_
_
_
_
_

Bailando bajo la lluvia

El chaparrón no detuvo la música ni la fiesta en el Sónar

Jacinto Antón
Llueve en el último día de Sónar.
Llueve en el último día de Sónar.Massimiliano Minocri

Ha llovido, sí, y qué. Sónar y su público desafían a los elementos. De hecho el trueno lo crean ellos. A ver si el cielo va a brindar un zambombazo o rayos de luz como los que enviaba anoche Flume o hace un rato Ohneotrix, que pese a su apellido obviamente no teme, como Abraracúrcix, que el firmamento se desplome sobre su cabeza. El chaparrón no ha parado la música en el Sónar Día y algunos han seguido bailando en el Village bajo la lluvia, con estilo bien diferente al de Gene Kelly, eso sí: más desgarbado. El césped artificial ha aguantado bien, aunque uno habría querido ver escenas de barro –no digamos de camisetas mojadas- como las de Woodstock: es la nostalgia de la edad.

La meteorología ha marcado la indumentaria, permitiendo una noticiosa renovación del look del festival. Se ha podido ver esa extraordinaria combinación que es el minishort con impermeable, ha vuelto la sudadera y en general la gente se ha abrigado un poquito. No todos: mucho extranjero ha evidenciado que la lluvia se la repampinfla. No en balde vienen de los lejanos reinos de Ragnar, como un rubio fornido con la camiseta de la selección de Noruega al que lo único que parecía preocuparle es que se le aguara la cerveza. A destacar, desde el punto de vista de las previsiones, la que hizo ayer Sergio Caballero, codirector del Sónar, mirando al cielo como un augur etrusco: “Bah, si llueve mañana serán cuatro gotas”.

Más información
El Sónar mantiene sus números
Anohni y el Niño de Elche politizan el Sónar

Ha sido hermoso luego del aguacero ver volver a salir el sol y reflejarse en los charcos. El aire era fragante, excepto en algunas áreas como en el rincón detrás del puesto de venta de merchandaising donde un usuario del festival se aliviaba contribuyendo al encharcado. En el escenario del Village Nozinja , alegre como un arco iris, ha hecho bailar a todo el mundo con su simpática versión electrificada de los ritmos sudafricanos al sur del Limpopo, el shangaan. Richard Mhtelwa se ha exhibido como una versión psicodélica de Cetshwayo, el rey zulú: portaba incluso plumas de colores enganchadas en brazaletes en los brazos, solo le faltaba la azagaya. Para acrecentar lo surrealista del momento, unas chicas del público bailaban ataviadas de Minnies y alguien ha hecho volar sobre nuestras cabezas un globo en forma de unicornio azul. Hay momentos en que, desde luego, aquí no te hace falta tomarte nada.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_