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“Somos sospechosos en todos lados”

Adrian Schvarzstein i la Cía Kamchàtka traen al Grec 'Fugit', un espectáculo por las calles del Poble-sec sobre las razones de los refugiados

Toni Polo Bettonica
'Fugit' escarba en las razones de los refugiados.
'Fugit' escarba en las razones de los refugiados.Sylvie Bosc

Un grupo de inmigrantes rondará el miércoles y el jueves por el Poble-sec cargado con sus maletas, con sus dramas y con sus ilusiones. Con sus vidas. Son los 13 protagonistas de Fugit, la propuesta de la compañía Kamchàtka, dirigida por Adrian Schvarzstein, un espectáculo de calle y sin palabras, con el que estos actores (inmigrantes, perdón) quieren explicar qué ha provocado su huida.

La obra cierra una trilogía sobre los refugiados que empezó hace 10 años, fruto de un taller de teatro de calle. Primero fue Kamchàtka (que dio nombre a la compañía y que estrenaron en FiraTàrrega en 2007 tras pasar por la Setmana del Pallasso de Castellar del Vallès), en que unos refugiados llegaban a un lugar de destino; siguió Habitaculum, en la que los recién llegados se instalaban donde podían. Ahora, en Fugit, estrenada hace dos años y que solo ha pasado de refilón por Barcelona, “nos cuentan por qué y de qué han huido”, explica Schvarzstein.

Los 13 actores llevan 10 años imbuidos en sus personajes investigando, buscando complicidades, escarbando para tratar de comprender a esa gente. “Pero queda abierto el interrogante de saber de qué se están huyendo”, aclara Schvarzstein. “¿No los quisieron? ¿Se quisieron ir ellos? ¿Se fueron por amor, por aburrimiento, por conocer mundo?” Los interrogantes son muchos.

Una imatge de l'obra.
Una imatge de l'obra.Sylvie Bosc

Kamchàtka han viajado por más de medio mundo y saben que hay una historia en cada lugar. “Tenemos que descubrirla y decidir cómo vamos a contarla para que el público la capte”, dice Adrian. El lenguaje no es sencillo. “La dramaturgia sin palabras es diferente a la escrita, pero no dejamos de hablar de teatro, por eso tratamos de hacer pensar, emocionar, sentir. Hacer vivir, ni más ni menos. Y al ser un espectáculo colectivo y en un espacio público, no vivimos la película, sino la realidad, la fuga real”.

El público nunca es pasivo. “Uno viene como espectador pero, de forma muy sutil (porque hasta que no lo experimenta no se lo espera) se convierte en coprotagonista de la historia”, aclara el director. Puede alterar, modificar el desarrollo de la obra. “Se convierte en uno de los fugitivos. Esa es la sorpresa dramatúrgica de la obra, el espectador viene predispuesto a eso. Los actores se sienten anfitriones del público”.

No han encontrado a nadie que no entienda lo que le cuentan. "Nadie ha dicho: esto es una chorrada que no se entiende", asegura el director. "Evidentemente hay quien no entra en el papel o a quien no le gusta porque se esperaba un espectáculo más convencional. Pero se deja llevar, por eso también es una fuga". Y a los actores les toca a conducirlos a que jueguen, a que se fuguen. "Alguna tarjeta roja hemos sacado…", comenta, con una sonrisa tierna. "No olvidemos que hay dolor emocional en las reglas del juego. Situaciones dolorosísimas. Si alguien no entra, mejor echarlo: con una mirada, o con una mano en la espalda o con la solidaridad del público, que puede marginar al que no entra".

Schvarzstein no interviene en la obra. “Yo no puedo actuar con Kamchàtka porque no tengo la experiencia que han acumulado ellos [los actores] en estos 10 años. Ese bagaje se basa en la confianza y en la curiosidad”. Cuando llegan a cada ciudad, a cada pueblo, a cada barrio, los actores se empapan del lugar. Llevan semanas paseando por los alrededores de Montjuïc para saber quién vive, qué hacen, cómo los van a recibir los autóctonos. "En cuanto salgan de los camerinos ya no serán actores, serán personajes. Y vivirán en la realidad, nada más", advierte Schvarzstein.

Esta actitud genera riesgos, porque el escenario no es un teatro, es la calle, es la vida. "Una vez la policía le pidió la documentación a un actor y este se mantuvo en silencio en todo momento. ¡No abandonó a su personaje!", recuerda Adrian. "¡Somos sospechosos en cualquier parte! La realidad del que es diferente lo convierte en sospechoso".

El grupo celebra que sus actuaciones descubran la verdadera esencia de la gente. La de todo tipo de gente. La inmensa mayoría de vecinos ha colaborado, se ha implicado, ha ayudado en lo que ha podido. Pero la realidad incluye también a los intransigentes, a los racistas, a los intolerantes. Las anécdotas se disparan. "En la isla de Jersey, en la Canal de la Mancha, todo fue catastrófico: hubo una actitud muy mayoritaria de rechazo, humillación, agresividad. Y los actores, en su papel, permanecieron callados. El director de aquel festival se quiso disculpar. Pero le dijimos que había sido una de las mejores actuaciones que habíamos tenido, porque había quedado demostrado que aquella gente no quería ver a los emigrantes en su pequeña isla ni en teatro", recuerda Schvarzstein. Y esto, "igual que cuando un vecino te ofrece su casa, es lo bonito del teatro".

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Sobre la firma

Toni Polo Bettonica
Es periodista de Cultura en la redacción de Cataluña y ha formado parte del equipo de Elpais.cat. Antes de llegar a EL PAÍS, trabajó en la sección de Cultura de Público en Barcelona, entre otros medios. Es fundador de la web de contenido teatral Recomana.cat. Es licenciado en Historia Contemporánea y Máster de Periodismo El País.

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