La protección de las minorías
Es desconcertante ver los independentistas exigir respecto a la mayoría “externa” cuando ellos mismos son incapaces de mostrar cuando ejercen de mayoría “interna”
Decía hace unas semanas Carles Boix (“A la recerca de garanties”, Ara, 10 de julio de 2017) que Cataluña es una minoría nacional permanente siempre susceptible de ser corregida por el voto de la mayoría. Dada esta condición de minoría, Cataluña necesita algún mecanismo de defensa, una suerte de garantía, para poderse proteger de los abusos constantes de la mayoría española. Esa garantía sería el referéndum —unilateral, se entiende— de secesión; o sea, la posibilidad de ahuecar el ala para abandonar la condición de minoría permanente. Boix es uno de los intelectuales independentistas más articulados y, aunque uno discrepe de él, o mejor dicho: sobre todo si uno discrepa de él, siempre recompensa leer lo que escribe. Pero hay un par de cosas extrañas en su artículo.
La primera tiene que ver con la afirmación de que la mayoría española abusa constantemente de la minoría catalana. Si se refiere a abusos anteriores al periodo democrático actual no veo muy bien cómo puede saber que se trataba de la mayoría española, dado que quienes cometían las tropelías catalanófobas eran generalmente o bien monarcas absolutistas o bien dictadores nacionalcatólicos, dicho de manera extremadamente resumida e inexacta. Qué pensaba la mayoría de españoles en esos contextos resulta, en buena medida, opaco.
Y si se refiere al periodo democrático y uno analiza el que muchos consideran el mayor abuso contra la minoría catalana, a saber, la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010, es un hecho que la reforma del Estatut fue aprobada por una mayoría parlamentaria española. Si hubo algún problema ahí —y yo soy de los que piensa que lo hubo— no parece que tuviese que ver con una mayoría española abusando de una minoría catalana. (Por lo demás, eso de que los catalanes siempre constituimos una minoría resulta ambiguo, a menos que se refiera a algo que nunca sucede, a saber, que el conjunto de diputados catalanes vote siempre de manera uniforme en las Cortes, constituyendo, de facto, una minoría parlamentaria permanente; supongo que lo que en realidad quiere sugerir Boix es que los nacionalistas catalanes son una minoría permanente en las Cortes).
La segunda cosa extraña en el artículo es que, dada la preocupación que muestra por la protección de las minorías, Boix no parece particularmente alarmado —se trata de cuestiones importantes pero secundarias, viene a decir— por lo avasalladora que está siendo la campaña contra la minoría en el Parlament. ¿No son abusos contra la minoría parlamentaria no-independentista la manera en que se está tramitando la ley del referéndum o la ausencia de explicaciones sustantivas acerca de cuáles van a ser las condiciones y las garantías bajo las que tendrá lugar ese hipotético referéndum? Es desconcertante ver a los independentistas exigir respeto a la mayoría “externa” cuando ellos mismos son incapaces de mostrarlo cuando ejercen de mayoría “interna”.
Lo curioso del caso es que la minoría parlamentaria no-independentista en la Ciutadella representa, al menos según las llamadas elecciones plebiscitarias, una mayoría de ciudadanos. Así que en Cataluña nos encontramos con la paradójica situación de que una minoría —cuya verborrea es omnipresente, eso sí— ningunea a una mayoría de ciudadanos. Lo cual hace más grave, si cabe, la desconsideración con la que esa minoría trata a esa mayoría cuando los votos se traducen en escaños en la Ciutadella.
Pero ya oigo la matraca: todo esto se arregla con más democracia; en un referéndum todos los votos valen igual.
Yo ya no estoy seguro de que algunas cosas que se han roto en Cataluña estos últimos años se puedan arreglar, pero de lo que sí estoy seguro es de que un referéndum, sea o no de secesión, no es democrático por sí mismo (si lo fuera, los referéndums convocados por dictadores los habrían convertido en dirigentes democráticos). Es la manera en que se desarrolla el proceso político, que debe estar permeado por valores democráticos y que desemboca en esa votación binaria, lo que en todo caso permite decir que se trata de un referéndum democrático. En Cataluña, con el ninguneo parlamentario a la minoría, ese proceso político carece de muchas garantías democráticas.
Es ridículo pensar que la inoperancia e insensatez de Rajoy en todo este asunto dispensa a los independentistas de cumplir con sus obligaciones democráticas en el Parlament. No hace falta ser españolista ni ninguna horterada por el estilo para oponerse a este referéndum; basta con tener algo de sensibilidad democrática.
Pau Luque pertenece al Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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