Cuando Lorca pudo ser Dylan
Galicia conmemora el centenario del viaje que empujó al artista granadino a abandonar su vocación de músico y convertirse en escritor
Federico García Lorca iba para músico pero a su padre, un rico terrateniente andaluz, esa vocación no le parecía lo suficientemente seria. En 1916, con 18 años y la muerte aún reciente de su idolatrado profesor de música Antonio Segura, el artista emprendió un viaje universitario desde Granada hacia el norte de la Península que cambió su vida y su rumbo creativo. Fue mientras relataba su periplo por A Coruña, Santiago, Lugo, Pontevedra, Salamanca, Ávila y León, componiendo unos textos publicados primero en la prensa local granadina que se fusionaron luego en su primer libro, Impresiones y paisajes (1918), cuando se encendió el Lorca escritor y se apagó, aunque para nada del todo, el Lorca músico. Galicia celebra estos días el centenario de aquella crucial conversión.
La estancia en Santiago de la histórica excursión de los estudiantes la Universidad de Granada fue recogida por el Diario de Galicia el 27 de octubre de 1916 con una alusión al poeta, entonces conocido en el grupo como El Músico: “Algunos de estos alumnos dan conferencias en los centros universitarios que recorren y entre ellos hay un joven artista, Federico García Lorca, discípulo del malogrado maestro Granados”. Será precisamente este jueves, al cumplirse 100 años exactos de aquel recorte de prensa, cuando se celebre un acto organizado por la editorial Poliédrica sobre aquel viaje en el Salón Teatro de Santiago (20.30 horas), una cita que incluirá un concierto del guitarrista gallego Samuel Diz y una conversación con el historiador Ian Gibson.
“La música siguió muy presente en la obra de Lorca”, explica Diz, autor de un disco titulado como el primer libro de Lorca e investigador experto en la relación de la Generación del 27 con la guitarra. “Él mantuvo en su interior el ritmo y la melodía y eso se nota en lo que escribió después”. En 1923, el poeta confesaba en una carta a Manuel de Falla que seguía peleando con las cuerdas de la guitarra para interpretar su Homenaje a Debussy, una obra de la que no conseguía dar “más que las primeras notas” y por la que su madre, desesperada, le escondía el instrumento “en el sitio más raro de la casa”.
Lorca y sus cuatro compañeros, capitaneados por el profesor Domínguez Berrueta, recorrieron la península durante 23 días de 1916 para conocer “las diferentes Españas” a través de sus grandes monumentos, y escribieron sus impresiones sobre la experiencia para que fueran publicadas en la prensa granadina. Ahí fue donde el padre de Lorca, relata Samuel Diz, vio la oportunidad de que su hijo redirigiera su vocación de la música a la literatura y accedió a “invertir” su dinero en la publicación del primer libro de su hijo, Impresiones y paisajes, con una recopilación de algunos de los textos escritos en aquel periplo.
De sus textos sobre Galicia, Lorca escogió para su estreno en la literatura un sobrecogedor capítulo sobre un hospicio, en el que se aprecia el despertar de la conciencia social en este joven educado en la opulencia. El artista describe a los “niños raquíticos y enclenques, de ojos borrosos y pelos tiesos”, de “caras dolorosamente tristes”, que habitan el orfanato gallego. Y sobre la puerta del edificio apunta: “Quizá algún día, teniendo lástima de los niños hambrientos y de las graves injusticias sociales, se derrumbe con fuerza sobre alguna comisión de beneficencia municipal donde abundan tanto los bandidos de levita y aplastándolos haga una hermosa tortilla de las que tanta falta hacen en España…”
De las niñeras oriundas de los pueblos cercanos a Granada con las que se crió aprendió Lorca el cancionero popular que luego difundió en su obra literaria. Y de la música, explica Samuel Diz, recibió el concepto de “duende”, ese poder inexplicable sobre el que pronunció su célebre conferencia Teoría y juego del duende y que ha atraído a cantautores como Bob Dylan o Patti Smith.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.