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Las melancólicas vidas posibles de Martínez de Pisón

El escritor prosigue su friso sobre la sociedad española con la novela ‘Derecho natural’

Carles Geli
Ignacio martínez de Pisón, junto a ejemplares de su nueva novela 'Derecho natural'.
Ignacio martínez de Pisón, junto a ejemplares de su nueva novela 'Derecho natural'. JOAN SÁNCHEZ

“Lo que más molesta de su marido a Ana Karenina es que cruje los dedos; los detallitos no mienten: hay algo detrás de ese disgusto; las cosas no ocurren porque ocurren”, plantea Ignacio Martínez de Pisón al diseccionar Derecho natural (Seix Barral), su última novela, cargada de esas supuestas cosas sin importancia pero que lo explican todo en esta nueva tesela del particular mosaico sobre la familia y la España de la Transición que construye desde El tiempo de las mujeres a El día de mañana o La buena reputación, pasando por Dientes de leche o, incluso, el ensayo Enterrar a los muertos.

Se esfuerza el protagonista, brillante estudiante de Derecho, en remendar la unidad familiar que dejan siempre en jirones un padre que entra y sale de sus vidas al son de sus sueños de actor de cine de serie B o de tristón imitador del decadente cantante Demis Roussos; una madre tan débil en casa como mutante tiburón en los negocios; un hermano cleptómano y dos falsas hermanas gemelas, por no hablar de un amor yonqui imposible. En ese contexto, los daños colaterales parecen los más duros que han sufrido hasta la fecha unos personajes de Martínez de Pisón. “Aquí la familia no es un refugio, se hacen daño unos a otros y los hijos salen especialmente mal parados; al contrario de los que creen que rebaja las aspiraciones literarias, nunca desdeño, dosificado, el sentimiento como material literario noble”, resume.

La consecuencia: los personajes salen bien zarandeados en una notable montaña rusa para el proceso de identificación del lector. “He ampliado la gama de movimientos emotivos de mis personajes: en toda novela, su conducta debe ser compleja, deben mostrarse coherentes y contradictorios a la vez, capaces de lo mejor y lo peor”. Todo ello en el marco de una familia que, una vez más, se muestra como un complejo sistema de complicidades entre sus miembros, que los marcará para siempre. “En la vida cargas las pilas de tu personalidad hasta cierta edad y el resto de tu existencia vives de ello; lo que serás ya lo eres de niño, en potencia o acto, por eso me gustan las novelas de infancia; en el fondo, quizá siempre cuento la fidelidad a algo oscuro de nuestra infancia, en qué se traiciona uno o sigue siendo fiel a sí mismo… Son vidas largas y por eso mis novelas cada vez tienen más páginas: las necesito para saber en qué se traicionan los personajes”. Tampoco se trata de predestinación: “El futuro está siempre por escribir; las cosas pasan porque pasan y luego somos nosotros los que hacemos una relectura como si lo ocurrido solo hubiera podido pasar así; la gracia está en explorar las otras sendas que podían haber tomado, las melancólicas vidas posibles que quedaron a un lado en el camino; ese es el gran terreno de los novelistas”.

La Constitución, del tiempo de las Guerras Carlistas

Se siente cómodo Martínez de Pisón en la Transición, periodo recurrente en su obra: “Es mi época; los años 90 ya no son los míos; no pertenezco al presente o éste no me pertenece; sobre ese periodo deben escribir los que hoy tienen 40 y es un buen momento porque ahora vuelven a pasar cosas fruto de una Transición mal acabada”. ¿Crítico con ella? “Era un desafío gigantesco; en lo fundamental, lo que se logró es homologable, pero se vendió como modélica y no lo fue; y lo que en el pasado se hace mal se ha de resolver en algún momento y ahora pagamos que no se haya reformado la Constitución desde 1978: recoge inquietudes que la realidad ya ha eliminado; a este ritmo quedará más vieja que las Guerras Carlistas”.

La situación en Cataluña es solo en parte, en su opinión, consecuencia de ello: “Los problemas de Cataluña no vienen tanto de la Constitución como de los arreglos posteriores… Se necesita voluntad de acuerdo para alcanzar un pacto que dure al menos 30 años más”, afirma el escritor, que cree que “La transición dio permiso para reinventarse a todo el mundo y el catalanismo, entonces muy moderado, católico, que no discutía la idea de España, se ofreció como algo limpio y que sin cambiar demasiado te permitía dejar de ser franquista; eso se vio cuando implosionó la UCD: la mayoría pasaron entonces a CiU”.

Ese “atisbo de otras vidas si las circunstancias hubieran sido otras” cree Martínez de Pisón que es la clave del género del que es conspicuo adalid, la novela realista: “El choque entre la historia colectiva y la individual”, centra. Lo encarna el hijo, pero también un padre patético remedo del cantante griego: “La primera idea fue circunscribirlo al mundo del cine de serie B español de los años 60 y 70, con los spaghetti western y las películas de hombre-lobo, pero se me impuso lo de Roussos como banda sonora de ese salto brutal que fue la España de los 70 a la de los 80, cuando se dio por cerrada la provisionalidad”. La imitación puede funcionar como metáfora, “reflejo de esa fascinación por lo extranjero, complejo de inferioridad de un país que luego pasó a creerse la reina de la fiesta europea”. Big Demis protagonizará algunos de los abundantes episodios de humor “azconiano o berlanguiano”: “Sirven de cuerda para tirar hacia abajo el globo de la novela cuando ésta se eleva demasiado en su seriedad reflexiva, pero todo está orgánicamente estructurado, esas cosas humorísticas no están para adornar, tienen su trama profunda”, avisa. “El padre imita un cantante que ya es estrella caída…; hay algo en mí que me lleva a un cariño especial por los perdedores; ya me pasó en Carreteras secundarias, donde un hijo se resiste a ver a un padre perdedor”.

Sobre el periodo histórico da pistas el título y la madre, que quiere separarse de su marido. Chocan derecho y justicia, la justicia jurídica y la moral, en un país que construye su corpus legal. “Las leyes son el reflejo más exacto de una sociedad, lo que se permite y lo que se prohíbe la dibujan; la historia de las leyes de una sociedad es la historia de su alma”, dice quien no acabó Derecho y que en esta obra usa a su hermano mayor, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de La Rioja, como inspiración. Éste tuvo como profesor a Gregorio Peces-Barba, homenajeado brevemente en la novela junto a Norberto Bobbio, ambos paradigma del respeto al orden constitucional.

Cómodo con la novela realista, Martínez de Pisón no se ve ya tan solitario en la apuesta por ese género como hace una década. “Almudena Grandes o Javier Cercas o Rafael Chirbes han ido engrosando las filas; ahora Fernando Aramburu, con Patria, hace lo que Cercas hizo hace 15 años con la Guerra Civil pero con una novela sobre ETA; o hasta en las últimas generaciones, como Jenn Díaz, la familia aflora: son momentos de crisis, pasan cosas y nos gusta que nos cuenten cómo somos”. ¿Realismo en tiempos de realidad virtual? “Precisamente por eso está más valorado lo real: la realidad vuelve a estar de moda”.

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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