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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ínclitos barones ubérrimos

Cuando Díaz sea la secretaria general y ganen los barones, otro buen pedazo de los votantes del PSOE se habrá ya entregado a Podemos

Jordi Gracia

El sabotaje desde dentro ha echado a las pantallas a los de dentro y a los de fuera para abrir fuego discrecional, empezando por los telediarios alucinantes de TVE y terminando por las declaraciones atropelladas a pie de micrófono de cualquier líder y sobre todo del PSOE. Fuego amigo desatado y fuego enemigo, todos a una. Nadie quiere verlo gobernando, o intentándolo, ni en pintura. Tanta enemistad debe ser por alguna insensatez grave de veras, por algún riesgo sistémico muy, muy elevado o por alguna monstruosa causa enterrada en algún gen averiado, en algún virus maligno cultivado sin escrúpulos en Ferraz, quizá incluso en una ominosa propuesta de gobierno de centro-izquierda e izquierda.

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A día de hoy, desde luego es un misterio sin nada misterioso. Pero un marciano recién aterrizado no entendería nada. Creería de buena fe que son del mismo partido político los cuadros del PP y de Ciudadanos y la presidenta andaluza, Susana Díaz, cuando repiten con las mismas palabras y la misma música que primero es España y después el partido. Habría que explicarle al marciano que pertenecen a partidos adversarios; habría que remontarse a los dos últimos años y contarle que el boicot a Pedro Sánchez, y hasta el sabotaje desde las propias filas socialistas, compareció una y otra vez en los medios en las dos últimas campañas generales. Ínclitos ubérrimos barones parecían alentar que Pedro Sánchez no sacase buenos resultados electorales porque eso significaría su continuidad en la secretaría general y el riesgo de que aspirase incluso a gobernar. Pedro Sánchez ha pasado de ser instrumento transitorio del futuro de Susana Díaz a traidor a los intereses de España.

O Pedro Sánchez no daba una, o hay una causa oculta e impronunciable. Lo que falta en este relato se llama Podemos. La sospecha más viscosa nace de que la mitad al menos del voto que va ahora a Podemos estuvo antes en el PSOE. El abandono ha sido sobre todo responsabilidad de un partido que quedó noqueado e hizo dejación, hace ya casi cinco años, de su función de izquierda socialdemócrata, perdió el nervio y las ganas de oposición y abandonó el plano y los platós por voluntad propia, por negligencia o por astenia política. Ese espacio no se lo robó ni fue usurpado por los telegénicos teleñecos de Podemos: lo regaló por abandono el PSOE. Pero nadie supo prever entonces que el desnortamiento socialista, o que la derrota misma de Carme Chacón contra Pérez Rubalcaba para la secretaría general, iban a conducir directamente a la jibarización de un Partido desarbolado de confianza, de estrategia y de discurso político. Aquella falta de reflejos no parece exactamente culpa de Pedro Sánchez, y aquella falta de reflejos para detectar lo que estaba pasando en la calle tampoco. Porque a quienes más afectó la incomparecencia del partido en la brega política, aplastados por las mayorías absolutas del PP en todos los niveles, fue a los votantes. Desertaron del PSOE hasta que la emergencia de Podemos ofreció una salida quizá poco convincente, pero al menos activada, prolífica y ruidosa.

La tregua del verano en el PSOE se terminó. Vista ya la incapacidad política de Rajoy para formar gobierno, todos están de acuerdo en culpar a Sánchez del bloqueo, en una confluencia inédita y extravagante de intereses que tiene algo de tripi de ácido silérgico. Están codo con codo en la batalla contra Pedro Sánchez todos juntos y sin disimulo alguno: Ciudadanos, el PP, la antigua Convergència, ERC y hasta el PNV y si me olvido de alguien, que me disculpe, pero también estará en contra.

Podemos no estaba contra Sánchez, pero ya da igual. Cuando Susana Díaz sea la secretaría general del PSOE, cuando ganen los barones y lideren ya por fin una nueva etapa de esplendor, otro buen pedazo de sus votantes de hoy se habrá ya definitivamente entregado a Podemos y aliados. Hasta ayer dudaban todavía de votarlos porque prefieren el temple socialdemócrata de Sánchez a la impaciencia digital y temperamental de Podemos. Pero una vez se reinstale al frente del PSOE el nuevo equipo renovadoramente catódico y analógico, no habrá ninguna duda de qué votar y el adelantamiento de Podemos estará asegurado, otra vez sin haberse movido, o casi. El PSOE engendró a la bestia por incomparecencia y el PSOE habrá dejado que le engulla, atónito, su propia criatura.

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Jordi Gracia es profesor y ensayista

Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

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