Laboratorio tras el telón
La Red de Teatros de Lavapiés impulsa obras alternativas que mezclan narrativa y ‘performance’
Intensa, profunda, hermosa. Aunque la obra Matrioska toca un tema duro, como es el de la esclavitud sexual, no lo hace desde el realismo social con el que se suelen tratar estos asuntos, sino desde un punto de vista onírico. El texto de Gabriel Fuentes (segundo premio del Certamen de Nuevos Dramaturgos Lanau Escénica) tiende a lo poético y sobre él, Óscar Pastor, director, realiza un montaje también poético y nebuloso, donde la palabra se mezcla a la perfección con lo corporal y la acción se hilvana en claroscuros de luz cegadora, pildorazos de techno percusivo o esos ovillos de lana rojo sangre que, como telarañas, llenan la escena enredando la historia y los personajes.
Matrioska, plena de hallazgos estéticos (la iluminación azul y carmesí le da a veces aire de película de Darío Argento), demuestra la posible convivencia exitosa entre el texto y lo performático (ahora que tanto se discute sobre lo uno y sobre lo otro) y también da ejemplo sobre lo que debe de ser eso que llamamos teatro off o alternativo: un montaje arriesgado que huye de las líneas rectas, vanguardista, de investigación y, aun así, con fuerte sentido. Se puede ver todos los viernes, hasta el 21 de abril (y excepto el 14) en Mínima Espacio Escénico (Mallorca, 4).
Lo del riesgo de Matrioska no es casual: la obra es fruto de unos de los Laboratorios Artísticos de Creación que la Red de Teatros de Lavapiés presentó el pasado fin de semana y que precisamente busca crear tiempos y espacios dedicados a la innovación escénica. “Se trata de ofrecer a las compañías espacios dentro de la red donde puedan investigar de forma libre, sin presión a nivel artístico o de producción, incluso sin fecha de estreno”, dice Waldo Rosales, el coordinador de la red. En esta segunda edición de los laboratorios, participan los espacios escénicos Mínima, El Umbral de la Primavera, La Escalera de Jacob, Nuevo Teatro Fronterizo y Centro La Tortuga.
Tanta libertad hay en eso de los tiempos que, por el momento, solo se puede ver Matrioska: el resto de las obras no tienen aún fecha de estreno y algunas puede que no lleguen a estrenarse. El punto en común de todos los espectáculos es su relación con una temática social de actualidad. Por ejemplo, en El Umbral de la Primavera el colectivo Fango desarrolla F.O.M.O., sobre la rampante adicción a las redes sociales. En La Tortuga el colectivo Dianas Teatro investiga en torno a la problemática de la mujer. La Red de Teatros de Lavapiés, formada por 14 espacios (entre salas pequeñas y grandes contenedores como el CDN, Circo Price y La Casa Encendida, que aportan apoyo logístico) se presentó hace dos años y medio en la sala Mirador, aunque debido a su funcionamiento asambleario y horizontal, sus tiempos de acción parecen ser largos.
“Se trata de una red muy polifacética, donde cada sala tiene su personalidad e idiosincrasia, y coordinar todo eso tiene su dificultad”, dice Rosales, “pero estamos trabajando en darle una entidad más fuerte”.
La semana pasada llevaron a cabo una de sus primeras producciones: un pasacalles por el barrio con motivo del Día Mundial del Teatro. En el futuro quedan algunos retos que se han planteado desde el comienzo: crear un abono para todas las salas, atraer nuevos públicos o lograr una promoción conjunta. También instituir escuelas de espectadores: “Serían unos ciclos didácticos para dar una visión del teatro desde la base y herramientas para entender lo que se ve”, concluye el coordinador.
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