¡Brillo, brillo!
Al independentismo se le agota el crédito. A partir de mañana deberá dar muestras, y rápido, de tener algo más de inteligencia de la que ha demostrado hasta la fecha
Mañana se reúnen los partidos que están a favor del referéndum de independencia. Se acaba 2016 y con él, el tiempo de preparación o retórica. El guion se ha agotado. Hasta ahora se podían poner excusas, excusas —buenas, malas, tácticas, estratégicas, necesarias— o mentiras políticas piadosas, pero estos pretextos no tienen más recorrido.
Todos los movimientos políticos tienen diversos ciclos y éste, en lo que se refiere al periodo de transición entre elecciones y a las promesas realizadas, no se sostiene más sin hechos. Algunos diputados de Junts pel Sí aducen que no va a ser el Tribunal Constitucional quien les va a marcar la agenda. Otros que no es inteligente ponerse unos plazos que puedan perjudicar el objetivo final y los terceros fían al criterio de Carles Viver i Pi-Sunyer el punto de ruptura que indique que no hay vuelta atrás. Podría entender todas estas razones si a partir de mañana se empiezan a descartar incógnitas sobre cuándo y cómo se va a hacer el referéndum.
Porque la situación se está desbordando. La inmensa mayoría de los catalanes, según las últimas encuestas de medios nada favorables a la independencia de Cataluña, quiere poder votar en un referéndum y, sabiendo que no habrá una disposición favorable del Estado, habrá que dar una u otra salida a la votación. Y esa salida, clara, debería poder empezar a verse mañana mismo.
Los riesgos del camino son evidentes, y no hablo de la inhabilitación de cargos, que ya es de por sí lo suficientemente grave. Lo que viene es más serio y es por ello que entiendo las precauciones de Puigdemont y de Junqueras. Sabemos que se va a utilizar la asfixia financiera para que los servicios se vean afectados y prevemos que desde el ministerio de Hacienda se tense la tesorería para crear malestar entre los empleados de la función pública. Los hay que se frotan las manos con una plaza de Sant Jaume llena de funcionarios reclamando su sueldo. Ir de legalidad a legalidad está muy bien, si se detenta el poder de la semántica y se dice quién la define.
El independentismo no tiene ese poder. La mayoría de los medios en Cataluña se va a continuar mostrando hostil al referéndum y, huelga decirlo, en el resto de España también. Sucede que ya nos hemos acostumbrado a ello. ¿Deslegitimarnos? Si hace cinco años se nos llamó nazis, ¿qué más nos pueden decir? Si han publicado lo impublicable, ¿qué nuevos informes pueden falsear? No hay mucho recorrido ahí, hemos visto cómo se quitaba de en medio a Pedro Sánchez y, hace nada, como se publica en voz baja la enésima cacicada, esta vez con las autopistas radiales. ¿Se van a editar más libros que ridiculicen el independentismo? Qué le vamos a hacer, como si antes no hubiesen ridiculizado la lengua, la enseñanza o cualquier tipo de manifestación cultural… Se acaba el tiempo.
Además, ya es tarde para las pavadas de la vieja guardia convergente, para los silencios tácticos de Esquerra o para el circo de la CUP. El independentismo puede aguantar a Sánchez-Camacho, a Fernández Díaz o a Daniel de Alfonso, pero que la alcaldesa de la rica Sant Cugat tenga que ser desmentida un día después por Puigdemont da bastante vergüenza, a estas alturas de la película. Los juicios los dábamos por descontados pero el tacticismo de Esquerra o la tontería que lleva encima la CUP a estas alturas deberían ser problemas más que superados.
Son comportamientos autonómicos y si algún tiempo se ha acabado es el de la España de las autonomías, donde Cataluña ya no encuentra su sitio. No se trata solo de que su cultura y su lengua hayan sido despreciadas hasta el hartazgo: los agravios a los que la ha sometido el Estado han llegado tan lejos que han comprometido su desarrollo y su cohesión social. ¿A qué tenemos que esperar? ¿En qué partido podemos confiar? ¿Qué otras promesas se van a incumplir?
Son preguntas viejas en las que ya no nos podemos refugiar. Vuelvo al principio: al independentismo se le agota el crédito. A partir de mañana deberá dar muestras, y rápido, de tener algo más de inteligencia de la que ha demostrado hasta la fecha. Que el mundo nos mira puede ser más o menos verdad, lo que es seguro es que ahora se aburre mirándonos. Y estamos preparados para muchas cosas, menos para el tedio. Feliz, movido y, espero, unilateral año nuevo.
Francesc Serés es escritor.
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