Robert Manrique: “Interior banaliza a las víctimas”
Este domingo se cumplen 29 años del atentado de Hipercor
Este domingo es el aniversario del terrible atentado de Hipercor, otro aniversario, justo cuando la violencia sacude el mundo por todas partes, una violencia insidiosa e inútil, siempre injusta, que ahonda todavía más el recuerdo de aquellos que vieron como su mundo –un mundo concreto, alegre y normal-- volaba por los aires ahora hace casi 30 años. Es difícil describir cómo una bomba te rompe en pedazos la vida. Robert Manrique era carnicero del centro comercial. “Cuando entré en la UCI mi hijo gateaba; cuando salí del hospital ya corría. Un día se fue a la cama de su madre, la abrazó y le dijo: no sufras, ahora el papa soy yo. Hoy es un tiarrón de 1'80 y me dice: que ningún otro niño pase por lo que yo viví. Por eso me muevo”, explica.
Manrique fue presidente de la Associació Catalana de Víctimes d’Organitzacions Terroristes, un nombre que esquiva la tentación política de centrar el problema en la ETA. Ha dejado el cargo pero sigue en la brecha. No irá al pie del monumento de Hipercor este domingo. “Tampoco me han invitado, pero eso es lo de menos. No me gusta que se utilice el dolor para fines políticos. Nadie puede hablar en nombre de las víctimas. Yo no tengo por qué saber qué vota cada víctima. A la víctima la elige el azar, así que por fuerza es un grupo plural”, afirma. “El Ministerio del Interior banaliza a las víctimas cuando las utiliza”, remacha. “Hay una indemnización, no la de oficio, otra, de Hipercor que todavía no se ha cobrado. Pero si vas al Ministerio a reclamar, a pedir orientación o a cualquier otra cosa, te encuentras una pared. Nada, cero.”
Lo ilustra diciendo que falta localizar 280 víctimas, que él sabe que existen, pero que no se sabe quiénes son. Víctimas de atentados de pequeñas organizaciones, de izquierdas o de extrema derecha, de hace años. “Llevé el dossier al Ministerio. Qué currada, me dijeron. Y lo dejaron sobre la mesa. ¿No vais a hacer nada? No, que vengan ellos. Así funciona”. La descripción que Manrique hace como gestor de la reparación de centenares de víctimas es desalentadora. No es cierto que se las atienda con el respeto que se merecen. Aunque hay otras maneras de restañar heridas. Manrique se entrevistó con “su” etarra, Rafael Caride. Pregunto si el hombre lo miró a los ojos. “No”, responde.
“Era una sala grande, con un ventanal que daba a un paisaje de montañas, con todos los colores del verde, como canta Raimon. Él estaba de espaldas, con las manos detrás. Al oír que yo entraba se volvió y me dijo buenos días. Nos sentamos. Yo necesitaba un poco más de distancia física, así que me aparté. Él se sentó con las manos y los ojos entre las piernas. Era un hombre grandote, fuerte, y parecía un gusanito de esos que si los tocas se hacen una bolita”. Ese es el relato. “Me dijo que era ateo y que el perdón religioso no le valía”. Pero su caso no le parece más relevante que aquellos que me narra de discriminaciones, de olvidos, de injusticia en definitiva, una injusticia hacia las mismas víctimas que el gobierno homenajea a través de los representantes oficiales, muchos de ellos militantes del partido que manda. “Hace tres años que el ministro Fernández Díaz me dijo oye, nos tenemos que sentar a hablar, y todavía espero”.
No le gustó que el Parlament catalán recibiera a Otegi. “Pero, ¿y qué? Es mi opinión. No es rencor. Nada de rencor, límites sí. Yo he ido a una Herrico-Taberna y al ver que falta una foto de aquellas de sus “héroes”, gente que ha matado gente, me dicen: no, este se ha reinsertado, ya no es de los nuestros. Cuando el gobierno dice que ETA no está derrotada, yo digo que hay que darles tiempo, joder. Lo importante es que no maten”.
Barcelona tardó trece años en poner el monumento sobre la Meridiana, en Vic se va a hacer ahora. “Aquí me han reconocido que miraban hacia otro lado. Sí, es complicado ser víctima. Nadie te dice qué es lo tienes que hacer. Te crees lo que dicen los que mandan y si los que mandan no hacen nada, estás perdido. El abandono del Estado también es dolor”. Manrique cuenta muchas cosas y calla muchas también. Ahora escribe. Una memoria de todo esto. “Empieza el día que Samaranch proclama que Barcelona hará los Juegos Olímpicos y ETA se friega las manos…”
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