Perímetros, porcentajes y una pitón en las pruebas de sexto de primaria
Cataluña celebra los exámenes de competencias básicas de primaria, unas pruebas propias y ajenas a la LOMCE, según la Generalitat
No son ni las 12 de la mañana y una veintena de chavales de sexto de primaria ya descansan, balón en mano, en el patio del colegio Ramon Llull de Barcelona. Toca desconectar después de la primera jornada de exámenes sobre competencias básicas que convoca cada año el Departamento de Enseñanza de la Generalitat. Este miércoles concurren a las pruebas de catalán y matemáticas, y el jueves harán lo propio con inglés y lengua castellana. "Perímetros, porcentajes, sumas y restas. Muy fácil", resume, inquieto, Natan, uno de los alumnos examinados. Se ve que el examen de matemáticas fue rápido e indoloro: "Algunos en media hora ya estaban fuera"; cuenta una profesora. En total, 77.323 niños de sexto han sido llamados al pupitre para someterse a las pruebas competenciales que realiza Cataluña desde hace ocho años.
Aunque estos exámenes siempre han generado controversia en la comunidad educativa, con la implantación este año de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) —que contempla pruebas de este tipo para pasar de curso en bachillerato y ESO—, la polémica se ha disparado: desde la Generalitat insisten en que sus exámenes son pruebas propias, que nada tienen que ver con la LOMCE, entre otras cosas porque no son vinculantes para pasar de curso (en el caso de sexto, las que propone la norma estatal tampoco) y los resultados no son públicos, por lo que se evitan los controvertidos ránkings entre colegios. La LOMCE preveía, en un principio, que las notas se publicitasen y, aunque el ministro en funciones, Íñigo Méndez de Vigo, se ha comprometido a evitar las clasificaciones, todavía no hay ningún apartado en la ley que ordene a las comunidades autónomas no difundir los resultados. Para remarcar la diferencia, Cataluña sostiene además que examina de competencias lingüísticas y matemáticas básicas adquiridas en primaria, pero no ciencias y tecnología, como prevé la LOMCE.
Ajenos a esta polémica, los alumnos del Ramon Llull comentan sus respuestas en el patio. En la prueba de catalán había dos textos de comprensión, un dictado y una redacción. En su escrito, que tenía que ser expuesto en formato de correo electrónico, Aihnoa contó un cuento sobre ella misma y un perro y Xavi redactó una historia ficticia sobre una serpiente pitón que lo apresaba. El corrillo de chavales que se ha montado en una esquina del campo de fútbol coincide en que la prueba final "es mucho más fácil que los simulacros" que realizan con sus tutores durante las semanas previas al examen. Celebran, además, que con estas pruebas "puedes saber el nivel que tienes" y, ya de paso, como se terminan muy rápido, "puedes salir más pronto al patio y jugar más tiempo que un día normal".
Al otro lado de la ciudad, también acostados al sol, una decena de niños de sexto de primaria pintan una pancarta en la que invitan a boicotear las pruebas competenciales. Unos cuantos padres los acompañan, todos ataviados con las camisetas amarillas en defensa de la educación pública y contra la LOMCE. Son representantes de la Red de Escuelas Insumisas, la plataforma que aglutina a las familias y a los centros que se niegan a someter a los chavales a estos exámenes. "Son pruebas externas, estandarizadas, que hacen una fotografía de un momento concreto pero no representan la realidad del colegio ni evalúan todo el proceso educativo", critica Belén Tascón, una de las promotoras de la plataforma. La red calcula que más de 200 familias han hecho objeción de conciencia con las pruebas de sexto y cerca de un millar también rechazaron, el mes pasado, los exámenes realizados a tercero de primaria.
Más de 200 familias insumisas se han negado a someter a sus hijos a las pruebas de sexto
"Se dejan de lado competencias que no son matemáticas. De hecho, se calcula que así sólo pueden evaluar el 15% de las competencias. A partir del alumno, lo que hacen es examinar al colegio cuando la escuela es mucho más que lenguas y matemáticas", critica Tascón. Las familias insumisas se quejan de que Cataluña se ha cobijado bajo el marco jurídico de la LOMCE. Mismo perro, distinto collar: "Mientras el Departamento impulsa una plataforma de innovación que cuestiona las pruebas externas, obliga a las escuelas a someterse a una evaluación estandarizada", protestan.
Los padres insumisos son rotundos, pero sus hijos también. "Es que esas pruebas no sirven para mucho. No es tan importante saber el nivel de las personas y dividirlas por un examen", sostiene Martina, que ha acudido a la manifestación con media pierna enyesada. Los niños reconocen la diferencia que supone la llegada de la LOMCE y que estas pruebas, que en esencia servían para medir el nivel de cada alumno, se conviertan en un elemento de competición entre los chavales o los colegios. "No es justo que separen a la gente por niveles por un examen de un día. Puede que te pongas nervioso, no te salga bien la prueba y te pongan una nota que no corresponde con el nivel en el que realmente estás", apunta Amaia. Las familias insumisas aprovecharán los días de exámenes para hacer visitas culturales por la ciudad.
El director del Ramon Llull, Manel Lombardia, se muestra equidistante en la disputa que han levantado las pruebas competenciales e insiste en que los exámenes sirven "de referencia para saber en qué aspectos de las asignaturas hay que hacer reformas". En su caso, no le importan tanto los resultados cuantitativos como los cualitativos "para saber en qué mejorar metodológicamente y pedagógicamente". Pero la polémica sobre la fiscalización del trabajo docente y la presión a la que están sometidos los niños no es un tema menor ni ajeno al profesorado. De hecho, en medio de las pruebas del Ramon Llull, uno de los chavales ha sucumbido a los nervios y ha vomitado en clase. No es lo habitual, pero los profesores reconocen que el hecho de que "la tutora se vaya de clase [los examinan maestros de otros centros] y que sean cuatro exámenes en dos días en los que se lo juegan todo", genera una tensión innecesaria en los menores.
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