La Virgen del Rocío y de la Cañada Real
Una romería organizada por los vecinos recorre cada 1 de mayo, desde hace 18 años, el asentamiento irregular
En el asentamiento ilegal de la Cañada Real Galiana, donde viven más de 7.200 personas, hay de todo. A lo largo de sus 14,5 kilómetros sobre la antigua vía pecuaria, hay chalés que podrían encontrarse en una urbanización de lujo y auténticas chabolas. Hay industrias, talleres, chatarrerías y algún criadero de animales. Hay un foco de venta de drogas —solo en una parte del último de los seis sectores en los que se divide el asentamiento, recuerdan una y otra vez los vecinos—, una iglesia y una mezquita. Y también hay una Virgen del Rocío que cada primero de mayo, desde hace 18 años, sale en romería por los sectores 2, 3 y 4.
Ayer volvió a hacerlo, a eso de las once de la mañana, con toda la parafernalia: una veintena de carros (incluido el que llevaba la imagen) tirados por mulos, burros y percherones; varias decenas de caballos con sus jinetes; además de algún sombrero jerezano y muchos faralaes en las faldas. “Antes teníamos una peña rociera, pero ya no. Somos los vecinos los que organizamos todo con donaciones”, explica, enfundada en su vestido de flamenca, Irene Candelas, vecina de la Cañada Real desde hace 30 años (tiene 38).
Entre las familias de lugareños, había algunos visitantes, por ejemplo, una nutrida representación de las asociaciones y trabajadores municipales que desarrollan su labor en la Cañada (Fundación Secretariado Gitano, Accem, Fundación Voces o la Parroquia Santo Domingo de la Calzada). La comitiva la completaban, aportando además animales y carros, peñas rocieras de Mejorada del Campo, de Coslada, de Alcalá de Henares y hasta de Toledo. “Es la primera vez que venimos, pero de momento nos está gustando”, aseguraban cuatro mujeres de Mejorada.
Y eso que caminar por la estrecha cañada no era fácil, entre los baches de zonas mal asfaltadas, las partes directamente de tierra y algunos charcos que recordaban las lluvias del día anterior. Además del trasiego de coches. “Cuidado, no te vayamos a rayar el Audi”, bromeaba un joven desde una carreta mientras el dueño del cochazo respondía, a la espera de su turno para pasar: “No te preocupes, que está a todo riesgo”.
Varios agentes de la Policía Municipal de Madrid, con el comisionado del Ayuntamiento para la Cañada, Pedro Navarrete, al quite, controlaban el cruce de carros, caballos y paseantes por las carreteras que dividen los sectores.
Muchos vecinos se asomaban a la puerta de sus casas a verles pasar. Algunos les ofrecían pasteles y bebidas (aquí una sangría, allí un auténtico rebujito), aunque los rocieros ya se habían comido un bocata y tomado una cerveza en una de las paradas del recorrido. La habían hecho en un descampado sobre la M-50, donde soltaron una bandada de palomas. Entre las aves y los gritos —“Que la Virgen conceda vuestros deseos”. “Viva la Virgen del Rocío”—, un caballo se puso nervioso y dio con el jinete en el suelo. Fue solo un susto y la romería continuó su paso.
Al final, tras una comida en las carpas montadas en otro descampado, la Virgen volvió a la vitrina —expuesta en la fachada de un edificio del sector 3— donde permanece todo el año y cada miércoles le cantan sus devotos. Desde allí verá los cambios que sin duda se avecinan con el Pacto Regional recién firmado por la Comunidad, el Ayuntamiento de Madrid y el de Rivas (el de Coslada lo hará en breve) para regularizar la situación de la Cañada.
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