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¿Cómo se construye una ciudad?

Un recorrido arquitectónico desvela, de edificio en edificio, la historia de una capital ecléctica

Sergio C. Fanjul
El Centro de Estudios Hidrográficos, del arquitecto Miguel Fisac.
El Centro de Estudios Hidrográficos, del arquitecto Miguel Fisac.

Una ciudad es una creación colectiva que cristaliza con el paso de generaciones de ciudadanos, la mayoría anónimos, algunos notables. Entre estos últimos se encuentra Antonio Palacios (1874-1945), el arquitecto de cuyo cerebro salieron algunos de los edificios que todavía representan a Madrid en el imaginario colectivo: el Palacio de Comunicaciones (de 1919, hoy sede del Ayuntamiento), el Banco Español del Río de la Plata (1918, hoy Instituto Cervantes) o el Círculo de Bellas Artes (1919). Pero en Madrid no todo es Palacios; la capital tiene una particular relación con lo arquitectónico. “La arquitectura de Madrid es de gran calidad, y se encuentran buenos ejemplos de todos los tipos”, dice José María Ezquiaga, decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid.

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Eso sí, la urbe adolece de algunos problemas que la diferencian de otras grandes capitales: “Los recursos de las colonias se invirtieron en el renacimiento de otras ciudades como Valladolid y Salamanca. En los siglos XVIII y XIX Madrid no floreció como París o Amsterdam, tampoco hubo un fuerte movimiento modernista a principios del XX”, explica el decano.

Así, la mayoría de los edificios del centro pertenecen a ese estilo tradicional que nos hace reconocer barrios como Malasaña, Lavapiés, Chueca o La Latina: hileras de ventanas donde se repiten los balcones de forja, el famoso “poblachón manchego”. “Madrid no es una ciudad muy monumental sino más bien modesta. En estas edificaciones cada arquitecto seguía el patrón, creando la trama de la ciudad con unas mínimas modificaciones. Quizás lo más monumental no sean sus edificios, sino sus grandes espacios vacíos como los del eje de la Castellana”, dice el arquitecto José María de Churtichaga, del estudio ch+qs.

Arriba, el Hipódromo de la Zarzuela con su liviana y alabada cubierta.
Arriba, el Hipódromo de la Zarzuela con su liviana y alabada cubierta.Santi Burgos

Pero edificios singulares hay. El eclecticismo de Palacios —autor del Hospital de Jornaleros de la calle Maudes (1916), la Casa Matesanz (1913) en Gran Vía o algo más prosaico, el logotipo del Metro— se puede apreciar con el ciclo de actividades Antonio Palacios, arquitecto de Madrid, organizadas por la Comunidad (www.antoniopalacios.com; hasta diciembre). “Palacios es responsable de iconos que se han convertido en señas de identidad de la urbe”, dice Ángel Garrido, portavoz del Gobierno regional. “Además, queremos poner en valor el patrimonio arquitectónico de la capital, herencia cultural que perdura en nuestra memoria y conforma nuestra identidad colectiva”.

Fachada del cine Barceló, del arquitecto Luis Gutiérrez Soto.
Fachada del cine Barceló, del arquitecto Luis Gutiérrez Soto.

A principios del siglo XX llegó el racionalismo, exponente del cual es, por ejemplo, el Cine Barceló (Gutiérrez Soto, 1930), la Casa de las Flores (Secundino Zuazo, 1931) o el Hipódromo de la Zarzuela (Arniches y Domínguez, 1931), “cuya marquesina es forma de onda es un exponente del primer modernismo”, según el crítico David Cohn. El edificio de Nuevos Ministerios (Zuazo, 1933) “configura toda una nueva zona de Madrid”, según Churtichaga. Así, el propio Zuazo también estuvo implicado en la prolongación de la Castellana.

En Gran Vía se puede ver una evolución de las formas de construir comenzando con edificios como el Metrópolis (1911); los Almacenes Madrid-París (1924, hoy H&M y Primark) o el Telefónica (1929) y acabando con el Capitol (o Carrión, 1933) y la Plaza de España, con la del Edificio España (1953) y la Torre de Madrid (1960), epítomes del desarrollismo vertical del tardofranquismo.

De aquella posguerra sale una construcción herreriana, como el Ministerio del Aire (Gutiérrez Soto, 1958). “Algo muy interesante de Madrid es que pasó por años de autarquía, así que, aunque hay influencias exteriores, se hicieron cosas con estilo propio”, dice Cohn. Los arquitectos Corrales y Mozelún, con sus leves inclinaciones vanguardistas, fueron referencia desde la posguerra con obras como el Pabellón de España para la Exposición de Bruselas (1958), la Casa Huarte (1966) o el edificio Bankunión (1970). En los años sesenta, con el desarrollismo, también llega la fuerte inmigración que se asienta en barrios chabolistas en los barrios del sur, urbanizados luego. De ahí, las viviendas obreras que los monopolizan. Se crean los llamados poblados autodirigidos en zonas como Entrevías, Fuencarral, Orcasitas, Manoteras o Caño Roto.

Torres Blancas (Alfredo Arias), inspirado en los trabajos de Le Corbusier y un icono de la arquitectura madrileña del siglo XX.
Torres Blancas (Alfredo Arias), inspirado en los trabajos de Le Corbusier y un icono de la arquitectura madrileña del siglo XX.

Miguel Fisac fue otro de los arquitectos que dejó fuerte impronta en Madrid, abandonando el racionalismo y abrazando líneas más organicistas y humanas, con edificios como el desaparecido La Pagoda (demolido en 1999), el edificio central del CSIC (1943), el Centro de Estudios Hidrográficos (1960) o el Edificio IBM (1968). También Sáenz de Oiza, con el célebre, y también organicista, Torres Blancas (1968), “que hace evolucionar la forma de entender la vivienda, aunque sea un edificio aislado que no crea ciudad”, opina Churtichaga. También de Saénz de Oiza es la Torre del Banco de Bilbao (1979), en la zona de Azca donde, entre otras, se encuentra la Torre Picasso (Yamasaki, 1982). Lo que sí parece integrarse perfectamente en las calles tradicionales y “crear ciudad” son las viviendas para el Patronato de Casas Militares (Higueras y Miró, 1973). “Uno de nuestros desafíos es conseguir conciliar la nueva arquitectura con la tradicional”, explica el decano de los arquitectos. Higueras y Miró también hicieron la llamada corona de espinas, espectacular sede del Instituto del Patrimonio Cultural de España (1965). Las llamadas Torres KIO (Johnson y Burgee, 1996), símbolo de bonanza económica y pujanza española, también cambiaron definitivamente el perfil de la capital.

En los últimos tiempos cabe citar la Cuatro Torres Madrid Business Area (2004) o el posmoderno edificio de viviendas sociales Mirador (2005), en Sanchinarro. “Procede de una época en la que se busca hacer algo espectacular con la arquitectura, y se comenten excesos”, opina Cohn. La ciudad se expande ahora en forma de PAUs y grandes autopistas, la ciudad difusa, criticada por su falta de humanidad y su coste ecológico. “Es como si nos hubiéramos olvidado de cómo construir una ciudad”, concluye el crítico.

Boceto del Edificio Capitol, de Luis Martínez-Feduchi y Vicente Ecedee, inspirado en los rascacielos neoyorkinos y el expresionismo alemán.
Boceto del Edificio Capitol, de Luis Martínez-Feduchi y Vicente Ecedee, inspirado en los rascacielos neoyorkinos y el expresionismo alemán.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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