El actor que quería ser Marlon Brando
Lluís Homar, a punto de cumplir los 60, se desnuda, con alguna reserva, en unas elocuentes y sinceras memorias
A punto de cumplir los 60 años el próximo 20 de abril, Lluís Homar (Barcelona, 1957) publica unas memorias en las que repasa su intensa vida profesional pero que van mucho más allá y ofrecen un insólito retrato íntimo, muy personal, del que es uno de nuestros actores más carismáticos. El libro, escrito en colaboración con el guionista Jordi Portals, se titula Ara comença tot (Ara Llibres) y sigue de manera cronológica, dando algunos saltos, la trayectoria vital y la carrera de Homar. Las páginas están llenas de anécdotas, revelaciones y confesiones y se pueden leer paralelamente como la crónica de toda una época.
Poco reservado al tratar temas como sus problemas psicológicos (incluida su terapia), su fragilidad, su fuerte ego (“el enemigo a batir”), su obsesivo perfeccionismo ("no te compliques la vida", le recomienda Pedro Almodóvar), sus rencillas profesionales, el amor por sus dos hijos, Isaac y Unax, o la pasión juvenil por los donuts, el actor se muestra en cambio sorprendentemente recatado al abordar otros asuntos, como sus relaciones sentimentales cuando era el favorito de Fabià Puigserver y Lluís Pasqual en el Teatre Lliure.
Cuenta cómo le propinó un puñetazo en la cara a Lluís Pasqual durante un ensayo de Al vostre gust
No obstante, incluso los que más le conozcan no dejarán de sorprenderse ante varias de las cosas que Lluís Homar cuenta, como el puñetazo que le propinó en la cara a Pasqual durante un ensayo de Al vostre gust, por celos profesionales con Jordi Bosch; el cabreo de dos años por el desplante que le hizo Josep Maria Flotats con Arte, la ocasión en que se quedó totalmente en blanco durante una representación en la sala Villarroel de Adreça desconeguda —y que resolvió genialmente su partenaire Eduard Fernández— o la "pequeña aventura" que afirma que tuvo en su habitación con Anna Lizaran durante una gira en Valencia. También fue una aventura, de otro tipo, cuando trasladó a Boadella en su Benelli 750 para esconderlo el 23-F. En otra moto, una Vespa, viajó de Barcelona a Roma en 1977 con Imma Colomer. Homar, ese pedazo de hombre, se libró de la mili, cuenta, aduciendo que se hacía pipí en la cama.
El libro está ilustrado con fotos de actuaciones de Homar y otras de su álbum personal, incluyendo algunas impagables como la de niño disfrazado de piel roja (quién le diría que iba a ser luego papa y pretor romano) o en las que aparec acompañado por Gary Oldman, con el que rodó Bosque de sombras, y otro Omar, Omar Sharif.
Las memorias arrancan con el recuerdo de su infancia como un niño sensible, consentido y miedoso —las fobias, especialmente el miedo al abandono, le acompañarán y lastrarán mucho tiempo-—, y absolutamente necesitado de la aprobación de los demás, modelo que, recalca, reproducirá luego en todos sus retos profesionales, del Lliure a Almodóvar. "Si los demás creen en mí yo también puedo hacerlo", escribe. "Y si no creen, me desmonto y la hostia es descomunal". Quinto hijo de los ocho de una familia del barrio de Horta, en el que el padre era propietario de un popular colegio, las Escoles Homar, Lluís empezó a hacer teatro ya de niño en los Lluïssos, la parroquia de su casa, con seis años. Debutó gritando "¡Hosanna, Hosanna!" en una representación de La Passsió.
El Liure, observa, "me ha dado los mejores momentos de mi vida y seguramente también los más duros"
El gran cambio en su vida, escribe, lo supuso entrar a los 19 años en el Lliure como miembro fundador, tras haber conocido a Puigserver. Aquello fue, señala "como si se me hubiera aparecido la Virgen". "Pasar de mi mundo de Horta a la inmersión total en el Lliure fue para mí brutal, una experiencia que me ha marcado para siempre". El Liure, observa, "me ha dado los mejores momentos de mi vida y seguramente también los más duros" Entre estos, aparte de la muerte de Puigsderver, su salida de la dirección del Lliure en el capítullo elocuentemente titulado “El Lliure prescindeix de mi”.
De su primer papel protagonista, el príncipe Leonci de Leonci i Lena, Homar conserva una frase como leit motiv personal que incluso da título a un capítulo: "Poseo una gran dosis de entusiasmo en reserva". En el Lliure de la primera época, Homar, que describe a Puigserver y Pasqual como unos padres, vive grandes sacudidas emocionales, aprende el oficio de las mejores manos, y se convierte en primer actor en medio de algunas acusaciones de trato de favor.
La tensión entre la fidelidad al Lliure y la necesidad de tomar nuevos rumbos marca buena parte del libro, al igual que el impulso de trascender las figuras “protectoras” de Pasqual y Puigserver. Homar cuestiona algunas de las puestas en escena de ambos y trasluce las complejísimas relaciones que mantuvo con ellos.
Lluís Homar escribe que su deseo siempre ha sido ser Marlon Brando. Aunque, subraya, el cabello, que se le empezó a caer muy pronto, no le ha ayudado. De su carrera teatral destaca el papel de Papageno en La flauta mágica, o el Spooner de Terra de ningú.
Homar explica cómo su vida ha sido una continua búsqueda de mejorar sus capacidades como actor y recuerda el trabajo en ese sentido con John Strasberg, Carlos Gandolfo o Uta Hagen. Asimismo, cuenta como estuvo a punto de interpretar a Ramón Sampedro en Mar adentro (y al Merlí de TV3), su decisivo encuentro con Hamlet, los diez años dedicados exclusivamente al cine y a la televisión y el abismo de la temporada que se encontró sin trabajo. También su elección como el Quimet de La plaça del Diamant, un día que iba vestido, precisamente, de amarillo.
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