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JUAN JOSÉ LAHUERTA | Nuevo director de la Cátedra Gaudí

“Hay que rescatar a Gaudí de su éxito”

"Se ha construido una costra que hay que romper", asegura el nuevo responsable de la cátedra de la UPC

José Ángel Montañés
Juan José Lahuerta en la sede de la Cátedra Gaudí de la ETSAB-UPC, en el campus de la Diagonal de Barcelona.
Juan José Lahuerta en la sede de la Cátedra Gaudí de la ETSAB-UPC, en el campus de la Diagonal de Barcelona.Albert Garcia

Después de tres años el arquitecto e historiador del arte Juan José Lahuerta (Barcelona, 1954) ha dejado de ser jefe de colecciones del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) y se ha incorporado a la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona de la Universidad Politécnica (ETSAB). “Añoraba la tarima, los estudiantes, las clases y escribir”, explica este elegante profesor con aspecto de sabio que luce gafas retro como quevedos. El 2 de noviembre será, oficialmente, director de la Cátedra Gaudí.

En estos años Lahuerta ha dado un vuelco al MNAC, presentando el arte moderno huyendo de las explicaciones donde las vanguardias son las protagonistas y mostrando la complejidad del momento. Pese al éxito, que ha llevado a aumentar en un 15% el número de visitantes, Lahuerta cree que Barcelona no ha entendido aún que el MNAC es su museo. “Hacer una exposición con 50 picassos es fácil, si tienes dinero. Lo difícil es articular un discurso que sirva para comprender qué ha sido el arte moderno y la posición que han tenido los artistas en la sociedad y la burguesía que necesitaba símbolos donde reconocerse”. Lahuerta seguirá vinculado al MNAC como asesor externo comisariando exposiciones como Picasso románico con 40 obras del malagueño en diálogo con los ábsides románicos, en 2017 habrá nueva presentación de Renacimiento y Barroco y plantea cambios en el románico y el gótico. “Hay que ir hacia la colección del MNAC, no las colecciones del museo”.

Pero ahora se centrará en Gaudí, un viejo conocido de Lahuerta del que es un gran especialista (también de Dalí). Lo primero que quiere es integrar la cátedra, creada en 1956, en la ETSAB. “Han tenido una vida al margen”. También establecer un programa de investigación e inventariar su rico patrimonio, como las 40.000 placas fotográficas del siglo XIX y XX. Pero su proyecto va más allá de Gaudí: “Con el fondo, uno de los mejores del mundo en su especialidad, la cátedra tiene que ser un centro de estudios de la arquitectura del siglo XIX y XX, no un centro decimonónico que se pasa la vida intentando saber de qué color llevaba los calzoncillos Gaudí el día 2 de enero de 1893”.

Según Lahuerta a Gaudí le han perjudicado muchas cosas, como el que la mayoría de sus trabajos estén en manos privadas. “A Gaudí hay que rescatarlo de su propio éxito, tiene que haber un control patrimonial de sus edificios, exigir que su explotación revierta en la ciudad, algo que no ocurre. La presión que sufren edificios como La Pedrera y la Casa Batlló es tal que los lleva a desaparecer en sentido físico, porque se han hecho reformas para adaptarlos a la multitud que lo visita a diario y en el sentido profundo: son edificios de viviendas que se vaciaron para convertirlas en centros turísticos. Las reformas de los inquilinos tenían dimensiones domésticas, ahora son monumentales”.

Gaudí en 1878.
Gaudí en 1878.

El éxito actual de Gaudí radica en que “creó edificios que tienen mucho que ver con la estética de las multitudes, la de la naturaleza petrificada del mar y de las novelas de Julio Verne, y estas estéticas no han cambiado”. Y lo enfrenta a arquitectos como Le Corbusier, al que también conoce: “Un elitista frente a cuyas obras hay que preguntarse 1.000 veces que significan y acabas derrotado". Sin embargo, Lahuerta cree que lo que perdura y vende es la cara amable de Gaudí. “Se explica que es un artista mediterráneo de formas naturales, pero en realidad fue un señor reaccionario, ultramontano, católico intransigente que trabajaba para una burguesía de Barcelona, que es la ciudad de las bombas y la violencia extrema, escenario de la lucha de clases por excelencia. De hecho, la Sagrada Familia es el templo expiatorio de la ciudad y los pecados de la ciudad son la lucha de clases”.

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A Gaudí, explica, hay que estudiarlo porque guarda muchas respuestas y admirarlo, que es lo que permite que tengamos ganas de estudiarlo. No venerarlo: “No hay que venerar a nadie porque crea una ceguera que impide conocer lo que tienes delante”. También criticarlo. “Si estudias a alguien sin prejuicios ya estás criticando de entrada. El problema es que hay muchos prejuicios y a Gaudí se le ha construido una costra que hay que romper para conocerlo bien a él y su obra”.

En el tema de la Sagrada Familia es radical: “Solo es de Gaudí la fachada de la Natividad, el resto es una obra neogaudí que han hecho otros. Hay dibujos y planos que han ido sacando de aquí y de allá; indicios, pero la obra de Gaudí se transforma en su proceso y lo que han hecho, que no han diferenciado del original, es un proyecto congelado, más o menos inventado. Yo hubiese dejado las cuatro torres y la puerta gigante”.

En su último libro, Antoni Gaudí. Fuego y cenizas (Tenov) plantea un Gaudí nada artesanal ligado a la industrialización. “En sus escritos de juventud defiende las posibilidades de la industria. Gaudí no tiene nostalgia de lo medieval y cree que los artesanos ya no son capaces de hacer buenas obras. El problema es cómo se ha explotado”, y explica que la reja de la Casa Vicens está formada por una estructura metálica en red a la que se suelda una hoja de palmito repetida.

En cuanto a la expectación que genera la aparición de nuevas imágenes de Gaudí, cree que es “por fetichismo ligado a la explotación comercial, al Gaudí mercancía. Está bien ver una nueva foto suya, pero no es trascendente ni decisivo. No se busca desde el punto de vista de la investigación; se busca por el efecto”. Ocurre lo mismo con la aparición de nuevos edificios: “Como hay una necesidad de explotación y el mercado Gaudí es pequeño, hay que seguir explotándolo, habrá que seguir inventando. La investigación ha de ser bajando estratos profundos, no en fuegos artificiales que nos dicen siempre lo mismo”, remarca el investigador. “No veo ningún sentido a las cosas que han salido últimamente porque no hay una explicación científica ni un objetivo de conocimiento. Pasa como los buscadores de oro que veían pepitas donde no las había”. Lahuerta concluye diciendo que no tiene previsto colaborar desde su cátedra con la creada recientemente creada en la Universidad de Barcelona.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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