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obituario
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Joana Maria de Roque, la periodista que no se rendía

Escribió un libro sobre la Segunda República en Mallorca y fundó la primera emisora municipal de la isla, Ràdio Calvià

Xavier Vidal-Folch
La periodista Joana Maria de Roque.
La periodista Joana Maria de Roque.

Joana, la enfermedad fulminante te evaporó la vida en semanas precipitadas. Y a todos nosotros, los de entonces y los de ahora, se nos escurre tu recuerdo entre los dedos atónitos.

Nacida en Palma en 1952, Ciutat de Mallorca —como preferimos— has transitado este oficio de periodista con la dignidad de los que no se rinden ante ningún poder; generando esa cantidad de textos (de buena factura), que ayuda a una sociedad a descubrirse a sí misma; y explorando, curiosidad infinita, horizontes distintos: el oficio de corresponsal en La Vanguardia; la creación de la primera radio municipal isleña en Calvià; la escritura de libros útiles y claros…

Te licenciaste en Ciencias de la Información por la Autónoma de Barcelona, y en el declive de la dictadura batiste tus primeros cobres (erais muy pocas) en aquel Diario de Mallorca liberal, por alejado del poder central, aunque acechado por el búnquer local que amenazaba directores democristianos (entonces lo era Toni Alemany) y pinchaba las motos de los periodistas más inquietos. Aquel periodo fulgurante en que abríamos espacios de libertad con las crónicas de Manuel Leguineche y su gente de Madrid; los elegantes espacios dibujados por Román Orozco y por Tomeu; la crónica política de quien pronto sería tu chico, Andreu Manresa; los formidables editoriales de Andreu Ferret; los reportajes de Quique Merino y Willy Soler-Summers; la paciencia infinita de Sebastià Verd; la sabiduría de Coco Meneses, escritor que vino del Perú y seductor de primer oficio; y la memoria de don Rafel, el cura que escribía efemérides con estilográfica y letra clara y al que veíamos centenario.

Eras valiente con tus crónicas de sucesos y de sociedad, de movimientos vecinales, sobre la escuela, sobre las maestras y los maestros, esa pasión duradera y fiable. Desmontabas la ira de los poderosos con tu discurrir razonado, racional, escueto, pegado a la realidad. Y con tu apariencia grácil y menuda, los ojos grandes, las manos pequeñas como fabricadas para llenar sin fin libretas con noticias y un inconfundible estilo de fulares coloristas y elegantes cestos de paja trenzada encontrados en los mercadillos de los pueblos. Y con una risa estentórea, desatada y sinfónica, que desmontaba al más perillán.

Defendías los derechos de las mujeres, sin artificio, escribiendo de sus luchas y sus cuitas, natural, fluida, elevando a evidente lo que debió ser obvio. Eras cultura andante, sin ostentarla. En los momentos de tribulación general, repartías calma, aunque algunos sospechábamos que se te anudaban los intestinos, de tanto encajar el conflicto como si se tratase de una ola suave en Felanitx. Dejas unos cuantos libros de buen periodismo: unas precisas Cròniques de la història de Mallorca; Un segle de Balears (con Andreu) y un manual pionero sobre Cómo leer la prensa escrita, ojalá que nunca pierda actualidad. Y el que seguramente es el más ambicioso, La Segona República a Mallorca, con Albert Herranz, publicado en el 75 aniversario de la proclamación de aquel nuevo régimen. Nos descubriste solemne y oficialmente que bajo la apariencia conservadora y atemporal de la isla, palpitaban gentes con vida y ganas de libertad, personajes dinámicos y rebeldes, con amor al riesgo y al prójimo, enseñantes y gentes de cultura, obreros textiles y de las industrias del campo: una lección de investigación divulgativa. Acaricio su portada de colores refulgentes, rojo, gualda, morado, y rememoro tu ironía amable y tus ganas de ser, con los demás.

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