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Los nuevos ‘sin techo’: con trabajo pero sin hogar

Un 11% de los usuarios atendidos por la Red de Atención a las Personas Sin Hogar de Barcelona tiene empleo

Clara Blanchar

Por la crisis hipotecaria o la burbuja del alquiler que ha expulsado de su casa a tantos vecinos. Por la precarización del mercado laboral, con sueldos irrisorios y contratos menguantes. O por las dos cuestiones. Los albergues y equipamientos para personas sin hogar de Barcelona acogen cada vez más a personas que tienen empleo pero no tienen casa. El informe de la Red de Atención a las Personas Sin Hogar, que agrupa a las entidades del sector, revela que el 11% de los acogidos en estas instalaciones tiene empleo, explica la teniente de alcalde de Derechos Sociales del Ayuntamiento, Laia Ortiz. Son casi 300 personas. “Esto rompe el tópico de la persona sin hogar, porque ahora hay gente con empleo que tiene el mismo problema”, añade el coordinador del plan municipal para personas sin hogar, Albert Sales. “Trabajar ya no supone salir de la pobreza, ni de la más extrema”, alerta.

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Como Juan. “Toda la vida trabajando en la construcción. Paro. Subsidio. Ayuda. La paga de los mayores de 45… pero llega un momento en que te lo has comido todo y te ves en la calle”. 48 años tiene, de los que ha pasado seis meses en la calle, trabajando días o semanas sueltas, siempre en negro. “Cuando veas a un sin techo con móvil no pienses que malgasta, ¡es lo que te conecta con posibles ingresos!”.

Desde hace un año vuelve a tener techo. Primero el albergue de la Zona Franca y ahora el de Sant Joan de Déu Serveis Socials, en el Poble Sec. Desde agosto, tiene también empleo. Y todas las fechas grabadas en el cerebro. “De verte en la calle a que puedas entrar en un sitio, dejar tus cuatro cosas, tu cama cuando llegas por la noche… ¡la ducha! La calle llega un momento que te cansa, sabía que era dura, pero no tanto. Esto me cambió la vida y con el trabajo ya es total”, cuenta. Trabaja en Nissan y no hace más que agradecer al servicio de Cáritas que le ayudó en materia laboral.

Pero encadena contratos de dos meses que no le permiten pensar en alquilar un piso. “Imposible. Si tuvieras un contrato de un año igual te atreves, pero de un mes o dos, ¿qué haces? No puedes coger un piso. Si se acaba, vuelta a empezar o peor todavía si has estado trabajando y te has ilusionado, es el miedo que tengo, ilusionarme y tener que volver a empezar”. “Si solo fuera cuestión de sueldo te aprietas, pero el problema es la temporalidad”, insiste.

El 45% del medio centenar de usuarios del centro del Poble Sec tienen empleo, un porcentaje que años atrás era del 20% o el 30% y tenía relación con problemas de adicciones. Lo cuenta Javier Prieto, responsable de atención al usuario de este Centro Residencial de Inclusión. Los sin hogar desayunan allí, se llevan el tupper al trabajo —o comen en otros centros si no tienen— y pueden volver por la tarde. Es la rutina de Juan, que cuando no trabaja mata las horas “mirando escaparates, en la biblioteca o en un bar”.

Prieto explica que las personas que están trabajando, “en muchos casos o hace poco que lo están haciendo y no les ha dado tiempo de acumular la cantidad de dinero para acceder, o tienen ingresos insuficientes porque no son jornadas completas o pocos días”. Se indigna ante la situación de la vivienda y el empleo. Repasa las cifras de la ciudad: “3.500 personas sin hogar, de las que 900 están durmiendo en la calle y 80.000 pisos vacíos”. Opina que, igual que los sin techo y las entidades tienen que hacer su parte del trabajo, “como ciudadanos también tenemos que hacernos preguntas: si es necesario sacar tanto rendimiento económico a las viviendas, si podemos perder vecinos para que venga el turismo cuando quien duerme en un cajero es nuestro vecino, cuánto pagamos a los empleados…”.

Precariedad creciente

El coordinador del plan municipal para los sin hogar, Albert Sales constata que el mercado laboral y el de la vivienda dificultan la “capacidad de acción del sistema de atención, que puede aspirar a estabilizar la situación y encontrar un empleo [a los usuarios], pero no a reconstruir un hogar, porque cualquier contingencia puede suponer volver a la calle: perder el empleo, ponerse enfermo…”. “Cuando las personas que han estado en la calle consiguen una situación estable, cuesta mucho hacer pasos, asumir riesgos, por miedo a volver a la calle. Porque es muy fácil teniendo en cuenta la precariedad”, relata.

Manuel López pasó 30 años sin techo: 24 sin hogar y seis en la calle. “He tenido trabajo, pero no una casa propia”. Trabajaba en el campo y asegura que por los desplazamientos los ingresos “no te dan para una casa”. Conoce los servicios para personas sin hogar de toda España y ha visto cómo han evolucionado: “De hablarte detrás de una reja a una atención integral, humana”. También vive en el albergue del Poble Sec y desde hace unas semanas, gracias a un plan de empleo de la Generalitat, tiene “un contrato por delante y la oportunidad de tener una casa, que en los últimos 30 años no he tenido”. Respira hondo. “Es la oportunidad de rehacer mi vida y empezar de cero”.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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