Exposiciones semiclandestinas
Una acción transforma el patio de armas del castillo de Montjuïc en una proclama por la paz y una muestra de cartelismo explica la historia reciente de la montaña
Un anarquista, hacha en mano, mata a una atractiva joven en la puerta del cementerio de Montjuïc de Barcelona. Es el cartel La Réforme le 21 Novembre, le masque anarchiste, de Henri Privat Livemont, el reconocido diseñador y cartelista belga a caballo del siglo XIX y XX . El cartel es de 1897 y el primero que se ha encontrado sobre Montjuïc: “Muy probablemente fue uno de los carteles que anunciaban novelas por entregas que se publicaban en los periódicos, en ese caso en Le Réforme, a finales del siglo XIX. Era una práctica habitual de la época para captar la atención de los lectores”, explica Sebastià Duatis, comisario de la exposición Montjuïc, 100 años de cartelismo.
Esa ilustración, que aparece en muchos libros internacionales sobre los primeros tiempos del cartelismo, es una de las primeras que se ve en la muestra en la sala número 20 del castillo de Montjuïc. Pero antes de llegar a ella, el visitante se tropieza con una visual —y poética— intervención artística que ha transformado el patio de armas del castillo en un inmenso tendal abiertamente antimilitarista. Es Cuestionando fortalezas. Bordando diálogos de la artista Clara Gassiot que plantea la necesidad de educar por la paz.
Los dos tienen la sensación de que sus proyectos difícilmente serán conocidos por muchos barceloneses porque al castillo de Montjuïc—salvando las fiestas de la Mercè— suben, fundamentalmente, turistas extranjeros. Que son muchos, porque el año pasado la fortaleza tuvo 734.000 visitantes que, además, no tienen muchas pistas de lo que se van a encontrar. Por norma general dan un paseo por el patio de armas, entran en las salas —y salen enseguida— y suben a la cubierta para hacerse la fotografía de rigor junto a la torre con Barcelona y el mar a sus pies. Además de la acción de Gassiot y la exposición de los carteles, en este momento en el patio de armas hay otras dos muestras, La Batalla de Montjuïc, sobre los hechos de 1641 que es temporal, y la permanente sobre la memoria e historia del Castillo.
La muestra sobre el cartelismo reune 80 ilustraciones que dan una idea del peso de esa expresión artística en relación con Montjuïc. “La primera sorpresa es que nos encontramos con una cantidad importante porque 160 ilustradores —la mayoría catalanes— habían tomado como referencia la montaña y las actividades que en ella se han hecho desde finales del XIX”, apunta Duatis, profesor en la Escuela Massana. Carteles que muestran diferentes corrientes artísticas de diseñadores muy reconocidos del último siglo, como Martí Bas, uno de los fundadores del Sindicato de Dibujantes Profesionales, y del que se exhibe un cartel sobre la organización de festivales deportivos “en beneficio de las milicias” de los años 30. Carteles modernistas, otros que reflejan la Exposición del 29, la República, cómo se publicitaba el deporte durante el franquismo, las primeras ferias de muestras que acogieron los palacios de la montaña hasta la memoria más reciente del Montjuïc de las olimpíadas y la visión más cultural con el Grec como protagonista. “No se hacen muchas exposiciones sobre cartelismo y es una manera de conocer la historia y las corrientes artísticas que en Cataluña han sido muy importantes”, añade el comisario.
Bordados por la paz
La intervención que ha realizado Gassiot colgando 450 banderolas en el patio de armas pretende incitar a la reflexión sobre la paz. Y lo hace formulando preguntas: ¿Los intereses económicos y militares ayudan a educar por la paz?, ¿Se puede resolver un conflicto sin violencia?, ¿Si las mujeres compartiéramos poderes con los hombres habría menos violencia? A la autora la que más le gusta es otra: ¿De que sirve una fortificación? “No solo porque la intervención es en el castillo de Montjuïc, se pueden incluir los muros o las vallas”, explica.
Profesora en la Escuela de Arte Municipal de Girona comenta que las banderolas blancas, además de dar aire a la instalación, no significan rendición, sino la necesidad de diálogo. “Cuando me plantee el proyecto —encargado por el ICUB— pensé que era más importante pensar en el futuro y no volver a la memoria histórica, aunque las preguntas precisamente parten de ella”. Artista que reivindica a la mujer, quiso que las letras de las banderolas estuvieran bordadas, no impresas: “Precisamente para darles un sentido más de hogar, más maternal y femenino”.
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