Descubriendo El Paular
El monasterio cartujo potencia en el valle del Lozoya el turismo cultural con centros de acogida e interpretación
El monasterio de El Paular, regado por las cristalinas aguas del río Lozoya y aromado por las brisas más puras de la sierra del Guadarrama, invita a visitar sus silenciosos claustros y su histórico entorno con nuevas instalaciones de las que el público dispone ya, tras su reciente apertura. Un espacioso Centro de Acogida, decorado con vitrinas que exhiben desde cristal de la Real Fábrica de La Granja a publicaciones de arte monacal y productos selectos de gastronomía autóctona, recibe a los visitantes en un límpido ambiente de víspera, que preludia gratamente los tesoros que pronto van a contemplar. Vinculado al nuevo espacio de acogida y como antesala de la visita se encuentra el Centro de Interpretación, también recién estrenado, que detalla la historia del cenobio monacal y su paulatina restauración.
Por encomienda del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, más precisamente, por la Dirección General de Bellas Artes y con un presupuesto de 1.265.000 euros, el arquitecto Eduardo Barceló y su equipo, ha ideado e instalado, con el apoyo de la empresa pública Tragsa, el Centro de Interpretación en el llamado Claustro de Legos. Este espacio ocupa la zona meridional anterior del monasterio y permanecía sin uso alguno desde tiempo inmemorial. Ante el visitante desfilan las consecutivas transformaciones de la cartuja madrileña, desde 1390 hasta el siglo XVIII; su ruina entre 1835 y 1876, año en que fuera declarado Monumento Nacional; su relanzamiento por la Institución Libre de Enseñanza en 1918 y su restauración más cercana, emprendida hace 28 años por el arquitecto Barceló, en la que contó, entre otras personas, con el impulso de Álvaro Martínez Novillo, exdirector del Instituto del Patrimonio Histórico; el del alemán Werner Beutler y el restaurador José Antonio Buces, que recobró la sillería del templo.
Paneles cuidadosamente descritos y pantallas de video explican las vicisitudes de este cenobio cartujo –hoy habitado por siete monjes benedictinos-, florón del arte castellano bajomedieval, que absorbió las innovaciones renacentistas y barrocas, con alarifes como Juan Guas y la impronta de Juan Gil de Hontañón y su hijo Rodrigo, nacido en la vecina localidad de Rascafría.
El Paular cuenta con joyas del arte peninsular, inmarchitables tras su delicada restauración por Ana Laborda y Olga Cantos, como el retablo de alabastro plateado, barnizado con corla dorada y policromado de su iglesia, datado a finales del siglo XV, monumento de esplendente belleza con sutilísima figuración sacra que narra la vida de la Virgen María y la Pasión de Cristo.
Posee, además, la impar colección de 54 cuadros de gran formato, de 3,45 por 3,15 metros, surgidos del pincel del florentino Vicente Carducho entre los años de 1626 y 1632; se trata de uno de los conjuntos de arte sacro más importantes de Europa, que permaneció 165 años disperso por una decena de enclaves peninsulares y que el Museo del Prado, gracias a Leticia Ruiz, logró reunir, restaurar y reubicar en julio de 2011 en el mismo lugar para el que fueran pintados: el claustro viejo del monasterio. En una actuación anterior, este patio monacal vio su panda occidental circundada por diáfanas instalaciones expositivas ideadas para representar la cultura, el arte y el paisaje de El Paular y del valle del Lozoya.
Otra de las innovaciones integradas ahora a la visita ha sido la restaurada antigua cella, bodega o despensa conventual, donde permanecen vestigios arqueológicos de los tinajones donde se almacenaban alimentos y especias. A la cella se ha incorporado una imponente estructura de estantes de madera de pino, con funciones estructurales, sobre los cuales se mostrarán capiteles, labras y sillares de distintos enclaves del monasterio, según explica Eduardo Barceló. Ha integrado también en el circuito una visita a los vestigios cimentados de las primitivas celdas monacales, con espacios dedicados a cultivos ahora ajardinados.
Mención aparte merecen las 7 hectáreas de huertas y jardines que circundan El Paular, con sendas, plazoletas y estatuaria –una en caliza del rey mentor del monasterio, Juan I de Castilla, corona un enclave- que un Plan Estratégico consecutivo al Plan Director de 1995 se propone integrar a corto plazo en los trayectos de visita. Y ello para mostrar huertos, arboledas y bosquetes, más un sistema hídrico con gran estanque y hasta nueve embalses procedentes del arroyo de Santa María, que suministraban regadío y agua al molino, al aserradero, la licorería y los talleres del monasterio, desde los cuales y a lo largo de cinco siglos, bajo la dirección de los monjes, centenares de canteros, ebanistas, agricultores y pastores –llegó a contar con 85.000 ovejas- articularon el territorio del circundante y feraz valle del Lozoya.
Hoy, su potencial medioambiental, unido a la oferta artística del monasterio, configura uno de los escenarios más relevantes del turismo cultural madrileño, solo a falta de un eficaz medio de transporte que lo vincule a Madrid más regularmente.
Monasterio de El Paular. Visitas, salvo el jueves, de 11.00 a 13.30 y de 16.00 a 18.30. Visitas guiadas 918691425. Entrada: 3 euros.
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