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Las murallas de Tarragona buscan la firmeza perdida

La Generalitat y el ayuntamiento acometen un plan de consolidación del monumento para frenar los desprendimientos de la roca

Marc Rovira
Los andamios colocados en 2013 con la intención de detener el deterioro de la muralla
Los andamios colocados en 2013 con la intención de detener el deterioro de la murallaJosep Lluís Sellart

La muralla fue la primera obra que acometieron los romanos cuando fundaron la ciudad de Tarraco. Data del año 200 antes de Cristo. Cartagineses y romanos peleaban entonces a brazo partido por cada playa de la Hispania mediterránea. Para proteger a las tropas en esa cabeza de puente que suponía el campamento tarraconense, los arquitectos del Imperio proyectaron muros de seis metros de altura y cuatro metros y medio de ancho. El baluarte recorría un perímetro de 3,5 kilómetros y rodea en la actualidad el casco antiguo de la ciudad. Las murallas de Tarragona, declaradas en 2000 Patrimonio de la Humanidad dentro de la denominación Conjunto Arqueológico de Tarraco, reducidas hoy a una tercera parte de su largura original, son la construcción arquitectónica romana más antigua de todas las que se conservan fuera de Italia. El tiempo y la acción del hombre le han hecho perder la solidez que las hacía inconquistables hace siglos.

Los desconchones y las grietas han debilitado los sillares y el ayuntamiento ha tenido que intervenir para detener los desprendimientos de piedras que caían sobre la calle. El departamento de Cultura de la Generalitat, el Instituto Catalán del Suelo (Incasol) y el consistorio de Tarragona acometen los trabajos de consolidación y restitución de las partes más dañadas del conjunto monumental. La obra, que cuenta con un presupuesto de 318.000 euros, busca reforzar la estructura de la muralla e interviene sobre la protección y afianzamiento de su armazón exterior.

La Baixada del Roser, junto a la coqueta plaza Sant Joan, centra los trabajos, que se alargarán por espacio de seis meses. Tras las obras, la muralla se liberará de los puntales de acero que hizo falta instalar con carácter de emergencia en el año 2013.

La reforma de las murallas ha sido una asignatura pendiente en Tarragona. En 2005, y tras un episodio de lluvias intensas, un tramo entero de muro se derrumbó dentro de los jardines del palacio arzobispal. El propio ayuntamiento reconoce que durante años “las intervenciones realizadas en la muralla han sido soluciones puntuales y heterogéneas”, sin contar con criterios de actuación unitarios y generales.

El departamento de Cultura de la Generalitat, a través de la Dirección general de Archivos, Bibliotecas, Museos y Patrimonio, impulsó la redacción de un Plan Director. Bajo los criterios del arquitecto Carles Brull y con la colaboración de arqueólogos, historiadores y restauradores de la piedra, así como del asesoramiento de una Comisión Técnica de Seguimiento, formada por representantes de Cultura, del ayuntamiento, de la Real Sociedad Arqueológica Tarraconense, del Instituto Catalán de Arqueología Clásica y de la Universitat Rovira i Virgili, se busca dotar a las murallas de su fortaleza primitiva.

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