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Una educadora social de Ripoll: “Eran como todos, como mis hijos”

Raquel muestra su perplejidad ante la radicalización del grupo de chicos de Ripoll

La mezquita de Ripoll.Foto: atlas

"¿Cómo puede ser, Younes? Me tiemblan los dedos, no he visto nunca a nadie tan responsable como tú...". La educadora social del Casal Cívico de Ripoll Raquel lanza esta pregunta al aire en una carta en la que quiere mostrar "la otra cara de la moneda", su sufrimiento ante la perplejidad de ver cómo unos jóvenes con los que trabajó durante años han dado un giro en sus vidas hacia la radicalización. "Estos niños eran como todos, como mis hijos, eran niños de Ripoll", asegura, sintiéndose "con el corazón roto". "¿Qué estamos haciendo mal?", se pregunta esta educadora, de 41 años, que trabajó con los chicos que han acabado conformando la célula yihadista.

"Había niños de casi todas las edades, unos cuidaban de los otros", reza la carta de Raquel, que quiere transmitir un dolor "que no sale en los periódicos", una parte "que no llora en público porque parece que esté mal llorar por ellos". La educadora detalla cómo eran varios de los chicos a su llegada a Ripoll y cómo los vio crecer. "Recuerdo las largas charlas en el despacho, cómo hablábamos del futuro...", asegura en tono melancólico ante una lista de chicos que han sido detenidos, abatidos o muertos.

"¿Qué os ha pasado?", "¿en qué momento?" Son dos preguntas que la educadora lanza al aire, dirigidas a Said y Youssef Aalla; Omar y Mohamed Hychami; Younes y Houssaine Abouyaqoub y Moussa Oukabir. Los tuvo a todos en el centro y no se explica dónde han quedado ahora todos sus "mil sueños por cumplir". 

"¿Qué estamos haciendo mal?", se pregunta la educadora, al mismo tiempo que afirma que ella "creía que lo estaba haciendo bien, que había contribuido con su granito de arena" a hacer un mudo mejor. La educadora, horrorizada por una lista de nombres que se hacía "cada vez más larga, llama a aprender de esta historia para "educar en el no a la violencia, transmitiendo la igualdad". 

La educadora afirma que conocer de primera mano a los autores de unos atentados ha cambiado su punto de vista. "Lo veo desde el otro lado y estoy destrozada". "Las cosas que pasan en la otra parte del mundo se acaban diluyendo y olvidando, y nunca se sabe qué es cierto o real". Lamenta ver el mosaico de Miró "manchado de sangre", ver su ciudad atacada y pensar que familiares o amigos suyos podían haber estado en La Rambla. 

"Los actos que habéis cometido no tienen explicación y no son lícitos. La guerra, la ira y el odio no llevan a ninguna parte. Nunca en nombre de nadie. Ni dioses, ni banderas, ni religión", concluye el texto en un párrafo de reproche dirigido directamente a unos chicos que planearon algo horrible que pasó desapercibido en su entorno más cercano.

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