron tan solo 45 personas (21 casos). Pero conforme ha ido pasando el tiempo y se ha conocido más, la cifra ha crecido. Así se ha pasado de 126 personas (54 casos) en 2014 a las 292 (120 casos) en el último ejercicio.

Sin embargo, en el primer semestre de este año las cifras han crecido de forma “preocupante”, según reconocen las responsables del centro. Su paciente más joven tiene 12 años y la mayor, 18. Si superan esta edad, ya pasan a otros servicios regionales. Las psicólogas atienden tres tipos de casos. En primer lugar, menores de edad que están dentro de una relación de pareja (en su mayoría, noviazgo) en la que exista violencia de género. En segundo, adolescentes que ya han acabado una relación en la que se produjo violencia machista y que precisan de ayuda profesional para superar las secuelas o el acoso posterior. Por último, también da apoyo a los familiares de estas menores para que puedan asimilar y afrontar esta situación.

Las especialistas reconocen que no existe un perfil fijo de menores. Las hay en todos los tramos de edad y en a todos los niveles socioeconómicos: “Nos encontramos con chicas que tienen un poder adquisitivo bajo y gente con mucho dinero. También se produce en familias desestructuradas o muy complicadas y en otras con muy buenas relaciones familiares”, explica una psicóloga del centro que prefiere omitir su nombre para no ser reconocida por sus pacientes. “Muchas veces, cuando llegan no se dan cuenta de que las estamos atendiendo por ser víctimas de violencia de género y piensan que se trata tan solo de una consulta psicológica”, añade la profesional.

Algunos de estos casos, dada su gravedad, han terminado en denuncia en el juzgado o en la fiscalía. “Nunca nos saltamos a la menor. Si ella decide que no se inicie ese proceso, no podemos hacerlo. Eso sí, algunas se dejan aconsejar y llegan hasta el final”, añade la facultativa.

Pero, ¿cómo ejercen los jóvenes la violencia contra las menores? En general, estas adolescentes sufren estos episodios de violencia de género en su primer noviazgo. A veces, optan por hombres que son mayores que ellas. Estos suelen ejercer un control sobre ellas de forma lenta y sin que la víctima se percate de ello en la mayoría de los casos, según la especialista. “Lo hacen muy despacito. Pasan de una fase de enamoramiento a eliminar de manera sutil sus derechos y su yo como mujer”, reconoce la especialista.

Fase de luna de miel

Cuando se produce una agresión psicológica o física, los maltratadores hacen que la adolescente se sienta culpable y responsable de lo ocurrido. “La mujer se cree cada vez más pequeña. Luego, cuando se reconcilian, se da la fase de luna de miel en la que se vuelve al enamoramiento”, añade la profesional. De lo que muchas veces no se da cuenta la menor es que su pareja le va reduciendo su círculo de amistades hasta que se queda solo con él. En general, logra esa dependencia afectiva, por lo que la víctima tiene cada vez menos personas a las que recurrir. En casos extremos, la separación también se produce respecto de los familiares.

La duración del tratamiento oscila mucho en función de la edad de la menor, de las características de su entorno y, sobre todo, de la fortaleza psicológica de la víctima. “No es lo mismo trabajar con chicas que ya han acabado con la relación que con las jóvenes que no son conscientes de que están sufriendo ese maltrato. Hemos tenido casos que los hemos resuelto en tres o cuatro meses y otros que han necesitado de dos años”, detalla la profesional.

El trabajo también se centra en los familiares. Estos reciben formación para saber cómo afrontar un problema que les suele sobrepasar: “Tienen que saber cómo actuar si, por ejemplo, su hija se despierta de madrugada y se echa a llorar”.

Existen tres vías para llegar a este servicio. Se puede hacer a través de un correo electrónico (vgjovenes@madrid.org) y mediante dos líneas telefónicas: el 116111 de la Fundación ANAR y el 012 Mujer. El servicio siempre es gratuito, seguro y confidencial. En la primera entrevista deben ir los padres o, al menos, el que tenga la patria potestad. “La reincidencia de las pacientes se da, pero en ese caso las estrategias contra los maltratadores son más eficaces en estos segundos casos. Es cierto, que a nivel emocional es más difícil desvincularse y a veces vuelven con sus maltratadores”, concluye la psicóloga.

Internet y el móvil dan mayor control al maltratador

Internet, las redes sociales y el teléfono móvil se han convertido en dos nuevos elementos de control para los maltratadores, según reconoce una psicóloga de la unidad de atención a mujeres adolescentes víctimas de violencia de género. A través de esa “cultura de la inmediatez”, el novio exige a su pareja saber en todo momento qué hace, dónde se encuentra y con quién está.

“Es un cuchillo de doble filo. Se ejerce ese control hacia la menor y se utilizan todas las herramientas que tienen a su alcance. El maltratador suele instalarse en la cultura de ‘lo quiero todo y lo quiero ya”, reconoce la profesional. Para eso, algunos programas de mensajería instantánea, como Whatsapp, lo favorecen al ponerse en azul el doble clic, lo que supone que se ha leído lo escrito.

“El móvil genera una gran violencia psicológica. Se pueden pedir fotos para saber dónde se encuentra o quién acompaña a la menor. Además, muchas veces cogen los propios terminales y chequean todas las conversaciones y las relaciones”, afirma la psicóloga. Esa actitud va acompañada muchas veces de bloqueo o la eliminación de muchos contactos o temas tan particulares como el cambio de las fotos de los perfiles.

“Se va acotando y restando el grupo de amistades en esas redes sin que muchas veces la menor se dé cuenta. De esta forma, no tiene amigos a los que contar lo que la está pasando, con los consiguientes problemas que ello genera”, concluye.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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